Producto más de la necesidad que del convencimiento, Mauricio Macri habilitó el reintegro a las obras sociales sindicales de casi 30.000 millones de pesos. Si bien fue una promesa de campaña, que también había realizado Daniel Scioli, resulta cuanto menos curioso algún matiz del tema.
Esa deuda se acumuló durante los últimos tiempos de la era K, cuando Cristina usó esos fondos para disciplinar a los gremios ariscos, empezando por Moyano, a quien en los primeros años el kirchnerismo le hizo llover montañas -otra que bolsos- de dinero.
Ahora el Presidente apura el desembolso para intentar agrietar el frente sindical, cada vez más tensionado por la complicadísima situación económica y social que la actual administración no logra superar.
Con el acto de ayer, tanto desde lo simbólico como desde lo real, Macri no sólo consume ya armas posibles de negociación futura con gremios poderosos. También da a entender que hay cosas que Cambiemos no puede, no sabe o no quiere hacer: los saludos y sonrisas cómplices del Presidente con los dinosaurios Armando Cavalieri, Gerardo Martínez, José Luis Lingeri, Antonio Caló y Andrés Rodríguez, por ceñirnos a una de las imágenes oficiales, desnuda cuánto de viejo puede haber a veces en “la nueva política”.
¿Cambiamos o no?