OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

La macro en modo electoral y el FMI también

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Sonrisas. Último encuentro informal en un pasillo de la asamblea del FMI entre Massa y Georgieva. | MECON

Finalmente, el FMI comunicó que se llegó a un acuerdo a nivel técnico sobre las dos revisiones pendientes del Acuerdo de Facilidades Extendidas que mantiene con la Argentina. Fruto de ese acuerdo Argentina dispondrá de US$ 7.500 millones para hacer frente a los pagos de capital comprometidos con vencimientos de julio a noviembre inclusive. Asimismo, se anunció que los fondos estarán disponibles después de la aprobación del acuerdo técnico de parte del directorio del organismo, el cual se realizará a mediados de agosto (post-PASO).

Claramente la realidad estuvo muy lejos de las aspiraciones iniciales del ministro Massa, quien pretendía (y vendía mediáticamente) un acuerdo que aportaría dinero fresco para engrosar las famélicas reservas del BCRA. En tal sentido, el comunicado puntualiza que “el paquete de políticas acordado busca aumentar las reservas durante el resto de este año, en consonancia con un objetivo de acumulación de reservas internacionales netas acumulativas de alrededor de mil millones de dólares para fines de 2023 (en comparación con un objetivo de US$ 8 mil millones en el momento de la cuarta revisión); lo cual implica una meta de acumulación de reservas netas de nada menos que US$ 13 mil millones, de aquí a fin de año. Tendremos que esperar por el texto completo del acuerdo y las tablas con las metas para saber si en el texto se deslizó algún error o si estamos frente a otra meta imposible de cumplir (casi una tomada de pelo o un chiste de mal gusto).

Entre la procrastinación oficial y la indulgencia del FMI

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El comunicado reafirma la meta de un déficit fiscal de 1,9% de PBI para este año. La que también se inscribe dentro de las metas que se acuerdan, a sabiendas que no serán cumplidas. Recordemos que el déficit del primer semestre del año se ubicó en AR $ 1,88 billones, un 1,4% del PBI y 0,2% más que el registrado en igual semestre de 2022. Tengamos presente que dicho resultado representa cerca del 70% del déficit comprometido para todo el año (tanto en el presupuesto como en el acuerdo anterior con el FMI). La dificultad para re-encarrilar las cuentas en línea con la meta es manifiesta, si se tiene en cuenta que por lo general, el déficit del primer semestre resulta ostensiblemente menor que el del segundo semestre. Mucho más aún en años electorales en los que no llega a representar siquiera 1/3 del déficit anual.

Mientras tanto, en el fragor de la campaña electoral, se volvió a plantear la posibilidad de que la Argentina disponga de un financiamiento excepcional a partir de 2024. Ya lo había hecho el candidato Javier Milei cuando anunció que contaba con US$ 30 mil millones, para encarar la dolarización de la economía argentina. Luego fue el turno de Patricia Bullrich, quien sostuvo que “nuestro objetivo es, bajo un acuerdo con el FMI que nos blinde en dólares, abrir el cepo lo antes posible”. Más allá del uso poco oportuno del verbo blindar, lo cual abrió la puerta para reavivar lo sucedido en el verano de 2000, vale la pena realizar algunas consideraciones al respecto:

- La pregunta más relevante que hay que formularse cuando se analiza la posibilidad de un país de recurrir al endeudamiento es “para qué”. Y ello es independiente de quién sea el que otorga ese financiamiento (un banco, un organismo internacional, otro país o el mercado). Cuando no está claro el “para qué” es cuando el endeudamiento se vuelve un problema. Si nos endeudamos para financiar un déficit de carácter estructural estamos frente a un problema. Porque más temprano que tarde ese endeudamiento será insostenible. Los préstamos que otorga el FMI, sobre todo los de mayor monto y plazo, suponen que serán utilizados para que el país resuelva los desequilibrios que lo llevaron a requerir la asistencia financiera del organismo. O sea, el FMI presta para que el país implemente las políticas correctivas que servirán para crear las condiciones necesarias para que el préstamo pueda repagarse. El FMI se convierte en un problema, tal como lo demuestra el caso argentino, cuando no se hace nada para corregir los desequilibrios.

Una crisis en busca de un gatillo y sobran candidatos a serlo

- Tener claro el “para qué” un país se endeuda es crítico. Sobre todo porque contar con financiamiento es una invitación a la complacencia. Al no hacer nada, o lo mínimo necesario en pos de revertir los desequilibrios y corregir las deficiencias estructurales que motivaron el endeudamiento. La historia argentina está llena de esos episodios donde la magia del endeudamiento permite ocultar o posponer la necesidad de ajuste y cambio estructural. Suponer hoy que Argentina tiene al alcance de la mano el financiamiento necesario como para blindar el próximo programa económico es una invitación a esa complacencia peligrosa. Y eso es así tanto desde el diseño del programa como del esfuerzo de implementación y gestión del mismo. Primero, porque si se dispone de esos recursos puede ser más difícil transmitir el sentido de urgencia del cambio. Segundo, porque un colchón de financiamiento relaja. El razonamiento sería: si no se puede o no se llega a hacer todas las correcciones necesarias, bueno, no importa tanto, total podemos financiar un proceso más gradual.  Y pensar que hay margen para el gradualismo (porque es financiable) sería cometer dos veces el mismo error.

- Algo parecido sucede con las propuestas que hablan de levantar de un día para el otro el cepo cambiario o dolarizar la economía, asumiendo que habrá financiamiento para dotar de reservas al BCRA. A esta altura no debería ser necesario explicar que no hay régimen cambiario/monetario ni stock de reservas del Banco Central que pueda soportar políticas macroeconómicas inconsistentes. La clave pasa por el diseño e implementación de una política económica sana, consistente y sustentable que resulte compatible y torne viable el régimen cambiario y monetario que se desee impulsar.

Mientras tanto, las dinámicas macro desequilibradas se mantienen sin alteraciones. El mercado especula con la posibilidad, de que el Gobierno haya comprometido, algunas acciones previas a la aprobación del acuerdo de parte del directorio del FMI. Entre ellas, se destaca la posibilidad de una corrección cambiaria, inmediatamente después de las PASO. Pero la expectativa se reduce a eso y nada más, en tanto y en cuanto nadie cree que el ministro-candidato se ocupe de contener esas dinámicas en el medio de su campaña electoral.

*Director de Perspectiv@s Económicas