Los resultados de las primeras PASO realizadas en la Ciudad de Buenos Aires dejaron poco espacio para la sorpresa. Estos ilustran un claro corrimiento del voto porteño hacia la derecha, el colapso de las variantes de centro izquierda, espacio ahora solo monopolizado discursivamente por el kirchnerismo en su versión camporista, sin competencia alguna, y un leve crecimiento de las izquierdas. Al interior de los partidos, las internas mostraron el peso de los aparatos y el lugar preponderante de la palabra de los líderes: en el Pro logró el triunfo un candidato sin carisma, ungido por Macri y en el Frente Para la Victoria, el triunfo previsible de Mariano Recalde, colocado en el sitial por el dedo presidencial.
Una vez más el FPV generó perplejidad, a raíz de la sobreactuación de sus dirigentes y militantes de un triunfo imaginario, cuando el escenario actual muestra más bien señales preocupantes para el espacio que hoy dice representar: Recalde sacó menos votos que Filmus en las dos últimas elecciones –o sea, que el FPV perdió votos- y el gran premio de la noche en realidad fue para Martin Lusteau, el joven economista autor de la 125, la medida que más polémica generó bajo gobierno kirchnerista. Pero Lusteau, que aparece como “lo nuevo”, está lejos de querer renovar el imaginario político de la centro-izquierda. Aunque el escenario aparece prácticamente cerrado para las próximas elecciones de julio, sabe que puede mejorar su chance frente al oficialismo local, a partir de un discurso moderado, de centro-derecha, que apuesta a colocarse por fuera de “las falsas antinomias”, bajo la promesa de reconocer “todo aquello que hizo bien el gobierno de Macri”. No por casualidad ya anticipó una estrategia política que buscará atraer votos entre los desencantados con el triunfo de Rodríguez Larreta.
Finalmente, el FIT se consolidó como la primera fuerza entre las izquierdas, pero está lejos de repetir los muy buenos resultados logrados en otras provincias. Desde ese espacio, los porteños tendrán que decidir entre una izquierda con referentes nacionales, como el FIT, o una versión puramente local, representada por Luis Zamora. Pero el dato crucial no es la falta de unidad de las izquierdas, sino el hecho de que los votantes de la ciudad de Buenos Aires, antikircherismo mediante, abandonaron la disputa por el progresismo y apostaron de lleno al imaginario político conservador.
(*) Socióloga y escritora.