No sólo es el filósofo de moda en Europa sino que, además, Byung-Chul Han (1959, Corea del Sur) desde 1996 hasta ahora ha publicado alrededor de veinte libros en alemán, todos de corta extensión. Se han traducido ocho al castellano, aunque no en el orden en que fueron originalmente publicados. El más reciente, La salvación de lo bello, se publicó en alemán el mismo año: 2015. El que lo convirtió en la nueva estrella filosófica, en 2012, es La sociedad de la transparencia, publicado en nuestra lengua por la editorial Herder (que también tiene en catálogo La sociedad del cansancio, La agonía del eros, En el enjambre, Psicopolítica, El aroma del tiempo y Filosofía del budismo zen), que distribuye localmente Manantial. Todos los textos de Byung-Chul Han se remiten los unos a los otros, por lo que con frecuencia sus argumentos se repiten de una obra a otra. El estilo es simple, pero muchas veces eso resulta engañoso respecto de los conceptos puestos en juego y muy fácilmente se lo puede confundir con un divulgador.
Esto no quiere decir que, por el contrario, Byung-Chul Han descuelle como un gran pensador. Más bien, sus textos lo muestran como un gran lector de filosofía y bastante sutil para extraer categorías y motivos sobre el orden occidental del mundo. Gran parte de su aparato crítico se compone del pensamiento de Heidegger, Nietzsche, Marx, Foucault, Benjamin, Agamben, Sloterdijk y –sobre todo – Baudrillard. El aire general que emana de sus intervenciones, por lo tanto, procede de una crítica radical a la modernidad y a las sociedades capitalistas avanzadas (liberales o neoliberales), conjuntamente con sus tecnocracias y estéticas. O, en otras palabras, Byung-Chul Han se presenta como un epígono de la línea de fuego del pensamiento contemporáneo abierta desde Bataille o, acaso, desde el neonietzcheanismo de izquierda de los 60, con ramificaciones en la filosofía del “afuera” de Blanchot o la deconstrucción derridiana. Si se quiere, en un sentido muy amplio pertenece a la continuidad de un posestructuralismo que puede asimilar (y usar ad libitum) el Dasein heideggeriano, las caracterizaciones políticas (ya psicopolíticas) de Hannah Arendt, el antiliberalismo de Carl Schmitt, la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, la biopolítica de Esposito o las máximas forjadas por el martillo de Zaratustra.
La articulación de este rompecabezas –y no interesa el grado de completud lógica– no es imposible y los textos de Byung-Chul Han lo demuestran con su sistema de citas, su tópica y su modalidad inconformista. Esta heterodoxia en la que se desplaza su obra y la flexibilidad para hilvanar conceptos dispares, con diversa suerte, lo invisten justo con lo necesario para atribuirle una “impostura intelectual” (en consonancia con el libro de 1997 de los físicos Alan Sokal y Jean Bricmont), lo que no haría más que ponerlo a la altura de Derrida, Lacan, Virilio o Luce Irigaray como “impostores”. En todo caso, aparte del buen signo cultural que supone la obra de un filósofo entreverada con best sellers mundiales, últimamente venía haciendo falta un lenguaje iconoclasta y disolvente como el de Byung-Chul Han, pese al efecto déjà-vu que genera. Desde cierto punto de vista, y con mucho, el fantasma de Baudrillard vagabundea con comodidad excesiva en la mayoría de sus ensayos sociológicos y marca el tono shockeante (lo que evoca como método al Benjamin de La obra de arte en época de su reproductibilidad técnica), pero para algunos el siglo XX y el XXI no serán foucaultianos –como solicitaba Deleuze– sino baudrillardescos.
Otro asunto, menos formal y más fastidioso, toca a los fundamentos ontológicos del pensamiento de Byung-Chul Han, porque no se sabe bien si se trata de una ontología negativa al modo de la nada de Heidegger o de la ilusión radical de Baudrillard, o de ninguna. Los partidarios de calificar como “imposturas intelectuales” esas ontologías (y, aun, la ontología como tal) se reirán de esta duda. No importa, la risa es saludable. Sin embargo, a aquellos que se toman en serio estas cosas les gustaría hacerse de alguna respuesta. Y bien, entre los libros de Byung-Chul Han publicados en castellano en 2015, Filosofía del budismo zen (2002, en alemán) en parte responde a este interrogante cuando afirma que el concepto central del zen lo constituye nyat, palabra sánscrita que significa “vacuidad” o “nada”. ¿La última estrella filosófica que celebra Occidente es un filósofo de la nada? Todo lo indica, aunque no en sentido heideggeriano –como lo subraya este interesante ensayo al comparar el concepto de nyat con el de la nada en la filosofía occidental– sino de los pensadores zen de la muy notable Escuela de Kioto.