Las elecciones se ganan en pocos kilómetros cuadrados a la redonda: sí, los mismos que separan a los countries privados de Nordelta de la villa San Jorge, en San Fernando, donde nació Juan Román Riquelme. El Conurbano –definición menos precisa pero, al mismo tiempo, más exacta– es un conjunto que encierra las mayores diferencias sociales de la Argentina: amplios sectores fabriles, los barrios más ricos, la mayor incidencia de fenómenos climáticos, como las inundaciones, y lo que es más importante, casi el 40% del electorado nacional.
El tomo referido al Gran Buenos Aires de la Historia de la provincia de Buenos Aires, dirigido por Gabriel Kessler, brinda una completa radiografía de algunos elementos que lo componen. Cómo desde la gestión de Eduardo Duhalde se estableció un vínculo directo entre los intendentes y el gobierno nacional, que muchas veces prescinde del gobierno de la Provincia, transformando la región en una identidad tan fragmentada como ambigua.
El Gran Buenos Aires es, para los científicos sociales, muy difícil de definir en sí. Pero, al mismo tiempo, es claramente una identidad, pese a los pocos rasgos comunes entre Avellaneda y Hurlingham, entre San Isidro, entre Ezeiza y Vicente López. El lector puede encontrar que en los años de la democracia nombres como los de Hugo Curto, o apellidos como West, Mussi o Posse, se repiten en una continuidad mayor que el de otros poderes.
Lo que sí puede señalarse es la existencia de una frontera cultural a veces difícil de definir a través de los datos: en muchos lugares, equidistantemente de la General Paz, diez cuadras para un lado o para el otro, se vota casi de manera opuesta. Mientras que en ciudades como San Pablo o México, el nombre “gran” incluye al área metropolitana, en nuestro país, sobre todo en los últimos años, Gran Buenos Aires marca una diferencia con CABA.