ESPECTACULOS
Baile, pogo y hasta emotivos momentos

Manu Chao y su fiesta "Clandestina" en Club Ciudad

El cantante hispano-francés convocó anoche a 30.000 personas, en lo que fue el primero de tres recitales en Buenos Aires. Galería de fotos.

0306manuchao468
| Gentileza Sebastin Klein - El Farolito Discos
En un show que duró más tres horas, y ante la presencia de unas 30.000 personas en el Club Ciudad de Buenos Aires, el cantante hispano-francés Manu Chao se lució anoche en el primer recital que ofreció en Buenos Aires, y que continuará mañana y el domingo en el Luna Park con su capacidad ya colmada y con todas las entradas agotadas.
 
Eran pasadas las 21.30 cuando Manu Chao salió al escenario. Todavía no había ingresado todo el público, que comenzó a correr cuando escuchó los primeros acordes. Cargado de momentos emotivos, de los que participaron los miembros de La Colifata, la radio del hospital Borda, el público bailó, gritó, se enfiestó y hasta pogueó con los ritmos del álbum “La Radiolina”, además de algunos clásicos como Clandestino, Mentira, Welcome to Tijuana, Me gustas tú y Desaparecido.
 
Hubo menciones para recordar las torturas y muertes que ocurrieron en la ESMA, ubicada a menos de un kilómetro del Club Ciudad, a las atrocidades que cometió en Medio Oriente el gobierno del ex presidente norteamericano George Bush, “a los políticos que sólo saben mentir”, y el ex Mano Negra hasta dedicó uno de sus temas, La vida tómbola, a Diego Maradona.
 
Rolitas, rumba, reggae, flamenco y hasta una versión de la mexicana Volver, sonaron en una noche enfiestada. Con un sonido mucho más rockero que el que se escucha en sus discos, el recital del ex Mano Negra conquistó al público acompañado de su banda Radio Bemba Sound System. La guitarra de Madjid Fahem fue una de las protagonistas estrella, y casi estalló con los impresionantes punteos que hizo el músico.
 
Manu Chao terminó el recital con el mismo tema que abrió el show, uno de los más celebrados de “La Radiolina”: El hoyo. Con él alcanzó la euforia más extrema, cuando cada vez que amagaba con terminar volvía a comenzar, una y otra vez, una y otra vez, introduciendo estrofas o frases de otros temas, haciendo que el cierre y la despedida se extendieran durante cerca de 40 minutos. Cada vez que Manu cerraba, la gente esperaba ansiosa la última ola. Y así podrían haber estado, infinitamente, si las luces no se encendían de una vez, cuando el reloj se acercaba a la 1 de la madrugada.

* Redactora de Perfil.com.