OPINIóN
Columna de la UB

Cuba, revolución y modernidad líquida

La muerte de Fidel Castro en 2016 dejó una pregunta caminando por las calles del mundo: “¿su legado logrará trascender su muerte?”. Casi todas las personas coinciden en que el tiempo será el encargado de brindar esta respuesta.

Bandera Cuba
Bandera de la República de Cuba | CEDOC Perfil

"Los hombres mueren, el partido es inmortal", expresó Fidel Castro en 1973, en un discurso por el 26 de julio, en Santiago de Cuba, con motivo del vigésimo aniversario del ataque al cuartel Moncada.

Casi cinco décadas después de que pronunciara aquella frase, los ojos de la comunidad internacional miran atentos la arena política de Cuba. Sucede que la isla genera incertidumbre, tras conocerse la noticia de que Raúl Castro (de 89 años) decidió dejar de ser el máximo líder del Partido Comunista. Ya no hay Castro ocupando cargos, lo que genera angustias y festejos. Las dudas sobre el devenir sobrevuelan La Habana. Los hermanos revolucionarios que pusieron fin a la dictadura de Fulgencio Batista en 1959, y que condujeron los destinos del país caribeño durante más de sesenta años, hoy convirtieron a su legado en su vocero. 

El partido comunista celebró su VIII Congreso, con una generación histórica de dirigentes que salieron de la cúpula del Partido Comunista Cubano, como José Ramón Machado-Ventura, el comandante Ramiro Valdés, y Marino Murillo, considerado el cerebro de las reformas económicas puestas en marcha hace una década. Habrá que observar con atención, cómo quedará distribuido el poder real (no formal) en el acontecer político nacional, esto es, entre los “custodios de la Revolución” y los “Jóvenes con ansias reformistas”

El futuro incierto del orden internacional y el rol de las grandes potencias

La legitimidad del régimen y la opinión sobre el pasado y el futuro se debaten en las calles. En las diversas posturas, el componente generacional, se ha vuelto una variable interesante para el análisis político. Quienes vivieron la época de Batista, la confrontación este-oeste y padecieron la inequidad extrema, reivindican las gestiones de Fidel y Raúl Castro. Pero los jóvenes, que toman el acceso a la educación y a la salud como derechos adquiridos y que no vivieron lo que implica su ausencia, exigen más apertura económica y más libertad. A esto se suma que los cimientos de la legitimidad de la Revolución se están desgastando, por el ciclo vital natural de sus mayores exponentes y por los cambios del contexto mundial. La tecnología y el acceso a internet despiertan más interés en los jóvenes que los relatos sobre la Guerra Fría, la crisis de los misiles de 1962 y el bloqueo. El magnetismo de los discursos de Fidel en la ONU, no calan hondo en los corazones de las nuevas generaciones –que expresan nuevas necesidades. El sociólogo Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad Líquida le da cobertura teórica a las metamorfosis y peculiaridades de la sociedad actual. 

En este nuevo escenario, el máximo desafío de Miguel Díaz-Canel, presidente desde 2018 de Cuba y recientemente electo Primer Secretario del Partido Comunista, quizás sea actualizar la vieja Revolución con los actuales reclamos juveniles. Esto incluye el cuestionamiento al sistema de partido único. El paisaje de la vida política de Cuba, se completa con una pandemia que puso en crisis la principal fuente de ingresos de la isla: el turismo (lo que asfixia, con una furia análoga a la del coronavirus, a sus habitantes).

Un hito importante, en materia de política interna, se dio en 2008, cuando Fidel renunció a la presidencia. A partir de entonces, su hermano Raúl tomó las riendas, y parece haber advertido la necesidad de una apertura generacional. Tal vez a esta visión obedeció la incorporación de jóvenes al Partido Comunista y al gobierno. La muerte de Fidel en 2016, dejó una pregunta caminando por las calles del mundo: “¿su legado logrará trascender su muerte?”. Casi todas las personas coinciden en que el tiempo será el encargado de brindar esta respuesta.

Frondizi y un anarquizado frente militar

En el mundo en general, y en Cuba en particular, los cambios en las prioridades de la ciudadanía asoman con vehemencia. Las reformas, que parte del pueblo demanda, coexisten con el miedo a la bota de Estados Unidos, que habita en la dirigencia histórica. La legitimidad de esta generación emergió de la épica guerrillera; pero todo indica que, de aquí en adelante, la fuente de respaldo popular será la capacidad de gestión de los nuevos dirigentes para aportar una mejor calidad de vida al pueblo cubano. Qué cambiar y cuánto, será clave para no añorar luego el pasado y la Revolución, si sus activos se dinamitan junto con sus defectos. En su discurso de clausura del Congreso, Díaz-Canel anunció que seguirá consultando con Castro las decisiones estratégicas del futuro del país. Quizás sea un momento oportuno para que el presidente y secretario del PCC, reflexione sobre las palabras esgrimidas por Fidel, el 5 de diciembre de 1988: "Hemos cometido errores y debemos rectificar a partir de nuestros errores".