CULTURA
Obra cumbre del Renacimiento

El "David" de Miguel Ángel brilla en Resistencia

Se trata de un calco realizado en nuestro país, de manera digital. Quedó emplazado en la entrada del monumental parque de esculturas que este año celebrará una nueva edición de la prestigiosa Bienal del Chaco.

Bienal Chaco
CALCO. La obra, realizada a lo largo de cuatro meses por las artistas Gisela Kraisman, Denise Di Federico y María Soto, el artista César Soto y el técnico Adrián Vigil, viajó desde Buenos Aires para ser instalada en el parque escultórico de la capital chaqueña. El equipo de ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) se ocupó de los cálculos de resistencia y emplazamiento, y la escultura realizada con tecnología digital fue sometida a una prueba de vientos para medir su tolerancia. | Pablo Caprarulo. Fundación Urunday.

El día abre espléndido. Ha disminuido unos grados la temperatura, es cierto; la brisa que acompaña los impulsos extáticos de la atmósfera no propagan la suficiente energía como para disipar las nubes gordas que por la noche comenzaron a pegotearse para permanecer ahí, indecisas ante la descarga. La calle que perforamos está cosida en sus extremos por la ristra de exuberantes aguaribay, pimenteros, algarrobos, garabatos, tunas. Lo curioso es que plantadas con idéntico empeño, decenas de esculturas interrumpen el paisaje urbano con destellos de asombrosa armonía. 

En la mitad de cuadra se presenta la portada de la Casa Museo Fabriciano, solar donde vivió hasta su muerte, el 8 de septiembre de 2021, el escultor chaqueño Fabriciano Gómez. Para ingresar a la casa hay que atravesar las “Puertas del Paraíso”, obra realizada en madera y bronce que representa a la familia Gómez: el sol en el centro simboliza a los padres y las figuras humanas a los seis hijos; el ángel que cogotea desde lo alto representa a los espectadores invitados a recorrer el lugar. Al otro lado, dentro ya del edén fabricado por este notable artista, nos recibe Gustavo Insaurralde, uno de los tantos entusiastas encargados de preservar y difundir la obra de “Fabri”. Detenidas allí, en la primera sala del lugar, habitan composiciones variopintas que nos permiten acercarnos a la producción temprana del creador: dibujos excepcionales realizados en la Academia de Bellas Artes; certificados y diplomas (reconocimientos por doquier), piezas escultóricas de materialidades diversas como madera, bronce, mármol, de carrara y dolomita. 

De manera contigua se erige la segunda sala, nutrida esta vez con los elementos que Fabriciano utilizó para constituirse en referente de los concursos de escultura en nieve (un chaqueño, ¿se imaginan?) en los que participaron las sucesivas delegaciones argentinas condecoradas desde 1988 a 1999.  La visita continúa por extensos pasillos y recámaras (la habitación de Fabriciano alberga una urna funeraria con sus cenizas. Al pasar por allí, tanto Gustavo como los visitantes que conocieron al artista, descosen el ambiente con la emoción batiente por la pérdida. Un tipo muy querido el Fabri). Al final de la casona se accede a un dilatado comedor que contiene la mesa familiar, más esculturas y una pequeña tabla de trabajo en la que Fabriciano esbozó sus últimas obras durante la pandemia. Al otro lado del panel de vidrio, en el jardín, conviven el estanque cubierto de camalotes y abejas junto a racimos de bambú, gomeros y, claro, más esculturas, como “Nudo en un espacio”, realizada en mármol, única obra traída por el artista desde Italia, que había formado parte de su material realizado y exhibido durante la Bienal de Venecia en 1980. 

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Encendido legendario

Atrás quedan suspendidas como perlas vaporosas las esquirlas del lamento sentido que provoca la muerte del artista en el grueso de la comunidad. De súbito nos encontramos frente a la fachada generosa de una casona de dos pisos, jardín en el frente y extenso patio detrás. En la puerta nos recibe el arquitecto Marcelo Gustin, vicepresidente de la Fundación “El fogón de los Arrieros”, que nos ilumina: “el Fogón no es un museo aunque tenga piezas museables; no es un centro cultural aunque aquí se desarrollen actividades culturales”. Para entender en profundidad la historia de este lugar, conviene enhebrarla a la casa de Fabriciano, porque si bien parecen elementos extraídos de yacimientos distantes, pasajes simultáneos que a simple vista no parecen asociados, ambos conforman la materia elástica del ecosistema cultural que llevó a Resistencia a ser reconocida como la Capital Nacional de las Esculturas. Todos juntos, más en grosor que en sucesión, forman parte de la identidad del resistenciano. En ese territorio fértil emana un pacto susurrante de intercambios que se amontonan sin una orden específica, no por la fuerza, sino por la composición atómica de la realidad, un hecho vital que arrastra a la comprensión funcional del mundo, al menos del vibrante universo testimonial chaqueño, cuyos elementos, todos ellos asociados en una relación que podemos llamar de misterio físico, van de las partículas elementales a las profundidades apenas imaginadas del cosmos, y del que el hombre es, a un mismo tiempo, universo y partícula. 

La historia de “El Fogón de los Arrieros” tiene como protagonistas a los hermanos Aldo y Efraín Boglietti, entusiastas rosarinos que encontraron en esta ciudad la manera de desarrollar sus labores comerciales sin descuidar los impulsos de inspiración bohemia, la preferencia por las vanguardias. La casa chorizo que habitaron en Brown 188 (primer Fogón) se convirtió así en el escenario cultural preponderante en una ciudad que en la década del 40 carecía de todo. Artistas e intelectuales, locales y foráneos, llegaban hasta allí para abrigarse con arte e iluminación en las tertulias forjadas por los hermanos junto a la compañera de Aldo, Hilda Torres Varela -amiga de Borges, Sartre, y así. 

El Fogón que hoy visitamos (Brown 350) nació en 1952, cuando Aldo contrató los servicios del arquitecto Horacio Mascheroni para proyectar una casa fuera de su tiempo, que sirviera para recibir no solo más visitantes, sino también para poder contener y exhibir las obras que sus ilustres huéspedes obsequiaban. El magnetismo fue total. Hoy en el interior de la casa, declarada Patrimonio Cultural de la Provincia del Chaco, coexisten murales de Urruchúa, Marchese y Monségur. Paredes, escaleras y puertas pintadas por Capristo, Jonquíéres, Grela, Gorrochategui, Líbero Badil, Bonome, Arranz, Fernández Navarro; obras de Lucio Fontana, Pettoruti, Stepan Erzia (el Rodin ruso), Páez Vilaró, Soldi, Severini, Castagnino, Grete Stern, Gambartes, Norah Borges, Raquel Forner … La lista es interminable, el acervo incalculable. Y en ese potlatch en el que la distribución de las ofrendas se sucede, no ya en la anarquía del desvarío, sino en la predilección por las formas extrañas en la administración del amor al arte, se ofrecen además objetos patinados con la laca mítica de los acontecimientos: los guantes que utilizó Monzón cuando noqueó a Benvenuti, la hélice del avión de Jean Mermoz, fusiles de la guerra de la Triple Alianza, y un largo etcétera. 

Fue en los primeros años de la década del 60 que en Aldo germinó la idea del arte extramuros, esculturas sembradas en el espacio público, incorporar el arte a la cotidianidad de los habitantes de Resistencia. De manera que aquí se sentaron las bases para lo que luego Fabriciano -habitué del Fogón- potenció y que desde 1988 se desarrolla de manera ininterrumpida: el prestigioso certamen internacional de esculturas.

En busca del gigante

La última parada representa quizá el cierre de este capítulo cultural del norte de nuestro país; no así el último eslabón, porque el empuje de Aldo y Fabriciano se multiplica en todos aquellos que prosiguen con la gesta. Lo que hoy nos convoca, además de presentar la Bienal de Esculturas de este año (del 13 al 20 de julio), es la materialización del viejo anhelo de Fabriciano ( “Cuando el David esté en Resistencia no habrá necesidad de cruzar el océano para admirarlo”), ejecutado por el compromiso y dedicación inclaudicable de la Fundación Urunday. A partir de hoy, Resistencia ostentará una copia fiel de una de las obras cumbre del Renacimiento. 

En la entrada al predio del Domo del Centenario múltiples esculturas metálicas escupen los reflejos del disco multicolor que lentamente rueda hacia el milagro de la transformación en la hoguera del tiempo, develando el cielo un avance minúsculo de las estrellas que se escurren en ese momento del día en que se produce la última reserva de luz diurna, la fuga acelerada del friso. A lo lejos se oyen los primeros motores del ocaso ensuciando el silencio que, en un punto infinitesimal de la totalidad del momento, desean con toda su alma apagar la claridad del día en ese rincón del parque; las luces de artificio proyectadas desde el piso, luego de cabalgar por sobre la negrura, quedan ahí, impregnadas en el inmenso telón negro que abriga al gigante, como un puñado de filamentos de fuego encendido. 

Se precipita una brisa muy baja, intermitentes rulos de viento que expulsan a los mosquitos. (Un enjambre de familias se abre hacia la sorpresa, espléndidas máquinas de sangre con sus sombras extendidas en el asfalto; a lo lejos, luces ardientes manchan los bordes del río Negro con el resplandor de un incendio forestal.). Josese Eidman, presidente de la Fundación Urunday, es el encargado de la apertura: “Fue un objetivo acariciado por Fabriciano y, tras su partida, la Fundación Urunday asumió el desafío de hacerlo realidad,  sólo gracias a una suerte de gesta plural donde muchos actores en sus distintos roles pusieron su mejor interpretación; pusieron su incondicional y permanente apoyo y compromiso. Este David, insisto, es una gesta plural y de verdad, no deja de sorprenderme la trama solidaria, esa unión que hace la fuerza... Vaya aquí mi agradecimiento a mecenas, instituciones, amigos que acompañaron este proyecto que hoy se hace realidad”. 

Palabras recogidas y amplificadas por el siguiente orador, el gobernador Leandro Zdero: “Los resistencianos y los chaqueños podemos enviar un mensaje al cielo, a ese Fabriciano que soñaba con este David, que estamos orgullosos por la tarea cumplida. Valoremos lo que tenemos, a veces las cosas no surgen de la noche a la mañana, pero hoy estamos presenciando el trabajo de mucho tiempo y muchas personas; todos tenemos que sentir orgullo y ratificar el sentido de pertenencia que nos caracteriza”.

La oscuridad llega precipitada para cerrar el día como una almeja; el despliegue de la noche sobre el día descoloca los sentidos, sacudidos a la vez por ráfagas de emoción contenida. El vuelco es asombroso. En lo alto, el colosal David ahora descubierto y abrigado con alabanzas y aplausos, queda emplazado como la obra número 668 en Resistencia, la Ciudad de las Esculturas, para ratificar así el lugar de privilegio que ocupa en el mundo.

 

Más información: 

https://www.fundacionfabriciano.org/

http://fogondelosarrieros.com.ar/

https://www.bienaldelchaco.org/2024/

http://www.fundacionurunday.org/