TEXTUM
GUSTAVE AIMARD

Relatos sobre las noches mejicanas

En 1920, la tipolitografía de Luis Tasso, en Barcelona, publicó una tercera edición del compilado de relatos “Las noches mejicanas”, de Gustave Aimard, que para el caso fue rebautizado “Gustavo”. En los dos volúmenes, Aimard -que nació en 1818 en París y murió en la misma ciudad en 1883- compartía con los lectores ansiosos de aventuras sus aguafuertes mexicanas, repletas de dioses antiguos, comentarios sociales e historias de la conquista española. Este es el mismo Gustave Aimard que, en 1867, publicó en la capital francesa el libro “Mas-Horca”, que resultó ser un plagio parcial del “Amalia” de José Mármol. Gustave había quedado huérfano de pequeño y a los nueve años se escapó hacia las Américas. Dicen sus biógrafos que convivió con los cheyenne y que combatió contra las tropas de Rosas. Y aunque eso no justifica que le robara los textos a José Mármol, sus relatos sobre México -de los que aquí compartimos un breve extracto- valen la pena.

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El Estado de Puebla está formado por una meseta de más de veinticinco leguas de circunferencia, cruzada por las elevadas cordilleras del Anáhuac.Los llanos que circuyen la ciudad, muy desiguales, están surcados por multitud de torrenteras, cubiertos de colinas y cerrados al horizonte por montañas que ostentan un sudario de nieves eternas.Hasta donde alcanza la vista se extienden inmensos campos de maguey, verdaderos viñedos de aquellas comarcas, ya que de esta planta se extrae el pulque, bebida predilecta de los mejicanos.

No existe perspectiva tan imponente como la que ofrecen aquellas enormes pitas de hojas prietas, duras, lustrosas, llenas de temibles espinas, que alcanzan seis y ocho pies de longitud.Poco más o menos a dos leguas de Puebla, como quien se encamina a Méjico, se encuentra la ciudad de Cholula, en otro tiempo plaza fuerte importante, pero que hoy, decaída de su pasado esplendor, no encierra sino unas doce o quince mil almas.

En tiempo de los aztecas, el territorio que hoy constituye el Estado de Puebla, era considerado por los habitantes como una Tierra Santa privilegiada, como el santuario de la religión. Ruinas importantes y sobre todo muy notables desde el punto de vista arqueológico, atestiguan todavía hoy la verdad de lo que dejamos expuesto; en un espacio muy limitado existen tres pirámides principales, sin contar las ruinas con que a cada paso tropieza el viajero.

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De las tres pirámides de que acabamos de hacer mérito, una sobre todo goza de justa celebridad, aquélla a la cual los hijos de la tierra apellidan Monte hecho a mano, o gran teocali de Cholula.Dicha pirámide, coronada de cipreses y en la cúspide de la cual se levanta hoy una capilla dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, está enteramente labrada de ladrillos, mide ciento setenta pies de altura, y, según calcula Humboldt, su base tiene una longitud de mil trescientos cincuenta y cinco, esto es, un poco más del doble que la base de la pirámide de Cheops.

Ampere hace observar, con mucho tacto y primor, que la imaginación de los árabes ha rodeado de prodigios la cuna para ellos desconocida de las pirámides egipcias, cuya construcción hace remontar a la época del diluvio, y que lo mismo acontece en Méjico, al efecto relata una tradición recogida en 1566 por Pedro del Río, referente a las pirámides de Cholula y conservada en los manuscritos de éste existentes hoy en el Vaticano.

Nosotros a nuestra vez copiaremos al célebre sabio trasladando a estas páginas la mentada tradición tal cual él la publicó en sus Paseos por América.

Dice así:

“En tiempo de la última grande inundación, la tierra de Anáhuac (la meseta de Méjico) estaba habitada por gigantes. Los que no perecieron en aquel desastre quedaron convertidos en peces, excepto siete gigantes, que se refugiaron en cavernas cuando las aguas empezaron a bajar. Uno de aquellos titanes, apellidado Xelhua, que era arquitecto, construyó cerca de Cholula, en recuerdo de la montaña de Tlaloc, que había servido de asilo a él y a sus hermanos, una columna de forma piramidal. Celosos los dioses al ver aquel edificio cuya cima se esconde en las nubes, e irritados ante la audacia de Xelhua, fulminaron fuegos celestes contra la pirámide, de lo que se originó la muerte de muchos de los que en ella trabajaban y la interrupción de las obras. Dicha pirámide fue consagrada al dios del aire, Qualzalcoatl”.

¿Quién al leer las líneas que preceden, no creería hacerlo del bíblico relato de la construcción de la Torre de Babel? Sin embargo, en la descripción esta resalta un error no imputable al célebre Ampere, y que a pesar de nuestra humilde condición de novelista creemos útil rectificar.

Quetzalcóatl, la serpiente cubierta de plumas, cuya raíz es Quetzalli, pluma, y Coatl, serpiente, y no Qualzalcoatl, que nada significa y no es siquiera mejicano o más bien dicho azteca, es el dios del aire, el dios legislador por excelencia: era blanco y barbudo y negra su capa y salpicada de cruces rojas; apareció a Tula, del que fue gran sacerdote; los hombres que le acompañaban vestían traje negro en forma de sotana y, como él, eran blancos.

Atravesaba Cholula el mencionado dios para dirigirse al misterioso país de donde habían salido sus antepasados, cuando los cholulanos le suplicaron que les gobernase y les diese leyes, en lo que consintió, permaneciendo veinte años entre ellos; luego y considerando ya terminada provisionalmente su misión, se fue hasta la desembocadura del río Huasacoalco, una vez en la cual desapareció, no empero sin haber prometido a los cholulanos que días a venir regresaría para gobernarles.Apenas hace un siglo que los indios, al llevar sus ofrendas a la capilla que, consagrada a la Virgen, se levanta en la cima de la pirámide, elevaban todavía sus preces a Quetzalcóatl, cuyo regreso aguardaban piadosamente.No nos atreveríamos a afirmar que dicha creencia esté en lo presente extinguida del todo.La pirámide de Cholula en nada se parece a las de Egipto: cubierta completamente de tierra, forma una frondosa colina, a cuya cúspide es fácil llegar no sólo a caballo, sino también en coche.

En algunos sitios la tierra se ha desmoronado dejando al descubierto los ladrillos cocidos al sol, que para la construcción de la pirámide se emplearon.En la cúspide de la pirámide y en el sitio mismo en que estaba construido el templo consagrado a Quetzalcóatl, se eleva actualmente una capilla cristiana.

Sentimos que algunos escritores hayan supuesto que el cristianismo ha sustituido un culto bárbaro y cruel. Nunca el pico de la pirámide de Cholula se vio manchado de sangre humana, nunca hombre alguno fue inmolado al dios adorado en el templo hoy destruido, y al cual por toda ofrenda le presentaban productos de la tierra, tales como flores y las primicias de las cosechas, y esto por orden expresa del dios legislador.