Amamos los libros. Somos de esos que se pueden pasar horas en una librería, leyendo de ojito, repasando lomos y contratapas, preguntando una y mil veces por aquel ejemplar que sabemos agotado pero, quién sabe, alguna vez aparecerá perdido entre las Recetas de Doña Petrona y el Satiricón de don Petronio. Podemos perdernos dentro de sus historias, de sus ilustraciones, fanatizarnos por una saga o maravillarnos frente a la metáfora justa, el dato sorprendente, la erudición admirable.
Pero, al mismo tiempo, dedicamos nuestra vida a la universidad pública. Allí es donde todos aprendemos, nos formamos, generamos conocimiento, hacemos experimentos, leemos y escribimos.
Y cuando esa universidad es relativamente joven, está enclavada en el conurbano bonaerense, recibe a primeras generaciones de estudiantes que se convertirán en primeras generaciones de graduados para sus familias tan orgullosas, apuesta por lo nuevo sin perder de vista lo clásico y se endurece pero sin perder la ternura jamás, se siente distinto. Allí está la sonrisa que guardamos del lado de adentro cuando los visitantes se maravillan de que en una misma universidad entren las palabras pública, inclusiva, limpia, vecina, luchadora, informada e informadora. Eso es la Universidad Nacional de Quilmes: algo que muchos hemos aprendido a considerar como nuestro lugar en el mundo.
Uniones. Así que allí están: los libros por un lado, y la universidad por el otro. ¿Y qué pasa si los juntamos? Como decía el poeta Raúl González Tuñón: “De la unión de la pólvora y el libro puede brotar la rosa más pura”, y de la UNQ y sus libros, una editorial que hoy cumple veinte años, que no es nada, sí, pero también son cientos de títulos, autores, colecciones, revistas y un entusiasmo a toda prueba y contra toda frontera. Tuve la fortuna de conocer la editorial casi desde el comienzo, cuando aprovechaba a luminarias como el recordado Oscar Terán –responsable de una colección integrada por escritos de difícil acceso, clásicos del pensamiento y la cultura argentina que permiten comprender la ideología nacional– o al muy presente Carlos Altamirano –quien dirige una serie que es una zona abierta a los saberes de las ciencias humanas y a sus puntos de intersección–, con el libro, con la pluma y la palabra. Y de ese tímido comienzo brotaron textos de ciencias naturales, de educación, de historia, de urbanismo, de medicina, de derechos humanos, de filosofía, de música – de todo, como para perderse un rato en el laberinto de páginas.
Los números redondos –el veinte, en este caso– tienen una cierta fascinación esotérica que nos hace ponernos pensadores, profetas, analistas. Y así vale la pena preguntarse no sólo qué pasó en estas décadas sino también el por qué y el para qué. Eso: ¿para qué una editorial universitaria? ¿No se conforman con dar clase y publicar papers? Pues no: la razón misma de esta editorial está en sus libros, hijitos que sin duda no existirían si no hubiera una editorial que los piense, los cuide, los mime y vele por su crecimiento hasta que, con suerte, un día den un portazo y se vayan de paseo por el mundo.
Efectivamente, repasando el catálogo de la editorial de la UNQ aparecen libros de texto, sí, de esos que se necesitan en el aula y la biblioteca, pero también textos clásicos, tesis de doctorado que merecen ser visibilizadas, traducciones de autores que queremos tener en casa, hasta libros de arte de esos que pueden servir para deleitarnos una tarde lluviosa, para impresionar desde una mesa ratona o para subir un poco las patas del proyector de diapositivas.
¿Qué libro queremos? Ojo: esto no quiere decir que sean libros con destino de juntapolvos, de ninguna manera. Empecemos por el principio: los libros se escriben y se publican para ser leídos. No sólo eso: se escriben para ser leídos apasionadamente, una página tras otra hasta que nos pasamos de la parada del colectivo o la estación de subte. Y esos son los libros que queremos en la editorial UNQ: que se lean, se presten, se encuentren en las librerías, se regalen, se roben, se marquen de arriba abajo, hasta se arranque una página para llevar en la agenda o en el corazón. Si eso es la definición de una editorial comercial, entonces… bueno, sí, la de la UNQ es una editorial universitaria y comercial, y a mucha honra. Y, antes que nada, profesional: cuenta con editores de verdad, de esos que se enamoran de los textos, que les agarran rabietas porque tal o cual palabra no cuaja, y también con ilustradores, tapistas, diseñadores de lujo.
Por si fuera poco, desde hace unos años tenemos nuestra propia librería, Nota al pie, para pasar el dedo por los lomos, para abrir un libro nuevo y oler el incomparable olor a libro nuevo, para quejarnos porque no está tal o cual título que sabemos agotadísimo e inexistente, para visitar entre clases, experimentos o almuerzos.
Por eso estamos de festejo: si en estos tiempos no celebramos veinte años de libros en la universidad, ¿qué nos queda? Sí: los libros y la universidad. Se ha formado una pareja. Algo así como el sueño del pibe.
Industria en expansión
En la última década hubo un proceso de expansión y profesionalización de las editoriales de universidades públicas en la Argentina, que se manifiesta muy notoriamente en algunos casos, como los sellos de las universidades nacionales de San Martín, Villa María o la del Litoral, por citar algunos destacados. Algunos datos dan cuenta de este fenómeno: el crecimiento sostenido de la producción de libros publicados por las editoriales universitarias respecto del conjunto de los libros producidos en el país (en 2015 representaron el 7%, según la Agencia Argentina de ISBN); la duplicación del número de editoriales de universidades públicas (de 15 editoriales en 2006 a más de treinta en 2015, según la Red de Editoriales de las Universidades Nacionales); la presencia activa de sus miembros en las cámaras profesionales del sector; la creación de espacios de formación específica, como las Jornadas de Edición Universitaria que se desarrollan durante la Feria del Libro de Buenos Aires, la internacionalización a través de ferias como Frankfurt y Guadalajara.
*Miembro del Comité Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes.