“Si tuviera que volver a vivir la misma historia, habría vuelto a pagar el costo. Eso marca la diferencia entre un espíritu libre y un espíritu encadenado, eso marca la diferencia entre respirar con la cabeza alta... O morir ahogado en tu propia mierda”, explica Luis Formaiano sobre su obra Las persianas tienen ojos. Es que tomó su historia personal, cuando era un chico de 16 años en una Argentina gobernada por militares y que quería expresar lo que llevaba adentro siendo fiel a lo que sentía. Es así que el protagonista, Tony, les confiesa a sus padres que es homosexual, enfrentando no solo los dictámenes de sus progenitores sino también el de una sociedad reprimida en más de un sentido.
“La escritura de esta historia implicó retroceder 50 años en el tiempo, hasta un momento histórico en el que las condiciones bajo las que se vivía la homosexualidad eran altamente desfavorables -evoca-. A la traumática transgresión de los mandatos familiares se le sumaba la estigmatización y penalización con encarcelamiento debido a los edictos policiales vigentes como el 2H, generando que el colectivo se moviera en la clandestinidad de las fiestas privadas o encuentros plagados de riesgos. La obra es también una reflexión sobre el respeto por el propio deseo, la responsabilidad por las elecciones que hacemos y la gestación de un espíritu resiliente que, finalmente, permite avanzar en la vida con dignidad y plenitud".
Esta actitud valiente de un joven se refleja hoy en la vida de un adulto pleno, que no necesitó de este texto para hacer catarsis ya que es psicólogo y docente, y ese proceso pasó hace mucho tiempo, sino porque es una forma de contribuir a la sociedad, llamar a la reflexión y que no se circunscribe "solamente a la sexualidad sino también a enfrentar los mandatos familiares cuando el deseo personal es otro", aclara Luis en charla vía Zoom. También rescata el proceso de llevar al obra a la corporización en una sala, en este caso El Método Kairós (El Salvador 4530, CABA) de la cual es productor y como tal trabajó en todos los aspectos. Aquí rescata como importante la participación del director Patricio Azor, "a quien le propuse la obra porque me gusta su mirada y la calidez con que trabaja los textos. Yo había escrito casi un guión cinematográfico, con imágenes proyectadas y muchas cosas más. Y Pato la hizo más teatral incorporándole cosas bien de escenario y agregando el personaje de Tony de adulto. Por mi parte elegí a Mónica Stricker y a Juan Lucero para encarnar a los padres. Y juntos le dimos el rol a Emanuel Moreno Defalco, que corporiza al Tony que se rebela". Junto a ellos también está Juan Cruz Wenk, quien no casualmente tiene un gran parecido con el autor de la pieza, a quien encarna de adulto.
"Estoy muy feliz con el resultado y todavía me sorprende que las 50 personas que están en la sala no hagan ningún ruido durante la representación. Están en completa concentración de lo que les ocurre a los personajes. Reconozco que es un texto doloroso, fuerte por momentos, y que los actores al terminar quedan agotados, tal es la gran entrega que hacen en cada función. Después, al escuchar los comentarios a la salida, la gente comenta qué momento la impactó o con qué se sintió identificada", explica Formaiano en la seguridad de estar aportando un granito de arena a la comunicación entre las personas. Seguramente los espectadores salen comentando sobre lo que vieron. Y también rescata con igual importante que las interpretaciones y la labor del director, lo que hicieron Leandra Rodríguez con la iluminación, María Guglielmelli con la escenografía. Es un combo completo que conmueve y emociona con las funciones de los domingos a las 20.30, ideal para predisponerse a arrancar la semana laboral de una manera más reflexiva, más comprensiva con el otro. Si dudas Luis, con su calidez y su sabiduría, supo lograrlo con este texto.
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