Un kirchnerismo debilitado por las circunstancias de la economía, el malhumor social y la imposibilidad de reelección de su líder empieza a trabajar sigilosamente en la sucesión. Una premisa es que quien no esté anotado para marzo quedará fuera de carrera, porque falta menos de un año para instalar una candidatura. La otra es que hay que buscar alternativas a Daniel Scioli, el peronista mejor posicionado en las encuestas, pero el más resistido por el núcleo duro del oficialismo. “Scioli no me representa”, disparó la semana pasada el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. No sólo salió a marcarle la cancha. También declaró, sin decirlo, que se planta para la carrera por la presidencia. No es el único. Completan la lista el ministro del Interior, Florencio Randazzo; el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich; el gobernador entrerriano, Sergio Urribarri; el ministro de Defensa, Agustín Rossi; y el senador nacional, Aníbal Fernández.
“¿Cómo te vas a anotar por la presidencia si perdiste en Santa Fe?, le preguntó, asombrado, el intendente de Moreno, Mariano West. “No es lo mismo Santa Fe que todo el país”, le retrucó Rossi. El ministro de Defensa quiere ser uno de los jugadores en el camino hacia 2015. Es un ultrakirchnerista de pura cepa, que confía en que será bendecido por la Casa Rosada, pese a que tiene malos antecedentes en su relación con CFK. La Presidenta privilegió, en Santa Fe, su vínculo con los Bielsa antes que con el integrante de su gabinete.
Algunos expresan sus deseos de “ser” en público, otros lo hacen en privado. “No descarto ser candidato a presidente en 2015”, dijo Fernández. “Si revierto lo del transporte, me anoto en cualquier partido”, advirtió el Flaco Randazzo. Trabajan de manera subterránea Domínguez, Urribarri, Capitanich y Rossi. Todos quieren enfrentar en una interna a Daniel Scioli, que dijo, al menos una vez y en público, que quiere ser presidente para continuar el modelo “con cambios”.
La Presidenta, como buena peronista, manda a todos a que se lancen. A Julián Domínguez lo envió –como gesto– a la asunción del presidente de Honduras y luego se lo llevó a la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Allí, lo elogió en público por su política cuando era ministro de Agricultura. A Urribarri también lo subió al avión que aterrizó en Cuba. Al flaco Randazzo le da rienda suelta siempre y cuando se ocupe de lleno en la modificación del sistema de transporte, algo de lo que se quejan siempre los argentinos, pero que quedó aún más marcado por la tragedia de Once y otros accidentes. Randazzo cree que su marca registrada es la gestión, y por eso por ahora privilegia el trabajo sobre los trenes antes que su armado político. Lo hizo, antaño, con la emisión de los DNI y los pasaportes. Domínguez, en cambio, pretende presentarse como un hombre con políticas de Estado, pidiendo el traslado de la capital del país a Santiago del Estero y afirmando que el 50% de las exportaciones debería quedar en manos de cooperativas. El trabajo por la sucesión es de hormiga. Habrá que ver cómo llegan todos a 2015