OPINIóN
León domesticado

¿A dónde lleva el rugido de la libertad?

El arte del “saber actuar” hace de un político, un estadista, pero “a los pingos se los ve en la cancha” y la única “castidad” del leonino Javier Milei, que quiere diferenciarse de “la casta” en pelaje, virtudes y miserias, parece haber sido carecer de gestión de gobierno.

Javier Milei
Javier Milei. | NA (archivo)

El primero que se enoja o pierde los estribos en una negociación anticipa su caída, pues revela un temor a perder. O su impotencia en obtener los resultados que anhela. Verlo a Javier Milei vociferar, intimidar o insultar a los demás políticos, a los periodistas que apenas atinan a interrogarlo e incluso a su propio público cautivo o fiel, es ya consuetudinario. Tratarlos de ignorantes y sumirlos en un saber académico cuya pedagogía es apabullar. 

Pero sabemos de la distancia del verso del “saber” al oficio del “saber hacer”. De ahí hay que andar hasta el arte del “saber actuar”: hace de un político, un estadista.

Sin embargo, hay algo que asombra, aunque se lo explique con el que “estamos hartos de todo y de todos”: adolescentes rebeldes de clase media, jóvenes “ni ni” de escasos recursos y también adultos cultos y caminados, lo desean presidente. Será que les pinta el apocalipsis con los colores de una nueva esperanza. 

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Entrevistados algunos de sus acólitos, que esperan que firme su libro nuevo, afirman “le tengo fe” y “sólo él puede salvar el país”, pero no saben cómo. Pese a que él se imagine o ilusione el primer presidente judío – al autor le alcanza que la “cole” viva más segura y no tenga que blindar sus instituciones - pareciera una nueva religión con su ungido y felinomesías. 

Una encuesta midió quién es el candidato preferido de los jóvenes: ganó la indefinición y Milei salió segundo

Aunque para eso ya tenemos a un bravo Lionel, el Messi(as), como se supo agradecer desde la “popu”. El candidato dando puñetazos al aire, asustando con sus garras y hasta rugiendo. Con su despeinada melena roquera, pareciera emular al rey de la selva. 

Discutir el estilo de un político no es importante, lo tiene estudiado. Sí revela su consistencia y también algo de su personalidad. Pero lo que importa, como dice el campero refrán, es que: “a los pingos se los ve en la pista”, lo que Milei ha carecido pues no ha tenido cargos de gestión de gobierno. 

¿A dónde lleva el rugido de la libertad?

En general la “casta” de los políticos los tienen, para mal o para bien, depende de la lente con la que se los ame u odie. Esa “castidad” parece habilitarlo para enunciar que casi todo el resto son una casta y agrupa a: “políticos ladrones, sindicalistas chorros, empresarios y periodistas prebendarios (sic) “.El único que queda por fuera de ese paquete indiferenciado en pelaje y marca, virtud y miseria, sería él. Pues al decir de Luciana Vázquez: “… goza de la inimputabilidad del outsider… no tiene macanas por mostrar”. Lugar por demás solitario, al punto de requerir para que lo acompañen, cansinos personajes de otras castas de la política y también inusuales personajes, como el cumbiero Dipy para ir de una a intendente matancero u otro que propone sustituir la educación sexual por aleccionadores sitios porno, dándose como ejemplo. Eso es tan extraño para el ciudadano como desubicado.

De sus propuestas más controvertidas hay tres. La portación de armas a granel, cuando el ejercicio de policía lo debe realizar el Estado y proveer la mejor seguridad posible. Es solamente admisible que una multitud esté armada en las fiestas gauchas y las jineteadas, donde todos portan sus facones y no hay lugar más seguro y noble. No merecemos los argentinos habitar un caduco y remanido “Fargüés”

La incógnita Milei

En cuanto a la “venta de bebés” considera que "es un mercado más ¿Por qué no voy a poder disponer de mi cuerpo?”. Altas banderas del más rancio libertarismo, hasta rechazadas por los republicanos más a la derecha – si eso aun significa algo- del Congreso norteamericano. Bajo el nombre de alquiler de vientres o gestación subrogada es inquietante que haya allí la posibilidad de un vil e impiadoso comercio, de modo que es el Estado quien debe regular y garantizar la ética en esas prácticas. 

Lo mismo vale en la “venta” de órganos. Estos baluartes del ideario libertario se quieren confundir con el concepto de libertad. Nada más lejos. Pero confunden a los que abrevan de consignas, tiktoks y relatos. Como decían los compañeritos de escuela: la libertad es libre, mientras te molestaban.

Una educación por bonos y promos, que la educación pública sea para los que no pueden pagar la privada, no se parece al ideario fundante de Sarmiento, que eterniza en la roca de los Andes: “On ne tue point les ideés” (“No se matan las ideas”). Se equivocaba el Maestro, la historia enseña que se empieza matando a las ideas, para luego hacer lo propio con los portadores. 

Será por ello que en los siete módulos principales del apartado de educación en la Plataforma de la Libertad Avanza, no figuran ni historia ni geografía.

Inquieta al que escribe estas líneas, profesor en la universidad pública y en universidades del extranjero, que se le atribuya plagio a Milei en sus escritos, o sea referir largos párrafos sin dar crédito de quien los escribió. Que se tomen las ideas y se las haga propias es la intención de quienes las producen y publican. Pero la tradición talmúdica que obliga a citar a los textos por su fuente y autor, es la base más antigua (siglo II e.c.) de la ética de la transmisión del pensamiento. Es el genial Antonio de Nebrija (1444 Sevilla, 1522 Alcalá de Henares) autor de la Gramática Castellana, defensor de la libertad de expresión y el segundo en el mundo en reclamar por los derechos del autor. Dos siglos antes del “copyright”.

Finalmente, pocas veces se lo ve calmo a Javier Milei. Más bien se exalta, profiere improperios en medio de ataques de furia. Preocupa que se le salten las térmicas fácilmente, desplegando un enojo desmedido, decidido a no filtrar su lenguaje, ni soportar frustraciones, propias del juego de la política. A mediados del 2020, Milei anunció que no había tal pandemia como “amenazaban” la OMS y los infectólogos “chantas” y los trató de “pelotudos” e hijos de miles de madres que los parieron, mientras se dedicaban al más antiguo oficio, o sea… Tendría sus motivos, pero ¡qué boquita! Uno no querría verlo presidente retando en cadena y ofendiendo a los ciudadanos, amenazando a sus contrincantes, blasfemando a los que lo acompañan en el gobierno.  ¿O eso ya nos pasó?

Pero, Alejandro Catterberg advierte que “la ola de desencanto es lo que alimenta a Milei y si esa ola se torna en tsunami puede convertirse en presidente”. Por ello es de temer imaginarlo platicando a grito pelado y en pleno furor, con los jefes de estado de otros países o subirla “parada” con nuestros países vecinos, peor de como viene sucediendo. O verlo confrontar a un Congreso adverso, multiplicando las consultas populares que, a fin de cuentas para ser vinculantes, deben pasar por el mismo Congreso. 

Eso puede llevar a situaciones decididamente riesgosas, caóticas y de desgobierno. 

¿Qué más quedaría? Navegar las bravías aguas - fiel a Emilio Salgari -con el Tigre de la Malasia: el impiadoso y enamorado pirata Sandokan, que sabía asolar los mares desde su mítica Mompracem. 

Sabemos que el soberbio león de la Metro Goldwin Meyer –tuvieron siete – rugía feroz pero su rugido no era de él sino de un tigre, porque daba mejor.  De no creer.

* Lic. en Psicología (UBA), profesor Asociado en Psicología Clínica y Psicoterapias; Presidente de APEP Programas de Estudios de Postgrado.