OPINIóN
Análisis

De las zonceras al sincericidio presidencial

Hoy el relato kirchnerista se entrelaza en un relato sostenido en: la barbarie, la arbitrariedad, la soberbia y la zoncera. Un combo que en la vocería de un primer mandatario no puede impactar de modo positivo en ningún aspecto de las relaciones internas o internacionales.

Alberto Fernández y Pedro Sánchez 20210609
Alberto Fernández y Pedro Sánchez | Captura de pantalla

Un presidente que prescinde de la retórica para manejarse sólo con oratoria de ocasión, pero en momentos cumbres, es un presidente que comunica la improbable como condición de ser reconocido, entendido, comprendido, y lo que es más importante, dejar en claro que su discurso no respeta ninguna regla de un hombre de reputación y respeto por la palabra y su lugar en la historia.

Un presidente, que en pocas palabras y para dar sólo un par de ejemplos expresa: “Los chicos no entienden” a la hora de referirse sobre los niños con discapacidad, o que dice: “Es hora de entender que el capitalismo no ha dado buenos resultados” al opinar sobre el sistema económico internacional, para finalmente, como muestra estelar comunica que: "Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, salimos de los barcos. Y eran barcos que venían de allí, de Europa, y así construimos nuestra sociedad" para sintetizar una narrativa sobre la historia y la cultura latinoamericana, no dejan lugar a dudas: no hay trabajo ni esfuerzo por desarrollar una retórica y discurso presidencial.

¿Que tenemos entonces? Relato. Pero ¿cómo denominamos a esto? ¿Qué nombre le ponemos?: Zonceras pero del neo Kirchnerismo.

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Para recordar, las Zonceras de Arturo Jauretche, libro insignia de una línea culturalista discursiva anti imperialista, es un libro de cabecera de muchos funcionarios del gobierno actual. En ese libro, para no extendernos, el autor expresa que: “Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia –y en dosis para adultos– con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido”.

Por esto, las zonceras son repetidas sin ponerlas a pruebas, sin pasar por una prueba acida de veracidad. Ni bien se busca corroborar la zoncera se puede chequear su error, su media verdad, pero eso por producto del relato puede pasar desapercibido.

Por esto, la motivación y el lugar común de la zoncera en la opinión pública no radica en su argumentación, su racionalidad, por obvias razones entonces no se basa en esta estructura racional sino en todo lo contrario, en su dogmatismo, es una idea fuerza: “porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera deja de ser zonzo” y eso supone liberarse de las ataduras y reflexionar per se, atreverse a pensar.

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Hoy el relato kirchnerista se entrelaza en un relato sostenido en: la barbarie, la arbitrariedad, la soberbia y la zoncera. Un combo que en la vocería de un primer mandatario no puede impactar de modo positivo en ningún aspecto de las relaciones internas o internacionales.

Por todo esto, de las zonceras clásicas pasamos a un relato de zonceras contemporáneas que el kirchnerismo consagró con rituales, un matrimonio presidencial y ahora un presidente de bajo vuelo que lo refuerza con exabruptos.

¿Qué serían los exabruptos? Esos actos de locución inesperados que en la retórica tienen la función de sorprender, generar atención, descolocar al oyente. Pero nunca, siguiendo las reglas de los grandes maestros de la retórica generar desconcierto, quedar en descubierto o desubicado, descontextualizado.

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A esto también, recordemos, durante gran parte de la pandemia en el período del 2020, con cuarentena extensa, también vivimos muchos ejemplos de una dinámica ritual y de oratoria pública que se basaba potencialmente en un mito de gobierno de científicos que se ejemplificaba en slides con datos para justificar las políticas propias de restricción, y que se exponían también, con fines a generar comparaciones con otros países, hechos y datos que nos pusieron en problemas con las naciones y sus embajadores dado que en muchos casos estos datos no eran exactos.

Hoy, la comunicación pública presidencial, y con implicancias diplomáticas, tiene un grave ejemplo de su falta de profesionalidad. Estamos ante la falta de ejemplaridad comunicativa y reputacional más importante en mucho tiempo. Sólo vemos y escuchamos comunicación pública en contextos de emergencia o de diplomacia con carácter de gravedad y de tendencia hacia el escándalo. Nuestro país no se merece esto y la diversidad de los pueblos de América Latina tampoco.

 

 

 

* Javier Adrián Cubillas. Analista de Asuntos Públicos.