“Los días que no voy al colegio me levanto al mediodía, como algo y empiezo a jugar”, dice entre risas Kyle Giersdorf, el adolescente estadounidense de 16 años que ganó el Mundial de Fortnite hace una semana. Su naturalidad hace reír al famoso Jimmy Fallon y al público que se encuentra en el estudio. “Quiero ser como vos, te envidio mucho”, contesta el conductor y continúa la entrevista con el joven que obtuvo tres millones de dólares por quedar en el primer lugar. Algo similar sucedió en Argentina con Thiago Lapp, el niño de 13 años que finalizó quinto y ganó 900 mil dólares. En su caso, prefirió no dar entrevistas y sus padres apoyaron la decisión, pero eso no evitó que se escribieran decenas de notas sobre su logro.
Las cifras del torneo muestran de manera contundente que fue un éxito. Se repartieron 30 millones de dólares en premios entre los más de 200 calificados al campeonato. Más de 23 mil espectadores vieron en vivo las partidas en el Estadio Arthur Ashe de Nueva York, el estadio de tenis más grande del mundo donde se celebra el US Open, y otros 2,3 millones lo hicieron a través de internet. Los tickets para ver los encuentros costaban entre US$ 50 y 100 y se agotaron casi al instante. Nadie que tuviera la oportunidad de asistir quiso faltar a la cita salvo Tim Sweeney, el fundador de Epic Games, la compañía que creó el videojuego.
Ni cool, ni nerd. A Sweeney se lo conoce por ser reservado, pero se esperaba su presencia en el torneo de Fortnite.
Sin embargo, no se lo vio allí y prefirió utilizar su cuenta de Twitter para mostrar su orgullo por el campeonato que organizó su compañía. “Algunas personas se entusiasman mucho con la interacción social. Van por todos lados hablando con personas. Yo nunca fui muy bueno para eso”, explicó hace algunos años al sitio web Kotaku.
Sin embargo, sí era bueno para entender cómo funcionaban las máquinas y se hizo experto en ellas desde pequeño. Nació en 1970 en Maryland, Estados Unidos. Su padre trabajaba en el Departamento de Defensa y por lo general no estaba en la casa. Por eso su madre fue quien lo crió a él y a sus dos hermanos mayores. Durante su infancia demostró que su fuerte no era relacionarse con los demás y no tuvo mucha conexión con sus compañeros en la escuela. “No estaba con los chicos cool y tampoco tenía buenas notas así que tampoco estaba con los nerds. No tenía un grupo de amigos definido. Fueron años raros de los cuales no tengo buenos recuerdos”, aseguró.
Todo lo que tenés que saber sobre el Fortnite
A pesar de eso descubrió un espacio de interés en los videojuegos. A los 10 años empezó a ir a un local de Arcades cercano a su casa y a los 11 su padre compró una Apple II con la que jugaba casi todo el día. “Después de cientos de horas empecé a entender cómo funcionaban los juegos y comencé a programar”, señaló quien a los 15 ya podía leer cualquier código y mejorarlo. Y agregó sobre aquellos años: “Las primeras 10 mil horas de programación de mi vida fueron por intuición. No tenía a nadie con quien compartir ese conocimiento porque a nadie le interesaba”.
Un laboratorio en casa. Cuando terminó la secundaria entró a la universidad para estudiar Ingeniería Mecánica. Mientras hacía la carrera continuó con su obsesión con los videojuegos y empezó a crearlos. Así surgió ZZT, con el que a los 21 años fundó la compañía Epic MegaGames. Vendía las copias en el garaje de la casa de sus padres mientras diseñaba Jill in the Jungle, con el que se haría famoso en la comunidad gamer de Estados Unidos.
“La gente cree que Tim es un genio de las máquinas pero también es un genio de los negocios. Es una combinación que se ve poco”, declaró Mark Rein, quien se asoció con Sweeney en 1991 para fundar la empresa.
Entre autos y árboles. Durante más de dos décadas la empresa se haría famosa por crear decenas de videojuegos, pero el 25 de julio de 2017 marcaría un antes y un después con la llegada de Fortnite. En la actualidad Epic Games vale más de 15 mil millones de dólares y la fortuna de Sweeney supera los dos mil millones según el podio Forbes 2019. Si bien hace tiempo que es millonario, es la primera vez que alcanza estas cifras, aunque el destino de su ganancia sigue siendo el mismo: autos y árboles.
Sweeney fue dueño de varios coches deportivos, entre los que se incluían una Ferrari y un Lamborghini. En los últimos años los vendió y hoy maneja un Corvette modelo 2019. Además es dueño de casi 20 mil hectáreas de bosque en Carolina del Norte.
Su espíritu conservacionista comenzó en 2008, cuando gastó cerca de 10 millones de dólares en sus primeras tierras. “Las compré para mantener hasta que encuentre un hogar permanente para la conservación de la naturaleza. Planeo caminar el lugar para adelgazar hasta que encuentre una conservación permanente o un hogar estatal para los árboles”, indicó tras la adquisición.
La última gran compra la hizo en noviembre de 2016: invirtió US$ 15 millones para proteger un bosque que una compañía que quería dividir para hacer un tendido eléctrico sobre él. Así ayudó a preservar una gran cantidad de flora que solo crece en ese lugar y, de esa manera, terminó por convertirse en uno de los mayores conservacionistas y ecologistas privados de Estados Unidos.