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Repensar la periferia

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En la economía argentina y el orden económico mundial, en estos primeros años del siglo XXI han sucedido acontecimientos extraordinarios. En nuestro país, la peor crisis de su historia, resuelta con un cambio radical en la política económica. En el mundo, el fin de cinco siglos de hegemonía de Occidente bajo el liderazgo de los países avanzados del Atlántico Norte y el surgimiento de un nuevo orden global y nuevos protagonistas.

En la Argentina y en el mundo, esos acontecimientos reconocen causas comunes. En nuestro caso, la debacle de la estrategia neoliberal, en 2001, está asociada y se anticipó a la crisis de la financiarización en la Unión Europea y en los Estados Unidos, a finales de esa misma década. A su vez, el posterior rescate –sin pedirle nada a nadie– de la economía argentina fue posible por la recuperación del Estado nacional, en un contexto global multipolar, más permisivo que el que regulaba el antiguo centro hegemónico del Atlántico Norte.

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Superada la debacle, en la que culminó el cuarto de siglo bajo la hegemonía neoliberal (1976-2001), la Argentina vuelve a confrontar problemas fundamentales de su desarrollo nacional, en el contexto del nuevo orden global que se está desplegando en este siglo XXI. ¿Cuáles son las tendencias, en alguna medida previsibles, de la economía mundial que constituyen y serán el contexto externo de nuestro desarrollo? ¿Cuáles son las nuevas oportunidades y amenazas que cabe esperar en las próximas décadas? ¿Cuál es la estructura productiva del país y su inserción internacional, consistentes con el despliegue del potencial disponible, la inclusión social y el ejercicio del derecho a elegir nuestro propio camino en el orden global?

Para responder tales interrogantes es preciso, primero, responder este otro: ¿con qué ideas y visiones la democracia argentina elegirá las políticas funcionales al desarrollo, la equidad social y la soberanía? Se trata de una antigua cuestión, sobre la cual Raúl Prebisch advertía la necesidad de observar la realidad desde nuestras propias perspectivas e intereses, sin someternos al “pensamiento céntrico” promovido por los actores dominantes de la economía mundial y sus epígonos locales, vinculados a las estructuras del subdesarrollo, la dependencia y la desigualdad. Las opciones de la democracia se construyen, en primer lugar, en el plano de las ideas.

La cuestión subsiste en la actualidad y es álgida, precisamente, por los cambios que están ocurriendo en la Argentina y en el mundo. Este ensayo pretende ser una contribución en la materia explorando las perspectivas de la economía argentina en el siglo XXI. Recoge algunos pasajes de trabajos anteriores y se divide en dos partes. (...)

Después de la Segunda Guerra Mundial, en el marco de las grandes asimetrías existentes entre el centro y la periferia y el conflicto Este-Oeste, surgió el reclamo del desarrollo en las nuevas naciones independientes (las antiguas posesiones coloniales en Africa y Asia) y en América Latina. Se configuró así el diálogo Norte (centro)-Sur (periferia) y la ilusión de la cooperación internacional en el seno de las Naciones Unidas para erradicar las abismales desigualdades existentes entre ricos y pobres, desarrollados y subdesarrollados.

En el orden político, los países se adhirieron a una de las dos potencias en pugna en la Guerra Fría o a la Tercera Posición de los “no alineados”.

Simultáneamente, desde la periferia surgió el impulso de fomentar las relaciones entre los países en desarrollo, es decir, una iniciativa Sur-Sur. En las Naciones Unidas se formó el Grupo de los 77 más China, y comités de cooperación entre países en desarrollo en el FMI y otros organismos internacionales. Se trataba de ampliar las fronteras del desarrollo de cada uno de sus miembros y a través de su solidaridad ganar peso en las negociaciones internacionales dominadas por el centro. En ese sentido, uno de los intentos intelectualmente más ambiciosos fue la creación de la Comisión del Sur, por iniciativa del gran dirigente y primer ministro de Malasia, Mahatir. Integrada por treinta intelectuales, científicos y políticos provenientes de todo el sur (entre los cuales estaba el autor de este libro), ese agrupamiento se constituyó bajo el liderazgo de Julius Nyerere, ex presidente de Tanzania.

Surgieron otros casos de transformación productiva, industrialización y proyección al mercado mundial. Corea del Sur y la isla china de Taiwán, dos países con espacios territoriales reducidos (comparables con nuestra provincia de Tucumán) y poblaciones del orden de la de Argentina, más dos ciudades-Estado, Hong Kong y Singapur, ganaron la calificación de los “cuatro tigres” por la velocidad de su desarrollo y transformación. Corea del Sur, por ejemplo, mantuvo tasas de crecimiento del producto comparables a las japonesas, transitando del subdesarrollo extremo a la categoría de economía avanzada en sólo una generación, un fenómeno sin precedentes históricos.

Los tigres asiáticos rechazaron el pensamiento céntrico, tal como lo proponían Raúl Prebisch y el estructuralismo latinoamericano. Ninguno de esos países se adhirió al Consenso de Washington ni se abrió incondicionalmente a la inversión extranjera. En cambio, privilegiaron siempre el protagonismo de las empresas nacionales y la apertura de negocios conjuntos, no subordinados, con las filiales de empresas transnacionales del antiguo centro del Atlántico Norte. Asumieron el liderazgo nacional de su desarrollo, con políticas públicas transformadoras, Estados soberanos capaces de defender el interés nacional y sectores privados nacionales vigorosos, impulsores de la innovación, la industrialización y la diversificación de las exportaciones.

Son casos notables de desarrollo de un capitalismo nacional dentro del orden global, la única vía de desarrollo históricamente verificada hasta la actualidad. Es un hecho notable que varios de esos países que, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, eran dependencias coloniales hayan logrado, en tan corto tiempo, fortalecer la densidad nacional y emprender semejante transformación.

*Economista y ex embajador en Francia. / Fragmento de su nuevo libro La economía argentina en el siglo XXI
(Capital Intelectual).