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¿Combatiendo al capital?

¿Por qué festeja el gobierno la reapertura del canje de deuda después de haber jurado una y otra vez que no abriría las puertas a los holdouts? ¿Por qué los bancos que participan de la operación la califican como una oportunidad única para resolver los problmas pendientes?

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¿Por qué festeja el gobierno la reapertura del canje de deuda después de haber jurado una y otra vez que no abriría las puertas a los holdouts? ¿Por qué los bancos que participan de la operación la califican como una oportunidad única para resolver los problmas pendientes? ¿Dónde quedaron las convicciones?

Estas preguntas retumban todavía en distintos rincones del poder. Sin embargo, la respuesta parece tener un carácter unívoco: Se trata de una operación donde todos los protagonistas salen ganando y donde las pérdidas vuelven a anotarse en el debe de la sociedad argentina. ¿Altruismo de los banqueros? ¿Renuncia de convicciones? No se ilusione. Ni uno, ni lo otro. Ya se verá.

Esta meneada operación conlleva también riesgos. Es cierto, que de no haber ideado nada, la administración Kirchner caminaba irremediablemente a un nuevo default generado por su propia impericia. Sin embargo, eso poco importa al oficialismo regente que centró su mirada en el desembolso de los fondos frescos que prometieron traer los banqueros de inversión que comandan este nuevo trueque.

Esos fondos constituyen tal vez el andamiaje sobre el cual el matrimonio presidencial piensa edificar su estrategia, para intentar salvar un posible naufragio electoral en las legislativas del año próximo.

Tantas veces como probado, tantas veces como efectivo, Kirchner construyó el poder en base a arreglos financieros, más que en componendas políticas. Resulta tan ocioso decir como arrgeló su último enfrentamiento con el gobernador de Córdoba, como la disciplina ejercida sobre los intendentes del conurbano bonaerense.

Tanto para aquellos que tienen bonos defaulteados, como para aquellos que tienen Préstamos Garantizados (PG), los beneficios son abrumadores. Esta operación deja a todos los protagonistas con un dulce sabor en sus bocas. Los que tenían bonos basura que compraron a 10 dólares o menos y que no cobraban intereses desde hace años, se lo venden ahora al Estado a 25 dólares. El estado argentino les entrega un nuevo bono que tiene una paridad superior a 210 y que sí paga intereses. Esta configuración les genera un beneficio superlativo. En primer lugar, les facilita volver a hacerse de liquidez vendiendo luego esos títulos y rápidamente disminuyen el riesgo argentino. En segundo lugar, tiene un efecto en sus balances fenomenal porque no sólo se limpiaron de bonos defaulteados, con su correspondiente previsión, sino que los nuevos bonos mejoran la calidad de su activo y de su patrimonio. Al mismo tiempo, si bien tienen que poner fondos frescos lo hacen a una tasa del 12,5 por ciento lo que cubre los costos (2% de la tasa internacional, más 10% del CDS -el seguro por un eventual default-, más medio punto de la comisión). En suma, estas tres entidades que comandan la operación se verán capitalizadas de una manera impresionante, merced a la impericia y la necedad de la dirigencia argentina.

De la misma manera, las entidades locales que tienen PG, se benefician con una sustancial mejora. Se deshacen de títulos que el año próximo iban camino al default, que se ajustaban por el CER, es decir, se defaulteaban de a poco.

Ahora con la propuesta nueva, pasan a mejorar su cartera porque recibirán un bono que se ajustará por tasa BADLAR, una tasa promedio de los depósitos a largo plazo que manejan los mismos bancos que recibirán los nuevos papeles.
Pero este tiene un agravante, este canje se produce en momentos en que el escenario financiero es más proclive a una suba de tasas, incluso fogoneada desde el propio Banco Central que acaba de convalidar otra suba de tasas en para los pases.
Aun cuando desde el poder se pretenda justificar esta operación como una mejora en la calidad financiera del país por una suba de los bonos domésticos, sin un cambio en la dirección de la política económica, cualquier repunte de los bonos probablemente sea de corta duración.

De allí que resulten cuanto menos llamativas y dudosas las críticas lanzadas por la Presidenta contra el capitalismo, el mismo capitalismo que hoy le arroja un salvavidas para evitar una tragedia financiera segura y además le aporta fondos para intentar una supervivencia política.