Podría decirse que no tiene el glamour que por su mediatización provoca la caminata de personajes consagrados por la alfombra roja de La Croisette. Pero sí su espíritu, celebrar la creación cinematográfica.
La Semana de la Crítica es una de las secciones paralelas del Festival de Cannes cuyo objetivo es, desde 1962, que una selección de jóvenes cineastas de todo el mundo presenten su ópera prima o un segundo largo o cortometraje. En este espacio fueron descubiertos, por ejemplo, el chino Won Kar Wai, el inglés Ken Loach o el ahora adorado por Hollywood, el mexicano Alejandro González Iñárritu quien, en 2000, estrenó allí Amores perros.
En ese marco, se estrenó La patota y Dolores Fonzi acompañó la proyección como protagonista del film que dirigió su ahora pareja Santiago Mitre. Ese largomentraje que fuera de Argentina se llamará Paulina, es una nueva versión de la que en 1960 estrenó otra pareja: Mirtha Legrand y Daniel Tinayre. Por eso en el presente proyecto, Ignacio Viale no sólo formó parte del equipo de producción y viajó a Cannes junto con Marcela Tinayre y Ambar De Benedictis, la hija mayor de Juana Viale que tuvo con Juan, el hijo de Piero. La pequeña de 12 años es otra de las hijas de famosos que ya manifiesta intenciones de continuar en la senda del mundo del espectáculo.
Repercusiones. Publicaciones como Libération, Hollywood Reporter y Telerama publicaron crónicas sobre la película con una mirada positiva sobre el trabajo de Fonzi y del director de quien en la mencionada Libération ubicaron como un continuador de colegas contemporáneos como Lucrecia Martel o Pablo Trapero –justamente dos cineastas con los que Mitre trabajó como asistente– “y eso es suficiente para nominarlo como un talento y aún más, un personaje a seguir”, según escribió al cerrar la nota el periodista Julien Gester. Muchos de estos textos, gracias a las redes sociales, fueron subidos a las respectivas cuentas de Twitter de Viale y el propio cineasta.
La patota, como se la conocerá en Argentina a partir de mediados de junio, narra la historia de una joven profesora recién recibida, que acepta tomar una cátedra en una escuela que en la versión original se ubica en una zona marginal de Buenos Aires. Allí, ella despierta fantasías en un grupo de alumnos y en medio de una situación confusa, la violan. Mitre la filmó en Posadas “ciudad de frontera en el límite con Paraguay que incorpora el guaraní como lengua propia tan fuerte como el castellano”, explicó el cineasta. “Era interesante esa cuestión de que ese mundo ajeno a ella al que llega Paulina como maestra de un proyecto de educación popular, tuviera un lenguaje que ella no conoce y la deja afuera”.