OPINIóN
Historia breve de los movimientos sociales

Peronismo y Economía popular

La economía popular es un mundo ancho que involucra a muchos millones de personas que viven en barrios populares, que alquilan y no pueden más y que trabajan sin derechos

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Movimientos sociales. | na

El 7 de noviembre de 1981 un sol generoso ilumina la jornada: “No hay duda de que Dios está con los trabajadores”. Lo dice Saúl Ubaldini. Concentran en Liniers. Son cerca de 10 000 manifestantes. La zona está atestada de policías. “Un curita se aferró a un micrófono y gritó con toda su fe: que nuestra marcha no se detenga, que sea como la vida”. La convocatoria había sido realizada por la CGT Brasil bajo la consigna Paz, Pan y Trabajo”. En la homilía de la parroquia de San Cayetano dicen varias veces justicia social. Termina la misa, se busca la desconcentración, pero “de pronto la tensión acumulada estalló”: los manifestantes entonan la marcha peronista. Represión con gases, guardia de infantería, corridas, golpes y en ese momento por primera vez se escucha: se va a acabar/se va a acabar, la dictadura militar. “Las estrofas, recién estrenadas, se transformarían en himno contra un régimen que dos años después debió resignar el poder”, se reconstruye en el libro CGT, el otro poder.

El 31 de diciembre del mismo año horas de asamblea en una ronda de delegados que se llaman a sí mismos "manzaneros" para camuflar la réplica de la organización fabril en las tierras tomadas. Son 20 mil personas que habían llegado en septiembre, familias con bebés y niños, con sus pertenencias a cuestas. Ocupan terrenos baldíos, abandonados. Están buscando hacer una vida en los partidos bonaerenses de Quilmes y Almirante Brown. Expulsados por la erradicación de villas, la liberalización de alquileres y una batería de medidas para la miseria fulminante. Un cerco represivo impide que tengan agua, no permiten el ingreso de médicos y por eso mueren muchos niños, 22 niños. “Cercar el cerco” dice alguien en esa asamblea y la consigna se adopta como línea de acción que necesita comenzar un año nuevo. Se movilizan un sinfín de solidaridades. Imaginemos... La CGT Quilmes instala clandestinamente una bomba de agua. Vecinos de afuera aprovechan puntos ciegos del cerco y pasan materiales, adentro las casas de otras familias se levantan como la propia. El ritmo de construcción por las noches, cuando duermen los policías, es frenético. Una de esas noches ingresa un policía, se asustan, lo quieren echar: “yo tampoco tengo una tierra propia”, dice. Varias iniciativas amontonan figuras políticas y culturales. El deseo de vivir en paz supo aglutinar una mayoría, firman juntos: Adolfo Pérez Esquivel, Raúl Alfonsín, Vicente Saadi, Carlos Menem, Alicia Oliveiro, Oscar Alende, Federico Storani, Emilio Mignone, Saúl Ubaldini, Andrés Framini, Víctor De Gennaro, Carlos Auyero, Vicente Solano Lima. Y José María Castiñeira de Dios, Fermín Chávez, Ernesto Sábato, muchas más firmas casi exclusivamente de varones. Se levanta el cerco y terrenos abandonados sin función social se transforman en barrios ordenados desde el punto de vista urbanístico y con equipamientos comunes.

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En la noche del 30 de octubre de 1983 se esperaron, con desesperación, los votos del cinturón industrial, los votos peronistas, decían en el búnker del Partido Justicialista. Sin embargo, tocó asumir una dura derrota. La industria fue uno de los blancos del genocidio de estado, cuando el neoliberalismo estaba en alza a nivel mundial, con sus formas de acumulación flexible y de financiarización. La dictadura creó un aluvión de cuentapropistas y un cementerio de puestos fabriles. Y el radicalismo refundó la democracia con las cajas PAN.

La democracia tiene estos cimientos: movimiento obrero reclamando Paz, Pan y Trabajo. Movimiento de pobladores “por una tierra nuestra”. Las abuelas y las madres, por supuesto.

La economía popular nace allá lejos, me gusta fecharla en 1981 por la envergadura de esos dos sujetos. Pero con una mención más, que antecede y ubica en el centro al gran problema del subdesarrollo y la dependencia. En 1973 un Congreso Nacional Villero reunido en Santa Fe declara: “nuestra participación en este proceso será a través de las cooperativas que se convertirán en el futuro en Empresas Populares”. Y fundamenta los motivos: es un ahorro para el país porque se elimina el lucro de intermediarios, garantiza fuentes de trabajo, requiere participación popular en el gobierno en las políticas de tierras, vivienda, educación y salud. Carlos Mugica renuncia tiempo después a su cargo de asesor del Ministerio de Bienestar Social, por pedido de una multitud villera reunida en la Federación de Box: “los villeros tienen derecho a reclamar un papel protagónico en la cuestión de la vivienda… discrepo fundamentalmente con la política del ministerio de Bienestar Social con relación a las villas miseria ya que se les niega a los villeros toda participación creadora en la solución de sus problemas”. Esta multitud gritó al finalizar el acto a viva voz: Mugica y Perón, un solo corazón. 

La CTEP se crea en el 2010 pero la historia de esta realidad enorme no es la de una sigla. Por este motivo el repaso anterior. Cuando hay síntesis, es porque el recorrido previo es muy largo. La “fábrica es el barrio”, las caravanas de la Marcha Federal reuniendo en un mismo escenario las partes de un pueblo roto, la UTD de General Mosconi y sus proyectos productivos sobre las ruinas ypefianas, las puebladas surgidas en las periferias, el movimiento de piqueteras, la fuerza de La Matanza como epicentro de la multiplicación de ollas y tomas. La desembocadura de 2001.

Y en el 2001 las calles de la Ciudad de Buenos Aires se llenaron de cartoneros, familias completas. Mauricio Macri desde la presidencia de un club decía: "los cartoneros se roban la basura". Los niveles de desnutrición infantil y la pobreza arreciaban la vida. Juan Grabois se acercó a esta realidad y desde ese momento pone el hombro a un proceso de organización que movió montañas porque parecía imposible. Colaboró con ollas, 'hizo el aguante? en las comisarías que incautaban los carros cartoneros. Grabois tenía 18 años y se quedó siempre de este lado del mundo. Estudió abogacía. Como el desacople entre cuestión social y cuestión legal vuelve a ser enorme, ser abogado le permite intervenir en defensa de muchos colectivos amenazados por represiones, cercos y desalojos. 

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Los cartoneros empezaron (y vuelven a empezar) desde cero, cada vez que la Argentina produce una nueva ola de empobrecimiento. ¿Pero cómo funciona la parte organizada? Con Martín Céspedes hicimos un documental que pone imágenes y testimonios. 

Enumero títulos del proceso organizativo: recolección con diagrama de distribución de espacios y cuadras, transporte de los materiales hasta las plantas de separación, espacios de infancia para los hijos de los trabajadores del cartón. Las plantas varían según el municipio, algunas lograron mayor nivel tecnológico. Suman la compactación, la venta colectiva. Se organizan puntos verdes y campañas de promoción ambiental en domicilios y comercios. Incluso en escuelas. También se gestionan convenios con los grandes generadores. Consiguen o construyen espacios de almacenamiento para asegurar la venta colectiva y así evitar las microestafas de intermediarios. La venta es entonces a las industrias que utilizan lo recuperado por estos cientos de miles como insumo del proceso productivo. Los cartoneros discutieron la apertura de pliegos de los contratos multimillonarios con las empresas recolectoras de basura y con los municipios el valor que se ahorran en enterramiento. Dos valores económicos invisibilizados. Además crean valor ambiental y comunitario. Ojalá todos pudieran escuchar a María Castillo hablar sobre la “excelencia cartonera” y a Natalia Zaracho, la diputada cartonera, de Fiorito. Ambas integran espacios institucionales pero en cierta soledad, porque la política tradicional no desea tener en sus filas demasiado pueblo trabajador en las esferas de gobierno.

El kichnerismo como ciclo de 12 años de gobierno sintonizó con ese protagonismo popular. Creó millones de puestos de trabajo industriales y en otras actividades. Bajó fuertemente la precariedad laboral disminuyendo de 48 a 33 o 32% el no registro, en su mejor trimestre. Recuperó el poder adquisitivo de los salarios. Creó instituciones populares fundamentales como la AUH y propendió a la universalización de la cobertura jubilatoria. También reformó en sentido protectorio regímenes laborales como el de trabajadores rurales y trabajadoras de casas particulares. Sin extenderme más quisiera apuntar la revolución de la capacidad instalada de las universidades nacionales en el territorio y el crecimiento y la jerarquización salarial de quienes trabajan en el CONICET. 

Sin embargo, reitero, pese a esta enorme voluntad política el no registro en su mejor momento fue del 32%. Uno de cada tres trabajadores continuó en esta situación. Podríamos sumar otros segmentos de trabajadores en el recuento y el cuadro laboral se agravaría. Hoy algunos integrantes del espacio de Unión por la Patria, encolumnados con la fórmula Massa-Rossi, se atribuyen la potestad de decir quién es peronista y quién no. Dicen que no es por el lado de la economía popular, que eso es pobrismo. Que hay que hacer como el kirchnerismo. Extraen conclusiones que no tienen consistencia epistemológica. Dicen 32% como si estuvieran diciendo 0. El Gringo Castro respondió con su habitual respeto: es que tiene razón el que tiene poder y cualquier cosa que hagamos va a ser despreciada. 

Un tercio de los trabajadores en condiciones de precariedad es mucho y además fue fugaz. Hoy la realidad que vive sin derechos laborales elementales está de nuevo en niveles prekirchneristas. Dice uno: “esta idea de la famosa economía popular, estar a favor de que haya dos economías es estar en contra de la movilidad social ascendente es una idea muy contraria al peronismo y al kichnerismo”. Dice otra: "Yo lo respeto a Juan (Grabois), pero yo soy peronista (...) y él no, él se define como un dirigente social. Tengo mis diferencias (...) Cuando nosotros éramos chicos el botellero era un sobreviviente, y el peronismo hablaba de la movilidad social ascendente (...) Hoy eso se ha como romantizado y en lugar de subir un escalón lo que se hizo es construir un escalón más abajo. Y entonces cuando vos le pones a las personas que sobreviven todos los días categoría de trabajadores no los sacas más de la pobreza”.

Perón decía: "no existe para el peronismo más que una sola clase de personas: los que trabajan". Y en Argentina trabajan en mayoría abrumadora, porque vivir pende de un hilo. Hay que laburar como sea todo lo posible y lo imposible también. El peronismo es el proyecto del protagonismo de los trabajadores en la vida nacional, porque son los productores de la riqueza material y espiritual de la patria. Son, como dice el papa Francisco “creadores de trabajo, constructores de viviendas, productores de alimentos”. Los recuperadores urbanos, las cocineras de ollas populares, quienes cuidan personas, los educadores populares, las costureras de cooperativas son trabajadores. Los que trabajan en pequeños comercios, obras, gastronomía, en limpieza, en galpones fabriles, los bolicheros y las microempresas, los que producen en sus casas como eslabones desvalorizados de cadenas de tercerización, los repartidores, los vendedores ambulantes, los feriantes…

El peronismo de este siglo XXI tiene que reconocerlos, de una vez. Para continuar creando los derechos que les fueron arrebatados. La pobreza y la desprotección que viven son producidas y los beneficios de este despojo llegan hasta las empresas concentradas. Como ocurre con los envases de Coca Cola. Grabois le dijo al embajador norteamericano en su pequeña oficina hace pocos días atrás, el proyecto de ley de envases no se aprueba por la presión de AmCham (la Cámara de las empresas norteamericanas en la Argentina). Pero algunas prefieren en cambio decir que no conviene considerar a los botelleros como trabajadores. 

La economía popular es un mundo grande que involucra a los cinco millones que viven en barrios populares, a los millones de inquilinos que pierden una enormidad de sus ingresos pauperizados en alquilar, a los que tienen empleo registrado y son pobres igual, los que tienen empleador pero por el no registro carecen de derechos y están subremunerados por estar desprotegidos, a las mujeres afrontando la crianza solas que aunque trabajen registradas tampoco les alcanza, a los cuentapropistas con ingresos muy bajos y también sin derechos. Como demostró la pandemia: si no salen a trabajar cada día no comen. Todos trabajan. No digan más “volver al trabajo”. Porque están insultando al pueblo concreto. Ninguno de ellos está en contra del empleo industrial, al contrario, solo que no tienen tiempo para esperar porque literalmente se les va la vida aquí y ahora.

* Paula Abal Medina es precandidata a vicepresidenta por Unión por la Patria.