Desde Madrid. Nació en Córdoba, se licenció en arquitectura por la Universidad Nacional de esa provincia pero desarrolló un perfil profesional multifacético: estudió pintura, literatura, ciencia, física cuántica y, ahora, oratoria. Tras un breve paso por el DF mexicano, Cristina Bergoglio eligió Madrid para desarrollar sus capacidades como pintora y escritora. Desde hace 18 años reside en la ciudad ibérica y es sobrina del papa Francisco por parte paterna. De su obra, se desprende un mensaje en absoluta consonancia con el de Francisco.
“Elegí pintar ciudades porque estéticamente es un tema que tiene geometría y tiene que ver con la arquitectura”, comenta a PERFIL en su luminoso estudio en Madrid. “Para un artista, la estética por sí misma no debe ser suficiente; en una obra tiene que haber una búsqueda de significado: la ciudad es lo que yo llamo la caja del hombre”, asegura. “En mi búsqueda plástica, pinto todo lo que tiene que ver con el movimiento de una ciudad: las personas, los coches y el mobiliario urbano en forma desenfocada, que a su vez manifiestan una impronta de velocidad. Eso representa todas nuestras circunstancias humanas en un escenario siempre cambiante y móvil, al cual nos queremos aferrar con la ilusión de que permanezca pétreo, estático”. Por otro lado, “pinto los edificios y los puentes de mis ciudades más enfocados y nítidos para representar así nuestros aspectos más inamovibles e incorruptibles”.
Asegura que el apellido Bergoglio no le pesa. “Al principio me agobió un poco, porque mi obra y yo ya salíamos en medios especializados vinculados al arte, pero desde el nombramiento del papa Francisco comenzaron a llamarme periodistas de medios masivos de todo el mundo”, cuenta. “Pero lo considero parte de este hermoso reto personal que es la vida”. Y si bien “yo no trato con él en forma directa, porque tiene muchas ocupaciones, este mecenazgo indirecto que me hace el papa Francisco con su enorme carisma y su energía de paz tan grande que toca las vidas de las personas también ha tocado la mía de manera indirecta”.
—¿Y qué cambió en su vida que su tío sea Papa?
—Ha impulsado en mí el sentido de un mayor entusiasmo, entendiendo la palabra en su dimensión más significativa, que es vivir en espíritu. Creo que todos llevamos un papa Francisco dentro, porque ahora asistimos a un despertar de la conciencia colectiva de toda la humanidad, por eso aparecen estos símbolos de la vida como él. Francisco resuena en nuestro interior, con esa sensatez que nos está mostrando, por eso encanta y lo hacemos parte de nuestras vidas”.
Cristina sufrió un cáncer linfático a los 24 años, que la posicionó en forma distinta frente a la vida: “Para mí no fue malo, todos me compadecían, y yo en cambio, sentía que estaba renaciendo. Cuando estamos enfermos es porque nuestro cuerpo está manifestándonos que algo está mal, así que debemos aprender a leerlo y reflexionar sobre qué nos pasa”, explica. Además de pintar, escribió libros de desarrollo personal como Vivir renaciendo, que envió a su tío: “No sé si lo ha leído pero cada tanto, lee algunos artículos que yo escribo sobre emociones y sufrimiento; se los envío con mucha prudencia para no molestarlo”, concluye.