Mientras la dinámica alcista de los precios continúa presionando a la inflación, en una semana donde se conocieron los números de junio (5,3% y un acumulado anual del 64%) y con pronósticos más elevados sobre julio (encima del 6%), no son pocos los que ya mencionan a la hiperinflación como parte de un potencial escenario en 2022.
Desde los que rechazan algún tipo de riesgo, tal como lo hizo la portavoz presidencial Gabriela Cerruti, hasta quienes predicen una situación con valores cercanos a la última hiperinflación de 1989, como lo indica Nicolas Dujovne, es evidente que este factor se sumó al debate público frente a los aumentos sin respiro y los tarifazos.
Por un lado, aquellos que sostienen la idea sobre una posible hiper en la actualidad refieren a ciertos factores similares con lo sucedido durante los últimos meses del gobierno de Alfonsín (tensiones políticas contra la gobernabilidad, fuerte emisión de deuda e incertidumbre por los resultados del plan económico). En cambio, otros desestiman el riesgo a causa del comportamiento previsible del aumento de precios y una situación de déficit fiscal que no llega al desempeño alcanzado hace 33 años.
Entonces, ¿cuál es la postura más certera? ¿Es posible una hiperinflación en Argentina para 2022?
Contrastes y parecidos con la Argentina de 1989
La última hiperinflación en el país sucedió dentro del período 1975-1990 donde, exceptuando 1986, todos los años acabaron con una inflación anual superior a los 3 dígitos. Juan Latrichano, doctor en Ciencias Económicas y autor de varios libros sobre historia económica argentina, señala que el entonces Plan Austral pudo “sofocar la inflación” durante su primer año de existencia.
“En 1986 se produjo una inflación de 2 dígitos durante el Plan Austral, que apuntaba a sofocar la inflación. Allí se manejó una política para sacar la incidencia inflacionaria en los contratos existentes. De alguna manera, tuvo su pequeño éxito en el primer año y luego se resintió”, sostiene.
Previo a esta instancia, en Argentina solo se verificó un año superando el 100% anual: fue en 1959, durante la presidencia de Arturo Frondizi (113%). “Ese fue un año aislado y en aquellas circunstancias, fue motorizada por una macro devaluación”, indica Latrichano.
Volviendo al período 1975-1990, el analista económico calificó la etapa como “monetarista y caracterizada por una muy fuerte suba en la tasa de efectivo mínimo del Banco Central”.
“En aquellas épocas se había instalado un mecanismo monetario conocido como Cuenta de Regulación Monetaria, que se expandía per se liquidez más allá del control fiscal. Y esto derivaba en un problema cuasifiscal, con quebranto para el Banco Central. La cuenta era expansiva mediante compensaciones monetarias que el Banco Central les hacía a los bancos. Y esto se incrementó geométricamente allá en 1989”, considera.
Al ser consultado por las similitudes con la situación actual, Latrichano menciona dos características que considera “notorias” de una hiperinflación: el carácter de impredictibilidad de la inflación y el carácter de crecimiento de la misma.
Y agrega: “En el caso actual, veníamos hasta el mes pasado en una inflación descendente. Con lo cual una condición no se estaría dando. Y la inflación sigue siendo predecible. Ahora se habla de que julio podría estar cerca del 8%. Personalmente tengo mis dudas: pienso que la inflación va a encontrarse nuevamente en la zona entre un 5 y 6%”.
Hiperinflación: cerca, pero no tanto
Por lo tanto, Latrichano remarca “una enorme diferencia” entre ambas épocas, pero si destaca la importancia sobre una mayor unidad política dentro del Gobierno, aludiendo a Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
“Es muy importante que se subsane el inconveniente político y manifestado en lo económico entre las visiones desiguales entre el presidente y la vicepresidente”, enfatiza el analista.
En este último punto coincide Juan Luis Bour, director y Economista Jefe de Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), al manifestar la existencia de una “descomposición del poder político” como aspecto semejante a la última hiperinflación. En este apartado también incluye la coincidencia de “una fuerte emisión de deuda y emisión asociada a los desórdenes fiscales”.
Sin embargo, Bour sostiene también que existen “pronunciadas diferencias” que limitan la posibilidad de una hiper este año.
"Hay pronunciadas diferencias, como un sistema financiero regulado que fue aprendiendo de colapsos previos y que sigue siendo muy pequeño en relación con la economía. También los cambios tecnológicos y regulatorios que limitan esa posibilidad y la perspectiva de un cambio de gestión en el horizonte no muy lejano”, agrega el especialista.
María Castiglioni Cotter, directora de la consultora C&T Asesores Económicos, afirma que “la situación se tiene que deteriorar más” para llegar a una hiperinflación.
“Es el final de un proceso, cuando la gente ya rechaza la moneda. Y en realidad, ahora tenes superávit comercial y un nivel de exportación muy alto, con lo cual no están todos los ingredientes dados. Cuando uno mira el '89, tenías una inflación mucho más alta y de varios meses antes y una situación de déficit fiscal y comercial mucho mayor”, agrega.
Castiglioni si hace referencia “a un ingrediente de inestabilidad política e incertidumbre” y la posibilidad de que cualquier aspecto “pueda desatar más incertidumbre”.
“Tampoco estamos tan cerca de eso (una hiperinflación), pero sí estamos en una situación inestable y con un nivel de inflación elevada, alta y peligrosa”, asegura la especialista.
Subsidios de tarifas y Salario Básico Universal: los principales problemas del Gobierno
De acuerdo con el último informe del Indec, seis rubros se ubicaron por encima de la inflación de junio. Uno de esos sectores fue vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (6,8%), a causa de los aumentos en las tarifas de electricidad y gas.
A esto se le suma los aumentos predefinidos en julio a través de una resolución del Gobierno, donde se estipuló que el ENRE y Enargas dispongan un incremento entre el 18,5% y el 25% para el gas, de acuerdo a la región del país, y un 15% para la electricidad. Por eso y como parte de sus primeras medidas como ministra de Economía, Silvina Batakis anticipó el mantenimiento de la segmentación de tarifas por poder adquisitivo y el acceso a un registro web para aquellos usuarios que soliciten conservar los subsidios en la boleta de luz y gas.
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Para Martin Kalos, director de EPyCA consultores, es “imperioso” llevar adelante una política de subsidios en las tarifas de servicios públicos, haciendo énfasis en el sector energético.
“Tiene que ser una política eficientizada: no tiene sentido seguir subsidiando a sectores de ingresos medios y medios altos en las zonas urbanas, y al mismo tiempo tener prácticamente al 30% de la población sin acceso al gas de red y pagando más por una garrafa”, sostuvo.
Kalos agrega que el objetivo es encontrar un esquema “que deje de subsidiar a quienes puedan pagarlo y subsidie a aquellos que no pueden llegar con las tarifas”. De esta forma, dice el especialista, el ahorro generado iría destinado a “hogares que lo estén necesitando o a la obra publica para ampliar la capacidad de transporte y de generación de energía”.
“También es un ahorro fiscal muy necesario, ya que si no el déficit se financia con emisión monetaria y eventualmente repercute en la suba de dólares paralelos y en una aceleración inflacionaria”, considera Kalos y critica que está política de subsidios “todavía no este en la agenda del gobierno”.
Julián Zicari, economista investigador del Conicet, apunta a que el Gobierno “tendría que hacer ahora” una nueva actualización de tarifas.
“No se están tocando y no lo van a hacer el año que viene, por eso las tarifas se van a tener que actualizar”, asegura.
En este sentido, Zicari menciona una serie de acciones calificadas como “anclas tradicionales” cuyos propósitos son requeridos por los gobiernos de turno para una estabilización del sistema de precios en Argentina, “como planchar el dólar o no aumentar el gasto”.
“Esas anclas están funcionando en este momento, pero están flotando en el agua: el dólar está atrasado, el gasto real no está subiendo mucho y, sin embargo, la inflación no para de acelerarse. Más el problema de la incertidumbre y la descoordinación económica que viene sufriendo el gobierno, es muy difícil este panorama”, reconoce el economista y adhiere la necesidad de “tener de vuelta una unidad política” dentro del oficialismo.
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Otro de los temas calientes dentro del Frente de Todos pasa por la discusión por el Salario Básico Universal. Pese a que Batakis sostuvo que no está en los planes inmediatos, sectores del Gobierno buscan impulsar un proyecto de ley y el debate quedó instalado en la agenda política, entre sus adherentes y quienes están en contra.
Kalos califica como “complicada” su discusión al precisarse de fondos presupuestarios “que hoy el Estado argentino no tiene”. E indica que “sería más loable” focalizar el objetivo en las familias que más lo necesiten en vez de pensarlo “de manera universal”.
“Si lo que se dice ‘universal’ es focalizado en los hogares más pobres, puede tener sentido. Si no, repetimos el mismo error de los subsidios: darle plata a quienes no lo necesitan con urgencia”, afirma.
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Por su parte, Zicari cree que el proyecto pueda continuar ya que “no sería tan oneroso para las cuentas públicas e incluso podría ir al consumo”. Pero remarca que la demanda de divisas y su consecuente impacto en el crecimiento del país pueda afectar esta medida.
“Es un problema histórico estructural de Argentina: el país cuando crece, demanda muchas divisas. Este año viene creciendo al 6% y ese crecimiento va a desacelerar por la falta de dólares que están anunciando ahora. Encima, el año que viene van a tener grandes presiones cambiarias por ser año electoral: donde más se va a sentir esto es en la reactivación económica y en los ataques especulativos, por lo que la presión sobre las reservas va a ser muy alta”, explica.
NM - LM / ED