El elegido fue siempre él. Más allá del lógico voto de confianza que la dirigencia de Boca acaba de decidir extenderle a Carlos Ischia, renovándole su contrato por otro año con un aumento de casi el 40 por ciento respecto de lo que percibiera en 2008, en la cabeza de los directivos xeneizes la vuelta de Carlos Bianchi ya estaba decidida mucho antes de la reunión de Comisión Directiva de este lunes, en la que será oficializada por el presidente del club.
Más concretamente, fue allá por fines de 2007 que, tras la renuncia forzada de Miguel Angel Russo, el entonces presidente boquense Pedro Pompilio y sus laderos más cercanos fueron a la carga por el Virrey, quien en ese momento no quería ni podía retomar el cargo en el que tantas satisfacciones diera a los de la Ribera.
Fue allí que, en su obsesión por contar con él de nuevo en el banco, Pompilio y compañía diseñaron el plan que hoy finalmente se concreta con algunas alteraciones lógicas, por no decir inevitables teniendo en cuenta el título que el club acaba de obtener de la mano de Carlos Ischia en el último Torneo Apertura.
La idea, como adelantó en diciembre de 2007 Perfil.com, era que algún técnico de perfil bajo o con el que la hinchada no se identificara mucho dirigiera al equipo por seis meses, e ir preparando en ese tiempo el terreno para que luego ya sí Bianchi volviera a hacerse cargo del plantel. Y nadie mejor para ello que Ischia, quien había sido ayudante de campo del Virrey y declaraba por entonces no tener problemas en volver a ser luego su "segundo".
Así fue que Ischia quedó al frente de Boca en esos últimos días de 2007, a modo de un técnico "de transición" que en teoría concretaría una pequeña limpieza de jugadores "históricos" dentro del plantel para que, al volver, Bianchi no tuviera que lidiar con esa tarea desagradable, especialmente tratándose de hombres que con él habían ganado todo.
Lo que no imaginaban los dirigentes xeneizes era que, lejos de aceptar mansamente el destino que les habían trazado, Ischia y futbolistas como Martín Palermo o Hugo Ibarra iban a rebelarse haciendo de Boca un equipo nuevamente muy fuerte en la edición 2008 de la Copa Libertadores, capaz de producir algunas actuaciones realmente memorables en canchas tan difíciles como el Mineirao de Belo Horizonte.
Más allá de la eliminación sufrida a manos del Fluminense, efectivamente, ya en ese torneo Boca había demostrado que, con Ischia como DT y sus viejitos de siempre, podía seguir siendo un equipo de temer. Como también lo había hecho en el Clausura 2008, en el que bien pudo arrebatarle el título a River de no haber sido por la seguidilla de partidos que debió afrontar como consecuencia de su participación simultánea en la Libertadores.
Todo eso marcó la primera alteración del plan urdido por los dirigentes xeneizes, ya que, con las aguas calmas y Bianchi aún dubitativo respecto de volver, no hubo problemas para que Ischia completara su año de contrato en el cargo de DT.
El segundo y más grande cambio respecto de aquella idea inicial de la dirigencia llegaría recién con el equipo ya clasificado para el triangular final por el título del Apertura: abierto a escuchar ofertas luego de no ser tenido en cuenta para la Selección, Bianchi volvería. Pero ya no como DT sino en la función de manager, lo que permitiría al flamante presidente xeneize Jorge Amor Ameal fortalecerse en el cargo al que había llegado por la inesperada muerte de Pedro Pompilio.
Claro: en el medio, Ischia había demostrado ser un muy buen piloto de tormentas, pero algunos trapitos sucios del plantel ventilados por la prensa -especialmente el conflicto entre el DT y el arquero Mauricio Caranta- habían demostrado la necesidad de producir modificaciones en la estructura del fútbol boquense, como la que la llegada de Bianchi generará al quedar él como único responsable del área en lugar de los vicepresidentes Juan Carlos Crespi y José Beraldi.
No resulta casual, de hecho, que, al saber de la inminente desaparición del Departamento de Fútbol que los tiene como cabezas visibles, tanto uno como otro dirigente se hayan manifestado ayer en apoyo a Caranta, ni que Crespi directamente haya cuestionado la contratación de Bianchi diciendo que "no era necesaria" y que se justificaría sólo si llegara "como técnico y no como manager".
De esta manera, en definitiva, lo que el presidente Ameal busca básicamente es dejar bien de lado el peligro de volver al "cabaret" de los primeros tiempos de la gestión como presidente xeneize de Mauricio Macri, que justamente desapareciera como por arte de magia en 1998 gracias a algunas muy inteligentes decisiones adoptadas por Bianchi.
Ahora más que nunca, esa magia será cara para Boca (se habla de 1.700.000 dólares por cada uno de los tres años que durará el contrato con el Virrey), pero, para la dirigencia xeneize, esa inversión bien vale la pena. Especialmente, para Ameal, que, como hombre del riñón de Mauricio Macri, bien sabe de la importancia de un gerente que cuide la imagen del club y la suya propia. Y también, de cómo Bianchi puede ser mucho más eso que un simple director técnico.
(*): Redactor de Perfil.com.