OPINIóN
Análisis

Los argentinos eligen líderes psicopáticos

¿Tenemos algo que ver en el fracaso estrepitoso como país? Nuestros indicadores reflejan algo mucho más profundo que gestiones ineficientes.

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Urna | AP

¿Tenemos algo que ver como ciudadanos en el fracaso estrepitoso como país? Nuestros indicadores, casi todos, reflejan algo mucho más profundo que gestiones ineficientes. La pobreza estructural, el deterioro de la performance educativa, la inseguridad, la inflación, el estado de las calles, la forma en la que fluye el tráfico, la repetición sistemática de las mismas crisis; todo esto pertenece a la sintomatología.

Hablemos de las causas, del problema. Alguien es víctima de una relación cuando no comprende cómo funciona. En los últimos 70 años, los ciudadanos argentinos han tenido líderes con algunas características comunes: Psicopatía. No se trata de una enfermedad, es una manera de ser, una personalidad. Hace un uso particular de la libertad, crea códigos propios, repite patrones conductuales y tiene necesidades de estímulos intensos.
El psicópata no tiene un tipo de conducta psicopática en el cien por ciento de su accionar. Parecen confiables, son seductores, magnéticos, mentirosos seriales y manipuladores.
Otra característica básica es la cosificación, que implica quitarle al otro los atributos que lo valoran como persona, considerarlo objeto y, desde esta maniobra psicológica, poder manipularlo.

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Modos de relacionamiento

  • Asociativo: muchos líderes políticos tejen alianzas, incluso con quienes han sido adversarios o detractores. Todo vale, cuando el proyecto que deben realizar (ganar una elección, una votación en el congreso o simplemente dinero) presenta una necesidad de colaboración. Las relaciones parecen tensas y puede haber peleas, sin embargo, el equilibrio se mantiene mientras persista el objetivo. Los psicópatas son altamente narcisistas, egocéntricas; en consecuencia, el apego que puedan tener a una persona, partido o idea, sólo lo justifica el propósito (por ejemplo, acumular poder, enriquecerse).

 

En los últimos 70 años, los ciudadanos argentinos han tenido líderes con algunas características comunes: Psicopatía. No se trata de una enfermedad, es una manera de ser, una personalidad.

 

  • Complementario: el psicópata que gana una elección o asume un cargo, enhebrará en adelante un vínculo con su complementario (ciudadanos, seguidores o fanáticos). La relación es de doble vía y está lejos del preconcepto víctima-victimario; ambos participan activamente para mantener el vínculo. La sociedad es corresponsable. Estas relaciones se mantienen, pero con explosiones y desequilibrios (cacerolazos, hiperinflación, que se vayan todos). Se forma un circuito psicopático persistente; ningún sistema permanece si no cubre una necesidad. El tipo de necesidad que satisface el complementario con el psicópata, o el tipo de anclaje que hace que esa relación se mantenga, no tiene su base en la lógica. Cualquier observador externo no comprende cómo un país que tiene tantos recursos y talentos, convive con un evidente deterioro de su calidad de vida. Podríamos afirmar que somos una sociedad neurótica.

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Modus operandi

Lo primero que florece en el discurso es la queja. Los argentinos vivimos quejándonos de lo que nos pasa. Sin embargo, reincidimos.
¿Cómo es posible que los ciudadanos elijan a los mismos personajes que han fracasado con la gestión, mintiendo, enriqueciéndose o haciendo lo contrario de lo que habían prometido? ¿Qué beneficios obtienen para continuar en este tipo de relación?
Si se analizan las circunstancias que llevaron a hechos traumáticos (guerra de Malvinas, crisis del 2001, corralito, accidentes de tránsito, impunidad en hechos de corrupción, liberación de presos, etc.)veremos que éstos se repiten y aumentan.
Otra característica del psicópata es su impermeabilidad a las modificaciones. Puede tolerar mucha presión, aguanta críticas o evidencias, sin que se le caiga la cara de vergüenza o dignidad. Obliga al otro (la sociedad) a doblegarse, porque su posición es irreductible; lo pone en la opción de: "es esto o algo peor".

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Se termina luchando, no contra el psicópata, que es inmodificable, sino contra sí mismo. Este obligarse a aceptar con resignación que las cosas son así, es altamente doloroso. Pero es mayor el sufrimiento que provoca la no presencia del psicópata, esto hace que se olvide o amnistíe para continuar con la relación.

La regla de oro que mantiene este vínculo es, por ejemplo: "con el peronismo estamos mal, pero es el único que nos puede gobernar”. Entre “mal" y “peor”, está el disfrute. El complementario (la sociedad) que se relaciona con un líder psicopático tiene la autoestima socavada.

La erosión que hace el psicópata (políticos gobernantes) sobre el otro (ciudadanos) no suele ser una acción grotesca y brutal, sino que puede ser muy sutil; va descalificando, desmereciendo, creándole inseguridades. Es un juego de un "premio y tres castigos", en donde no se sabe cuando llega el premio y cuando el castigo, ni por qué.

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Relación asimétrica

Se establece una marcada asimetría en cuanto a la consideración del otro. El psicópata ve al otro como una cosa de su pertenencia, a su disposición y sin necesidad de una lógica que fundamente esta postura.

A la sociedad puede parecerle raras muchas conductas, pero las tolera (la imposibilidad de explicar el patrimonio,bloquear una empresa, bancar la “falopa”, secretarios multimillonarios, fiscales y testigos asesinados, atentados sin sentencia, etc.). No se puede comprender, empáticamente, la mente de un psicópata.

 

Desenlace

Cuando se rompe el vínculo generalmente es porque el psicópata deja al otro. La otra forma es cuando el hartazgo es muy fuerte en el complementario, o sea que el sufrimiento supera ampliamente a los beneficios que se obtiene. Aquí es cuando el complementario busca una salida(no los voto más, me voy del país)
Todos los manuales de psicología dicen que si se quiere mantener la separación entre un psicópata y un complementario lo único que funciona es: el "contacto cero", dado que el anclaje es irracional y apenas se avistan se vuelve a rearmar el circuito (los políticos o los sindicalistas son reelegidos).
Ni las palabras, ni las argumentaciones, sirven, ya que el psicópata es buen manejador de las palabras, suele ser muy convincente, sobre todo con alguien que desea fuertemente ser convencido. Separarse del psicópata produce algo paradójico: alivio y muchísima angustia a la vez.

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Perfil del líder psicopático

  1. Un encanto considerable y una inteligencia promedio por encima de la media.
  2. Facilidad de palabra (gesticulan, arengan, gritan, insultan, amenazan).
  3. La inconstancia. Desatiende sus responsabilidades en asuntos de pequeña o gran envergadura. (No cumplen sus promesas, mienten, buscan excusas y culpables externos).
  4. La falsedad y la falta de sinceridad (Sus diagnósticos son erráticos y no rinden cuentas, jamás hacen autocrítica).
  5. Problemas para aprender de las experiencias.
  6. Un egocentrismo patológico y la incapacidad de amar realmente y de formar lazos. (Inventan batallas y enemigos, cambian de foco o tienen una fijación concreta sobre una sola cosa).
  7. La ingratitud hacia cualquier consideración especial, de bondad o de confianza.
  8. Una conducta objetable (vulgaridad, ordinariez, ostentación).
  9. Trabajan siempre para sí mismos.
  10.  Parecen altruistas, generosos, protectores. No confundirse: están invirtiendo.
  11. Es difícil ver su accionar psicopático porque actúan como personas gentiles, amables, son fascinantes. Ejercen su psicopatía solapadamente.
  12. Las herramientas que usan son: una perspicacia especial para captar las necesidades y debilidades del otro, la capacidad de “expandir” la libertad en el reprimido, la mentira (son verdaderos artistas de la mentira), la coerción, la actuación (son actores natos).
  13. Minan la autoestima del otro.
  14. Trabajan, cual escultor, tallando todos los valores del complementario hasta eliminar, muy de a poco, todos los valores que lo sustentan como persona (la dignidad), hasta convertirlo en un ser dependiente y demandante de sus caprichos (un esclavo). Esto es un “proceso”, nada agudo ni torpe. Se hace con lija fina, pero constante y sin pausa.

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Nada lógico puede explicar esta unión. Es muy sólida y reincidente. La persona sometida a un psicópata parece sumida en un largo sueño, un vaho de irrealidad nubla todo lo relacionado con lo negativo de la relación. Aquí los argumentos de los ajenos al circuito chocan con una barrera incomprensible, puesta por el mismo complementario que se queja, pero sigue.

Hay una esperanza: estamos agotados como sociedad, el efecto de 70 años de gobiernos psicopáticos es el de un vampiro energético, nos sorbió las ganas, nos parecemos a una sociedad anémica y desgastada. Qué curioso, así vi a los cubanos cuando visité la isla que algunos tanto admiran.