Cuando los empleados que trabajan en el Ocean Centre lleguen mañana a su oficina, estacionarán sus autos a metros de un mar turquesa, rodeado de palmeras y una arena blanca como harina. El sol abrasador sobre el Caribe será el marco de un nuevo día frente a las paradisíaca playa de Montagu, en Bahamas. Ahí, en un edificio, de amplios ventanales frente al mar y tejas rojas, que parece un hotel, están radicados los 18 millones de pesos que Mauricio Macri presentó en su declaración jurada ante la Oficina Anticorrupción. Se trata de la dirección legal de la filial del banco suizo Julius.
Tener una cuenta declarada en un paraíso fiscal no es delito. Apenas se conoció la existencia de esa cuenta –según la explicación oficial era dinero que estaba depositado en Suiza en el banco Merrill Lynch, que fue comprado a su vez por Julius Baer–, el Gobierno anunció que iba a traer ese dinero al país. Por ahora, desde Casa Rosada no hay mayores precisiones de cómo ni cuándo se hará efectiva la repatriación de la plata.
Bahamas tiene poco más de 300 mil habitantes, y más de 100 mil compañías registradas, entre ellas unas 400 son bancos. Hay una firma cada tres habitantes, lo que alcanzaría para que sus vecinos vivan una vida acomodada. Pero en los paraísos fiscales nada es lo que parece. La mayoría de sus habitantes se conforma con limpiar y entretener a los miles de turistas que a diario bajan de los cruceros. El banco donde tiene el dinero Macri funciona en un edificio de oficinas de estudios jurídicos que tienen la representación de cientos de firmas. Está claro que los casi 1,3 millones de dólares del Presidente no están físicamente frente al Caribe. Barack Obama citó en varias ocasiones, cuando habló de evasión, el caso del edificio Ugland en las Caimán, que es sede de 18 mil firmas.