DEPORTES
Bayan mahmud

Escape en barco a Plaza Garay, y de ahí derecho a la Bombonera

Se fue sin rumbo luego de que mataran a su familia. Llegó sin saber adónde. Alguien lo acercó a Boca.Y hoy es el cuatro de la Cuarta.

Nueva vida. Hoy tiene 18 años. Cuando llegó al país, con 15, no hablaba ni una palabra de español ni sabía dónde estaba. Fueron tres semanas de navegación. A sus padres los habían matado en un enfrent
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Bayan Mahmud, que recién llegó al país, no sabe dónde está. No habla. Cuando se entere del nombre del país, apenas tendrá referencias por la Selección argentina. Y recitará los apellidos de futbolistas que alguna vez vio por televisión. O que escuchó hablar en su otro país: “Maradona, Messi, Verón, Carlitos Tevez, Ortega”. Cuando la patria es un quinteto de futbolistas.

—En Ghana por todos lados se hablaba de ese Maradona. De Messi también.
Ese Maradona. No “Diego”, ni “el Diego”, ni “Maradona”, ni “Pelusa”, ni “el diez” ni “Maradó”: “ese Maradona”. Ese jugador que alguna vez compartió equipo con Alphonse Tchami, el único africano que jugó en Boca.
—El año pasado algunos me decían “Tchami”. Ahora ya me reconocen y me llaman por mi nombre. El joven de 18 años, que hasta hace dos años y medio no sabía ni una palabra de castellano, suelta las palabras en el más puro argentino. Dice “che” y “boludo” con la naturalidad de alguien nacido en Barracas, y se permite hacer chistes que desentrañan su personalidad y su arraigo al país de Maradona y Messi. En Twitter publicó: “Ahora que se puede blanquear, espero que no me blanqueen, a ver si quedo como Maxi López”.

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La vida de Bayan es como un dado que salió disparado de un gran cubilete. El pibe de pelo afro y sonrisa fácil cayó en Argentina, un lugar cualquiera. La tierra donde no se habla su idioma, donde nada se parece a su país de origen y donde, curiosamente para él, no hay encarnizadas luchas de tribus.

De la plaza a un estadio. Su doble vida tiene una fecha de nacimiento documentada el 15 de diciembre de 1995 y otra cuando puso su cuerpo en una nueva placenta: el 3 de octubre de 2010 desembarcó en Argentina y, como un recién nacido, no habló. No pudo hablar; no supo con quién. Tres días de mudez. Dos senegaleses lo encontraron en la calle y lo llevaron a Migraciones para que le consiguieran un tutor y una pensión para dormir. Bayan pasó a ser un habitante de Constitución, y un sábado caminaba por la Plaza Garay: “Negro, ¿querés jugar?”, le gritaron. El ghanés entre los argentinos se destacó no sólo por su aspecto. Jugó para los que iban perdiendo y, a partir de su presencia, el equipo ganó. Al final, a Bayan le dieron veinte pesos. “Para mí, una fortuna”, recuerda. Desde entonces se sumó a jugar esos partidos por plata, hasta que lo vio Roberto García, un hombre que lo acercó a su paraíso: “En diciembre fui a Boca y quedé. Me dijeron que volviera en febrero, después de las vacaciones. Primero me tomaron la prueba Horacio García y Madurga. Después me fichó Griffa”, detalla Bayan.
—¿Conocías a Boca?
—No, a ningún equipo. Mis amigos ahora conocen el club por mí. No pueden creer dónde estoy. En Ghana nunca había jugado en un club.
—¿Qué te llama la atención del fútbol argentino?
—Cómo se viven los partidos, la cantidad de gente que va a la cancha.
—¿Vas siempre a la Bombonera?
—Sí, soy fanático. Cuando voy, los hinchas piden sacarse fotos conmigo y también que les firme autógrafos.
—¿En el colegio también te va bien como en la tribuna?
—Me cuesta. Al jugar en las inferiores de Boca y vivir en la pensión del club, estoy obligado a cursar el secundario. Me destaco en inglés y matemática. Pero en lengua e historia no me va bien.

Primera clase. La familia de Bayan fue aniquilada en 2005. La guerra le mató a su sangre; su hermano es ahora el único vínculo directo. Sin embargo, todavía están separados por los 8.266 kilómetros entre Argentina y Ghana. “Quiero traerlo acá, estoy haciendo las gestiones. Acá se puede vivir tranquilo, allá no. Igual mi hermano juega al fútbol en un equipo de la capital, que no es tan peligrosa como mi pueblo”. Hijo de un futbolista, Bayan sueña con debutar en Primera: “Quiero ser como el Negro Ibarra”.
—¿Viste videos de él?
—Sí, es un crack. Me dijo que voy a ser ídolo como él.
—¿Siempre jugaste de cuatro?
—No, antes jugaba de ocho. De cuatro empecé a jugar en la Cuarta. También puedo ubicarme en cualquier lugar de la defensa y de cinco.
—¿Hablás con los jugadores de Primera?
—Sí, me los cruzo en el gimnasio. Y fui a la casa de Clemente Rodríguez a comer un asado. Tengo su número de teléfono, pero no lo llamo para no molestar. Si él quiere que vaya a algún lado, me llama.
—¿Hablás con Riquelme?
—Sí, me pregunta siempre cómo estoy, si estoy jugando.
El lateral derecho de la Cuarta de Boca sonríe cuando recuerda a otro de los jugadores de Primera con el que tiene su anécdota. “Apenas llegué no tenía botines y Mouche me regaló los suyos; antes jugaba con los de él”, dice quien atesora, también, la camiseta de Juan Manuel Insaurralde.
“Hacía tiempo que no tenía tranquilidad”, cuenta, y se le nota en el semblante. Esa sonrisa de publicidad de dentífrico es la marca permanente del chico que se tiene fe para debutar ahora mismo. Bayan reza cinco veces por día. Musulmán, ghanés y bostero es la trilogía de etiquetas que carga en su perfil. El pibe que perdió el miedo quiere demostrarlo en la Bombonera.
—Estoy preparado para jugar en Primera. No me van a temblar las piernas.
—¿Con qué soñás?
—Con jugar en la Selección argentina. Si no tengo chances, ahí sí jugaría para Ghana.
Por ahora es parte del proyecto de Coqui Raffo, el encargado de las inferiores de Boca que pretende implementar el modelo Barcelona. Bayan lo va a recordar después de asegurar que él en España es hincha del Real Madrid, donde juega su compatriota Michael Essien. “Mejor poné que soy del Barcelona”, se ríe Bayan, que hace de la picardía un estilo de vida. Como ese otro tuit en el que escribió: “Quiero la Libertadores y una...”.
—¿Cómo se completaría la frase?
— …
—¿Lo dejamos ahí?
Apagá el grabador y te digo.