Charles M. Blow, columnista del periódico The New York Times, encendió una mecha en la cultura de Occidente al decir que el dibujo animado Pepe Le Pow, “normaliza la cultura de la violación”.
Rebobinemos. El descubre que en el mismo lugar en donde está, hay una representante del sexo opuesto. Con engaños, la encierra en un cuarto para acosarla con abrazos, besos no retribuidos y declaraciones unilaterales de “amor a primera vista”. Ella intenta escaparse, escabullirse, arañarlo, le patea la cara y, por suerte, escapa. Si llegara a ser “amor a primera vista”, como él dice, el hombre no registra que es un amor no correspondido. Es acoso sexual.
Esta historia que en la vida real podría terminar peor, es una secuencia reiterada con ligeras variantes en muchas de las versiones del dibujo animado de Warner Bros que protagoniza el zorrino Pepe Le Pew.
Por eso, Charles M. Blow, que también es autor del libro “The devil you know”, que ya trepó al noveno puesto entre los recomendados del jornal estadounidense, no dudó en afirmar en una de sus últimas entregas periodísticas que ese personaje “fomenta la cultura del acoso”.
Más aún, en su cuenta de twitter reforzó el concepto comentando un corto video de la tira animada: “esto ayudaba a enseñar a los chicos que ‘no’ en realidad no significaba ‘no’ sino que era parte de un juego, la línea de largada de una lucha de poderes”.
El periodista, que se convirtió en un referente de la comunidad negra gracias a sus denuncias contra episodios de racismo, discriminación y sexismo observa atentamente los productos culturales de consumo masivo que, a su entender, influyen negativamente en el respeto de los derechos humanos.
Para expandir su opinión en el artículo de su autoría, escribió que vencer “las objeciones físicas de una mujer es normal, adorable, gracioso. Ni siquiera le dan a la mujer la capacidad de hablar”. Y si se observa nuevamente algún episodio de la popular saga de Looney Tunes, Merrie Melodies, el acoso del zorrino y la nula posibilidad de la víctima de defenderse, es evidente.
Por otra parte, estigmatiza un estereotipo común en el siglo XX, el de asociar el francés con el lenguaje del amor. El zorrino, un personaje que nació en 1946, encarna un típico seductor francés que está empeñado en encontrar “presas” para enamorarlas. No tiene mucha suerte: su francés es chapucero, su olor apesta y ahoga a sus presuntos objetos amorosos con su atosigamiento. Sumémosle que no distingue entre una zorrina y la gatita Penélope, y su ceguera es total.
La voz de las redes
El trabajo de Blow pegó fuertemente en las redes sociales, con elogios y oposiciones en partes iguales. Algunos creen que su visión es “exagerada” pero para otros está dramatizando algo que en su época "solo quería ser divertido”.
Lo curioso es que todo esto se desató en vísperas del Día Internacional de la Mujer cuando varios colectivos de mujeres en todo el mundo refuerzan y preparan acciones para exigir un freno a la violencia sistemática contra ellas, que nunca cesa, sino todo lo contrario.
Del Premio Pullitzer al tacho
Interesante es tener presente otro hecho que fue apenas unos días anterior a la columna polémica de Blow. Por decisión de la propia empresa que maneja el legado de Dr Seuss, seis de sus libros infantiles dejarán de publicarse “debido a que retratan a personas de manera errónea e hiriente”.
Así, el escritor Theodore Gessel, más conocido por su seudónimo de Dr. Seuss, quien había escrito más de 60 libros infantiles, pasó de ser el exitoso ganador del Premio Pullitzer 1984 (por innovar con temas medioambientales y promover el desarrollo de la identidad), a “un racista”.
Así lo expresó el mismo Charles M. Blow en la columna que tituló "Six Seuss Books Bore a Bias" (Seis libros de Seuss tienen prejuicios), parodiando el juego de palabras, una de las características de la escritura del inventor de los personajes de Grinch y el Gato en el sombrero.
Speedy González, racista y Lola Bunny, provocadora
La lupa implacable de Blow se posó también sobre otro personaje popular de Warner, Speedy Gonzales, el ratoncito más veloz de todo México. El autor recordó que durante su infancia consumió dibujos animados que promovían estereotipos contra otros grupos raciales: “Speedy Gonzales, cuyos amigos ayudaron a popularizar el estereotipo corrosivo de los mexicanos borrachos y letárgicos; y Mammy Two Shoes , una criada negra y corpulenta que hablaba con acento fuerte”, puntualizó. “El racismo debe ser exorcizado de la cultura, incluida, o tal vez especialmente, de la cultura infantil”, pidió Blow.
Y la temática no es anacrónica ya que el próximo 16 de julio se estrenará una secuela de la película de 1996, Space Jam, el juego del siglo, en la que el basquetbolista Michael Jordan entrenaba a Bugs Bunny para una competencia deportiva. En esa entrega protagonizada por la ex estrella de los Chicago Bulls, el personaje de Lola Bunny, era más voluptuoso que el nuevo rediseño con el que aparecerá en Space Jam: a new Legacy, que lleva a la pantalla grande a otro basquetbolista, LeBron James.
Aunque la nueva producción todavía está rodeada de silencios y secretos, el director Malcolm D. Lee abrió la boca antes de tiempo durante una entrevista a la revista Entertainment Weekly y dijo que la compañera del conejo se verá menos sexy que en la versión anterior. "Lola Bunny estaba muy sexualizada, como una Betty Boop combinada con Jessica Rabbit", apreció y marcó el contraste con otros dibujos antropomórficos que rodeaban a animales de sexo femenino con un aspecto más infantil. Por eso, él mismo promovió el cambio en sus prendas y sobre todo en sus curvas.
Por supuesto, quienes leyeron la nota opinaron en redes. Algunos lo tildaron de "puritano" pero otros se explayaron señalando que repudiaban "la idea de que para comunicar que un personaje femenino tenga que ser tomado en serio haya que eliminar sus pechos". Y no faltaron los que bañaron el hecho con un barniz de humor: "Lo único que me pone nervioso del nuevo diseño de Lola Bunny es que no tiene rodillas”.