Spoiler alert: no lea este artículo el domingo por la tarde si no quiere deprimirse.
A 30 años de la firma del Tratado de Asunción que implicó el nacimiento del Mercorsur, los presidentes de Argentina, Alberto Fernández; de Brasil, Jair Bolsonaro; de Paraguay, Mario Abdo Benítez; y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, se verán el próximo 26 de marzo las caras a través de un monitor, respetando los protocolos de la nueva normalidad impuesta por la pandemia y exhibiendo, al mismo tiempo, los síntomas de la vieja normalidad de la integración regional, marcada por el inmovilismo y el proteccionismo.
Según los especialistas, el bloque vive una situación de “parálisis” y se convirtió en la “mímica” de un acuerdo.
En un encuentro virtual bautizado “30 años del Mercosur, la región en debate”, académicos de la región coincidieron en la necesidad de flexibilizar el bloque y negociar acuerdos con terceros países para ganar competitividad, al tiempo que expresaron escepticismo acerca de la firma y ratificación del acuerdo con la Unión Europea (UE). “El Mercosur así como está es un lastre, pero cambiarlo impone un costo”, aseveró Andrés Malamud, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.
Ricardo Markwald, economista y director de RAM-Consultoría Económica, aseguró que el diágnostico es que el bloque “tiene una parálisis y una situación letárgica”. “Son veinte años ya que estamos en esta situación, con reducción del comercio intrazona”, aseguró. Juan Carlos Hallak, investigador de la UBA y el Conicet, subrayó la falta de competitividad y de insumos en los países del bloque.
El bloque vive una situación de “parálisis” y se convirtió en la “mímica” de un acuerdo
Malamud explicó que la integración regional puede ser utilizada como fortaleza, para obstaculizar el ingreso de productos de fuera del bloque; trampolín, para ganar acceso a otros mercados; como “marca” hacia el exterior; servir de “mástil” para anclar reformas; como escudo para defender las democracias; y ser un incentivo electoral, tanto para postular los beneficios de la integración como para culparla de todos los males. “Dejar esta porquería no funcionando es más barato para los dirigentes que tratar de cambiar. Los líderes no están pensando en la eficiencia económica, sino en la estabilidad propia y en los costos de audiencia en las próximas elecciones”, disparó.
“Lo que impide al Mercosur y a cada país salir de esta situación son los compromisos internos y los problemas y dilemas internos que cada país tiene”, afirmó, por su parte, Roberto Bouzas, profesor de la Universidad de San Andrés.
Liderazgo. Entre otros problemas, el Mercosur afrontó en las últimas dos décadas una cada vez menor interdependencia y la falta de liderazgo regional. Según Markwald, “el único que puede liderar es Brasil”, mientras que Malamud cree que “Brasil no puede mandar, sino hacer las cosas solo y llevar a los demás a la rastra”.
Si bien al inicio de su mandato Bolsonaro parecía impulsar la flexibilización del Mercosur y aún insiste con la baja del Arancel Externo Común (AEC), su ímpetu aperturista mermó con el paso de los meses. Sandra Ríos, economista y directora del Centro de Estudios de Integración y Desarrollo, explicó que eso sucedió porque su Gobierno se enfrentó “con lobbies sectoriales proteccionistas de la industria” y porque el propio presidente, a diferencia de su minstro Paulo Guedes, “es un nacionalista que no tiene una agenda liberal en su ADN”.
Bruselas. Los especialistas coincidieron en que el acuerdo con la Unión Europea podría actuar como un “catalizador” que obligue a los países del Mercosur a adoptar reformas, pero expresaron excepticismo sobre la posibilidad de que el proceso se concrete. El acuerdo aún no fue firmado por los jefes de Estado, ni ratificado por los Parlamentos. “Sigo siendo escéptico. El problema no está en el Mercosur, está en Europa. Nunca será firmado por Francia en estas condiciones con Bolsonaro como presidente en Brasil”, sostiene Malamud.
¿Una dosis de optimismo? “El Mercosur tuvo un crecimiento exponencial del comercio en los primeros años. Hubo una contribución”, aseguró Markwald. Oscar Stark, ex viceministro de Industria y de Comercio de Paraguay, coincidió con su lectura. “El año pasado, el 64% de nuestras exportaciones fueron al Mercosur. Es el único destino al que se exporta bienes con cierto valor agregado. Por eso, Paraguay está ganando mucho con este Mercosur súper imperfecto, pero puede ganar mucho más si se perfecciona”.
Argentina y Brasil, las dos economías más grandes del bloque, tienen una participación marginal en las cadenas globales de valor. Uruguay, en tanto, es uno de los socios que amagó con firmar con otros países, pero nunca concretó ante el temor de represalias de Brasil o de terceros, y la indefinición de sus dirigentes.
Marcel Vaillant, profesor de Comercio Internacional de la Universidad de la República de Uruguay, sostiene que los acuerdos comerciales preferenciales con terceros países son “las vacunas” contra el proteccionismo. “Tenemos que ir hacia la flexibilidad. Si Argentina y Brasil creen que mutuamente no, no creo que les signifique un gran riesgo empezar a probar con los países pequeños. Que mande el pragmatismo”, declaró.
En ese sentido, Vaillant pidió “hechos que generen credibilidad relacionados “con la integración física, con la integración energética, con el perfeccionamiento de la hidrovía, con los controles integrados de frontera, con el protocolo de 2019 sobre facilitación de comercio”.