OPINIóN
DEL OTRO LADO DEL CHARCO

Argentina, cuarenta años después

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Fragmentación partidaria. En 1994 empiezan las agrupaciones como la Alianza, FdT y JxC. | cedoc

El resultado del acto electoral denominado “PASO” sorprendió, porque el ganador por muy escaso margen no proviene del armado político partidario que integra el universo institucional del país del siglo XXI, ni tiene la organización territorial que habitualmente avala un triunfo. 

La Argentina nunca fue estrictamente bipartidista, aunque desde mediados de la década del 40 del siglo pasado, la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista dominaron el panorama político hasta la  reforma de 1994, donde comienza una fragmentación partidaria  notoria y los gobiernos, si bien mayoritariamente con la hegemonía del peronismo, se han caracterizado por construir frentes de varias agrupaciones. Los nombres de los que han ejercido el gobierno así lo indican: Alianza, Frente de Todos, Juntos por el Cambio. 

Pero la aparición del movimiento autodenominado “libertario” en estas originales primarias argentinas viene a abjurar del sistema político precedente, que no ha mostrado eficacia para resolver los problemas institucionales, económicos y sociales y ha postrado a la sociedad en una situación de precariedad dramática. 

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No al retorno de tiempos oscuros

A pesar de esta situación que resulta un buen caldo de cultivo para apelar a nuevas propuestas, resulta paradojal que cuarenta años después del acto electoral que diera inicio a este período de la vida política argentina, caracterizado por la ausencia de interrupción de gobiernos por los golpes de estado militares, tal como había sucedido entre 1930 y 1983,  el actual ganador de esta primera consulta electoral haya convencido a sus votantes con un discurso totalmente contrario al que cautivó a las mayorías en aquel ya lejano inicio de la llamada transición democrática.  

Raúl Alfonsín, quien no era el candidato favorito para ganar la elección, sedujo a un amplísimo electorado recitando como credo laico el preámbulo de la Constitución Nacional. Su promesa fue cumplir con la Constitución, tanto en la consagración de derechos, como en la organización de las instituciones, ambos arrasados brutalmente por la última dictadura militar. 

Hoy Javier Milei gana adherentes con la promesa de desconocer principios como la justicia social, la enseñanza pública obligatoria, la promoción de la ciencia y la cultura, que están expresamente consagradas en la Constitución, aunque su reforma no ha sido planteada. 

No es la primera vez que en el vocabulario político argentino aparece la palabra milagro, para describir acontecimientos de la realidad de nuestro país. Y nuevamente se ha apelado a ella para explicar el resultado de las PASO, y para aglutinar esta nueva mayoría. 

Desde 1930, los argentinos fuimos supuestamente beneficiados por supuestos milagros políticos, sociales y económicos que derivaron en el estado de postración que en los tres ámbitos caracterizan nuestro presente. Tal vez, la sola apelación al término  indique la equivocación de la sociedad y sus analistas para interpretar los hechos que protagoniza. Porque la organización racional que caracteriza a las sociedades democráticas se opone al pensamiento mágico, que espera de la acción sobrehumana la superación de sus males.

¿Qué es la democracia, monsieur Touraine?

La interpretación acertada de nuestro orden constitucional indica que las instituciones políticas nacidas del pacto social que le dio origen, deben responder a los problemas de diversa índole por los que atraviesa la comunidad. Si así no sucede, el sistema ofrece los medios para que la población subsane los errores mediante el ejercicio de sus derechos políticos, enriquecidos en la última reforma constitucional por diversas atribuciones que permiten a los ciudadanos participar activamente en las decisiones de las cuestiones públicas. 

La convicción que tales cuestiones se solucionan por obra de la providencia, se opone precisamente a los fundamentos de nuestro sistema político y exhibe la fractura aún no subsanada del acuerdo de convivencia, que significa la adopción de un texto constitucional. La desconfianza en las instituciones que demuestra un segmento de nuestra sociedad civil, sólo revela la pérdida del sentido de responsabilidad que caracteriza a la población de una comunidad democrática y la quiebra de un orden que no parece restablecido. La espera del milagro simboliza la renuncia a ejercer los derechos y cumplir los deberes que el sistema reconoce e impone

Hoy no sabemos cuál será el resultado final de la contienda que empezará con el acto electoral de octubre, pero como la literatura siempre alumbra conviene recordar a Silvina Ocampo que en un relato expresa que los milagros existen, pero suelen ser adversos. 

*Profesor de Derecho Constitucional.