OPINIóN
Infertilidad

Cuando el embarazo tarda en llegar

¿Qué sucede cuando una pareja tiene el deseo profundo de tener un hijo y no puede conseguirlo? Dolor, omnipotencia y narcisismo herido que podrían impactar en la salud mental.

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Asignación por embarazo | Agencia Shutterstock

No hay momentos ideales, pero el encuentro de dos seres que ya en sus soledades son felices parece el campo más propicio para el inicio de una pareja donde el bienestar previo de cada uno pueda potenciarse en el vínculo. Del mismo modo, una pareja que ya es feliz sin hijos, con la llegada de estos puede multiplicar esa felicidad. Ni una pareja ni un hijo sirven como respuesta al vacío existencial o el malestar que vive una persona. ¿Pero qué sucede cuando una pareja se siente preparada y tiene el deseo profundo de tener un hijo y no pueden conseguirlo?

La infertilidad es una alteración del sistema reproductivo masculino o femenino que determina la imposibilidad de conseguir un embarazo después de 12 meses o más de relaciones sexuales habituales y sin protección. Un diagnóstico de infertilidad implica una crisis vital para cada uno de los integrantes y para la misma pareja. 

Confrontados con el diagnóstico, se inicia el camino del duelo; se duela la pérdida de la propia fertilidad y la falta de control del propio cuerpo; heridas en el narcisismo y en la sensación de omnipotencia humana. El no embarazo es una castración, abre la dimensión de un dolor muy singular, la angustia mes a mes, al enfrentarse con el límite, con el hecho de que no se puede lograr lo deseado. 

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La imposibilidad de alcanzar el embarazo afecta el campo emocional de la pareja que se ve perturbada por la noticia. A la frustración inicial, se le suele adosar la responsabilidad y la culpa. Por imposición social, la mujer suele cargar, inicialmente, con los prejuicios. Y como si fuera poco, se le suma el confronto con el mundo externo, las opiniones de los demás, que no suelen ser tranquilizadores, todo lo contrario, se trata de una sumatoria de ideas, experiencias ajenas, teorías, supersticiones, recetas y demás.

“¡Tranquilizate y vas a quedar embarazada!”. “Conozco una prima que después de tres años, cuando ya no esperaba, quedó embarazada”. “¿Probaste con tal posición?”. “¿Y si adoptan? Hay tantos chicos abandonados…”. “¿Quién tiene el problema?”. Intervenciones que ninguno pide y que llegan para complicar más el campo psicoemocional de cada integrante de la pareja.

Cuando el embarazo tarda en llegar

Asumida esa imposibilidad, se puede iniciar, si así se decide, consultas e intervenciones profesionales, una fertilidad asistida para alcanzar, por otros medios, el embarazo deseado. Las clínicas de fertilidad se han multiplicado con el correr de los años, si bien no deja de ser un gran negocio, suelen dar respuestas a muchas parejas que no quieren bajar los brazos. Y más allá de eventuales problemáticas biológicas, en estos tiempos hay una tendencia a perseguir primero una estabilidad económica y una realización personal, dejando para más adelante la búsqueda de un embarazo. 

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Y esa decisión tiene consecuencias: implica que el margen de fertilidad se vaya achicando. La mejor edad reproductiva de una mujer es alrededor de los 20 años, y la fertilidad va disminuyendo paulatinamente a partir de los 30 años, sobre todo después de los 35 años. Mientras que el hombre posee un período fértil mucho más largo, desde la preadolescencia hasta después de los 60 y más. Cuanto más se tarde en la búsqueda del embarazo, menores chances de conseguirlo.

Decidida la ayuda profesional, la reproducción asistida empieza con abordajes menos complejos, como la inseminación artificial. Y luego, si no funciona, se pasa a la fecundación in vitro. Hay un largo recorrido que genera mucho estrés y más cuando los primeros intentos son fallidos, dan negativo. 

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El circuito esperanza y desesperanza genera un gran desgaste psicoemocional. Con el paso del tiempo aparecen la decepción y el cansancio. Y la incertidumbre consecuente potencia las ansiedades y angustias. Por eso es fundamental el diálogo en la pareja y tener planes alternativos, como la donación de óvulo y esperma, o la adopción. 

O también, poner un techo, un límite, establecer hasta dónde se intentará, incluyendo, quizá, la posibilidad de renunciar a la maternidad / paternidad. ¿Hasta dónde seguir intentando sabiendo que se dañan el cuerpo y las emociones? 

En el camino de la búsqueda del embarazo, y los tratamientos alternativos, es necesario el apoyo y el soporte emocional. Prestar especial atención acerca de que el eventual embarazo no sea el tema recurrente, que se torne obsesivo y que lleve a desatender las demás áreas de la vida cotidiana y al desgaste de la pareja. 

Por eso es importante no solo el inicio y sostenimiento de una terapia psicológica, sino también el diálogo abierto con algunas personas que sepan contener a la pareja. Poner palabras, expresar lo que se siente y percibe, para tomar decisiones saludables, y para que en el camino de la realización o no del embarazo, no se dañe la salud mental. 

*Psicólogo (UBA) y Escritor