20 de diciembre de 2001. La tensión y el miedo imperaban tanto, en las personas que permanecían hipnotizadas por las violentas imágenes que transmitían los canales de noticias, como en aquellos que decidieron salir a las calles hacia una dirección en particular: Plaza de Mayo. El Estado de Sitio sólo provocó más convulsión. Los caballos, los disparos, las corridas conformaron un cuadro de represión pocas veces visto en los años previos de democracia.
Luego de ver por la televisión que integrantes de Madres de Plaza de Mayo se encontraban en medio del atropello policial, Martín Galli, un joven de 26 años de San Justo, sintió un fuerte impulso por acercarse a las inmediaciones del Centro porteño. "Esta es la gota que rebalsó el vaso", pensó. Salió de su casa rápidamente y tras combinar un viaje en tren y colectivo, llegó hasta Plaza Once, desde donde comenzó a caminar acompañado de amigos rumbo a Plaza de Mayo.
Como la represión estaba en su momento más caliente, pensaron que lo mejor era alejarse unas cuadras. Luego de ser perseguidos por un grupo de policías a caballo y sentirse acorralados por los gases lacrimógenos, Martín y sus amigos decidieron esperar sentados en una plazoleta de Cerrito y Av. Corrientes. Mientras intentaban recuperar el aliento, dos autos y una camioneta frenaron a escasos metros de ellos. Bajaron personas con chalecos de la Policía Federal, apoyaron sus armas sobre los vehículos y comenzaron a disparar. Lo último que recordó Martín es el ruido de aproximadamente cinco disparos. Un bala dirigida al militante justicialista Alberto Márquez desprendió una esquirla que impactó en la cabeza de Martín y lo dejó tirado al borde de la muerte sobre el asfalto de la 9 de Julio.
Héctor García, un docente apodado "El Toba", conmovido en igual medida por el estallido social, también había decidido lanzarse a las calles en ese trágico 20 de diciembre. García tenía una historia de militancia en la década del 70 que nunca había podido cerrar del todo, según cuenta él mismo en el documental "La dignidad de los Nadies” (2005) del cineasta y senador Pino Solanas. Una historia que se vincularía con la vida de Martín.
Al verlo actuar con tanta rapidez y seguridad muchos creyeron que se trataba de un médico, e inclusive así lo describieron las crónicas periodísticas de aquellos días oscuros. Tiempo después se revelaría que era un maestro de la zona Oeste que, por ser profesional en su trabajo, estaba capacitado en técnicas de reanimación RCP. Esto salvó la vida de Martín en dos ocasiones con escasos minutos de diferencia. Para García, el joven ensangrentado se trataba de "una especie de Jesús" y sentía que "tenía que salvarlo". La imagen para él fue clara: "Estaba tirado boca arriba, con los brazos abiertos y con el pelo largo, y la barba... No sé, lo vi parecido, no podía dejarlo ahí".
García evitó que perdiera sangre con un dedo que puso sobre el orificio de bala que tenía en la nuca y lo sacó de dos paros cardíacos: el primero fue sobre el caliente asfalto de la 9 de Julio y el segundo a bordo de un taxi que, cuando Martín lo recuerda en voz alta, aún se le dispara un lapsus de sorpresa ante esa serie de eventos que lo rescató de una muerte casi segura. "Literalmente tenía un coraje a prueba de balas", lo recordaría Martín meses después.
El Toba, tal como lo llamaban a García sus conocidos, llevaba aún en 2001 recuerdos de su época de militancia durante la década del 70 que decía cargar como una pesada mochila. En los setenta, tras convencer a Inés, su hermana, logró que formara parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Una noche de 1977, tal como contó en numerosas ocasiones, un grupo de tareas de la dictadura penetró en la casa operativa donde se encontraba Inés y nunca más la volvió a ver. La memoria de su hermana lo invadió al ver tirado a Martín. "No te me vas a morir”, le ordenaba al joven pelilargo cuyo nombre aún desconocía.
En 2005, en el documental de Solanas, El Toba revivió un diálogo que tuvo en un bar con Martín, quien sentía permanecer en deuda durante el resto de sus días. "Vamos a poner las cosas en claro", le dijo García a Martín. "Hay en el aire una cosa como que vos y tu familia me deben algo. Y vos no tenés una idea lo que significa para mí haber podido hacer algo por vos. Yo cargo una culpa. La culpa de la década del setenta. Yo fui el que le dije a mi hermana, que tenía su vida arreglada, que venga a una reunión. Y hoy mi hermana no está. Y yo no pude hacer nada. Y así como mi hermana, mi cuñado, cientos de compañeros desaparecidos". En ese momento, le propuso ponerse de acuerdo: "El partido está empatado". Martín aceptó.
—¿Cómo recordás esa fecha especialmente ahora que se cumplen 15 años?
—Lo primero que viene en mente es la larga marcha de la Justicia, pateando los tribunales de Comodoro Py. También la reuniones con otras víctimas, heridos de la represión, familiares de asesinados. El juicio terminó en mayo pasado. Es una parte que no la tenía muy masticada, pero se revive todo el proceso. Pedimos Justicia y llegó 14 años después.
—La crónica nos recuerda tu conciencia social y que decidiste salir de tu casa en San Justo y venir a Plaza de Mayo cuando viste que lanzaron la represión contra las Madres de Plaza de Mayo. ¿Militabas por aquellos días en alguna agrupación? ¿Lo seguís haciendo?
—No militaba. Y de hecho tampoco milité luego, fue algo que me surgió lo de salir. Me parecía aberrante lo que se hacía, porque encima que era una terrible represión, también lo hacían contra las Madres.
—¿Seguís teniendo la esquirla de bala en tu cabeza?
—Sí. La tengo y la voy a tener para siempre. Recuerdo cuando en 2002, me vio un neurólogo y me explicó que es muy difícil llegar a la zona en donde se encuentra alojada sin hacer daño. Afortunadamente, con el tiempo pasó por un proceso de encapsulamiento y está así ahora. Ni pienso en la bala y tampoco quiero pensar.
—¿Seguís manteniendo tu movilidad reducida? ¿Pudiste desarrollar tu vida con normalidad?
—Tuve que hacer rehabilitación física mucho tiempo. Estuve en silla de ruedas durante varios meses. Pero le puse mucha pila. Una de las secuelas que me dejó es epilepsia. Pero por suerte ahora la tengo bastante controlada. La pierna derecha la tengo en un 90% bien. Pero el mayor dañor es psicológico. Fue muy difícil procesar todo esto. La asistencia psicológica me resultó de mucha ayuda.
—Lo que te pasó quedó registrado en video por las cámaras de televisión. Y sigue aún en Youtube. Al verlo uno se queda impresionado porque allí se ve a una persona que parece estar agonizando ante el grito desesperado de decenas de personas. ¿Cómo reaccionaste ante esa filmación?
—Me costó mucho atreverme a mirarlo. Me decía todos los días cosas como 'dale, algún día lo vas a tener que ver', hasta que tras ocho meses de dudas me animé y me senté a verlo. No lo podía creer. Se me cayó la mandíbula.
—El docente Héctor "El Toba" García te salvó la vida (fallecido en 2013) y te sacó de dos paros cardíacos con técnicas de RCP. ¿Cómo fue la amistad que mantuvieron tiempo después?
—Luego del 2002, tuvimos una relación amistosa, casi de hermanos. Él tenía un comedor en Ezeiza al cual con mi mujer lo empezamos a frecuentar. Estuvimos viéndonos hasta el final de su vida. Quedó un lazo importante.
—En mayo pasados se dictaron las condenas del juicio pero hubo varios absueltos. Entre ellos se encuentra quien Martín sostiene que es el responsable de la balacera que casi termina con su vida (el comisario Orlando Oliverio).
—A mí me pega una esquirla de un ithacazo que es el que mata a Alberto Márquez. El acusado del disparo quedó libre de culpa. Ahora apelamos y vamor a ver qué pasa.
—Llegada la oportunidad de asistir a otra manifestación política en Plaza de Mayo, ¿volverías?
—Manifestar es un derecho. Pero a veces pienso si en ese momento, en 2001, no me expuse mucho, pero la realidad es que yo estaba sentado tranquilo cuando me dispararon. No soy un militante de piel, pero probablemente volvería a la Plaza. Aunque me quedaron temores. Es como una herida que uno piensa que está cicatrizada pero siempre hay algo de cascarita.
Cómo sigue la instancia judicial ante la apelación
En mayo de 2016, Martín recibió el impacto, en este otro caso, de una noticia que también lo dejó paralizado. El Tribunal Oral Federal Nº 6 de la Ciudad de Buenos Aires resolvió entonces absolver a seis de los policías acusados: Orlando Juan Oliverio, Mario Andrés Seia, Eugenio Figueroa, Sebastián Leonardo Saporitti y Horacio Bautista Berardi. Según el expediente judicial, Oliverio era uno de los comisarios responsables de la brigada que disparó contra Márquez y Galli. Ante este situación, las respectivas defensas decidieron apelar.
Rodolfo Yanzón, abogado de Martín Galli, explicó a PERFIL que presentó un recurso de casación para apelar la sentencia de agosto pasado. "Nosotros insistimos en que existió por lo menos dolo de matar, dolo directo. Por lo tanto insistimos en la figura de homicidio para todos, porque se ve en las filmaciones y en los testimonios que actuaron todos de común acuerdo, todos eran parte de la misma brigada. Ellos además dan una versión absolutamente increíble que es que fueron a 'controlar'... Igual esto el tribunal ya lo descartó. Quedó claro que no fue así, que ejercieron represion ilegal", explicó.
"Se sabe que la bala provino del grupo policial. Fue un grupo dispuesto a ejercer la violencia sin medir los resultados. La pena en ese contexto sería entre 8 y 25 años. Y por la violencia ejercida, deberia estar más cerca del máximo que del mínimo", argumentó el letrado.
Y concluyó con vista a la apelación: "Todavía no hemos recibido comunicacion del Tribunal Oral. Presentamos el recurso a fines de agosto. Pasaron casi cuatro meses y no hemos recibido el pronunciamiento. Supongo que lo va a conceder, para que Casación estudie nuestro recurso y el de otras defensas. La fiscalía también presentó recurso. Pero si el tribunal aún no dijo nada sobre el recurso, la Cámara podría empezar a estudiarlo el año que viene".
Martín trabaja actualmente como bibliotecario en la Ciudad de Buenos Aires. Sigue en pareja con su mujer y luego de 2001 fue padre de dos hijos.