Hay una revista de cine que se llama La vida útil. Se edita en Córdoba y aparece dos veces al año. Su reciente número dos tiene casi doscientas páginas y mucho para leer. La vida útil está bien escrita, no es académica (aunque hoy nadie puede huir del todo de lo que se enseña en las universidades), es razonablemente plural (no es el órgano de una camarilla ni es estúpidamente ecléctica) y, sobre todo, es ambiciosa en el sentido que la palabra tiene para las mejores revistas de cine. Esto es, la urgencia por decir que el cine no es lo que se cree sino algo mucho más importante, que excede largamente el consumo de pochoclo, pero también la erudición y hasta la técnica. En otras palabras, que es una materia viviente y un camino fecundo para encauzar la vida. Esta pulsión de afirmar el cine como centro del mundo se respira en cada página de La vida útil y por eso vale la pena leerla, porque esa pulsión cinéfila le da pertinencia, vigor y actualidad.
Esa ambición debe expresarse de varias maneras concurrentes. Por un lado, debe dar cuenta de la historia del cine, rescatar lo olvidado, corregir lo equivocado, revivir lo que parecía inerte. Pero, sobre todo, necesita de una mirada sobre el presente entendido como futuro. El secreto para lograrlo es cierta perspicacia que permite seleccionar, señalar y elogiar lo que pocos han visto y lograr, de ese modo, que el lector que no pertenece al círculo más cercano a la redacción sienta que no puede vivir sin conocer las películas y los directores que la revista toma como banderas. Una revista de cine tiene que contener un dictamen de lo que es imprescindible ver para no quedarse afuera y La vida útil es ejemplar en ese sentido. Las reseñas de este número empiezan con una de Dragged Across Concrete, de S. Craig Zahler, donde Ramiro Sonzini dice: “En un momento donde la evolución y la necesidad de movimiento, inmediato y ligero, es el signo de nuestra época, está orientado a lo opuesto, a mostrar una detención”. Esa preocupación por la época está en el núcleo de la revista y, en las antípodas de la estética de Zahler, aparece un dossier dedicado al coreano-americano Joseph Kahn, rey del video musical y cineasta de culto, quien afirma hacer películas tan cargadas de información que solo pueden ser entendidas cabalmente por la generación a la que la tecnología hizo más inteligente. El sentido de la vida y el cine contemporáneos se expresa también plenamente en una conversación casi íntima de Lucía Salas con la original y solitaria Sofia Bohdanowicz.
Pero en el modo de acompañar la época, tengo una reserva menor que formular. Creo que recorre La vida útil cierto temor por no ir con el flujo del pensamiento ambiente. En ese sentido, en una larga entrevista al programador y crítico Victor Guimarães, este reconstruye (aunque con gran erudición y actualizando todo lo necesario) el eterno relato de izquierda sobre la historia del cine brasileño entendido como una empresa indisociable del Estado y la ideología correcta. Lo mismo puede decirse del fotograma consensual que aparece en la última página, donde se ve una manifestación contra el racismo y la leyenda “La intolerancia no puede ser tolerada”. Pero el cine enseña que nunca fue posible distinguir del todo entre lo intolerable y la censura.