AGENDA ACADéMICA
Entrevista

Daniela Slipak: “En Montoneros hubo desacuerdos sobre cómo articular la política con la violencia”

Doctora en Estudios Políticos por la Escuela de Altos Estudios Sociales de París y por la UBA, magíster en Ciencia Política por la Universidad de San Martín e investigadora del Conicet, la especialista en pasado reciente analizó las críticas internas dentro de la organización peronista.

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Daniela Slipak se especializa en estudios sobre Montoneros y violencia política en la historia reciente. | Juan Obregón

Doctora en Estudios Políticos por la Escuela de Altos Estudios Sociales de París y en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magíster en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), licenciada en Sociología por la UBA, e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la UNSAM, donde coordina el Centro de Estudios Sociopolíticos, Daniela Slipak se especializa en estudios sobre Montoneros y violencia política en la historia reciente y esta semana participó de la Agenda Académica de Perfil Educación. “A pesar de que actualmente no recordamos mucho sus discusiones, así como tampoco las que hubo en otros grupos armados revolucionarios, en Montoneros hubo desacuerdos sobre cómo articular la política con la violencia, respecto de qué era el peronismo, cómo debían vincularse los militantes con la organización, cómo debían ser esos militantes y qué tenían prohibido y qué tenían permitido. En particular, yo no me concentro en las disidencias individuales sino en cuatro grupos disidentes de Montoneros que se dieron a lo largo de esa década del setenta”, sostuvo.

Docente de Teoría de las Identidades Políticas y de Sociología Política en UNSAM y de Política y Violencia Revolucionaria en la UBA, Slipak es autora de una gran producción académica, con trabajos como Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia; Las revistas montoneras. Cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones; Armas revolucionarias. Discusiones sobre la violencia en los grupos disidentes de Montoneros de los años 70 y El Pueblo de la Independencia. Los sentidos del pasado en la organización Montoneros, entre otros. “En relación a las ideas de lealtad y de traición que atravesaron el espacio de Montoneros, habría que decir que se vincularon a distintas tradiciones que se evocaron y reconstruyeron en el espacio. Para empezar, la propia matriz peronista. Hay investigadores que han trabajado sobre el problema de la lealtad y la expresión de la lealtad en el peronismo. Y Montoneros, al situarse en el peronismo, trae un poco esa matriz”, concluyó.

—Las primeras líneas de Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia se remiten a preguntas que sirvieron para guiar la investigación de este ensayo. Las interrogantes que dan inicio a este gran libro son cuatro y aquí las cito: “¿Cuánto discutieron los militantes armados de los años 70 sobre su política y su violencia? ¿Cuán convencidos estuvieron? ¿Existieron voces críticas que plantearon alternativas? ¿Cuánto se recuerda actualmente de esos desacuerdos?” Me gustaría iniciar este reportaje por esas mismas preguntas con el desafío de que usted pueda unirlas en una sola respuesta.

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—La idea del libro es restituir las discusiones que existieron al interior de Montoneros. A pesar de que actualmente no recordamos mucho sus discusiones, así como tampoco las que hubo en otros grupos armados revolucionarios, en Montoneros hubo desacuerdos sobre cómo articular la política con la violencia, respecto de qué era el peronismo, cómo debían vincularse los militantes con la organización, cómo debían ser esos militantes y qué tenían prohibido y qué tenían permitido. En particular, yo no me concentro en las disidencias individuales sino en cuatro grupos disidentes de Montoneros que se dieron a lo largo de esa década del setenta. Me interesa reconstruir estos cuatro grupos disidentes porque fueron espacios que intentaron construir un tipo de militancia alternativa a las redes oficiales de Montoneros. Esos cuatro grupos surgieron en diferentes momentos de la organización, a su interior y en relación a otros actores de la coyuntura, y en diferentes momentos de la política nacional. Porque los dos primeros grupos se dan entre 1972 y 1974, y los dos últimos grupos se dan ya desde el exilio, en el marco del terrorismo estatal de la dictadura. Entonces, lo que yo reconstruyo son esas discusiones grupales que aparecieron a pesar de que ahora no se recuerden tanto. Estos grupos intentaron, en general, en un primer momento debatir con sus superiores y con la Conducción Nacional de Montoneros. La no respuesta, la desestimación, la censura o la sanción disciplinaria provocó que estas redes rompieran con la línea oficial. Sin embargo, los cuatro grupos que yo trabajo son grupos que no pudieron consolidar una militancia que se ubicara en un lugar alternativo a Montoneros. El grupo que más perdura es el primero, que dura hasta el año 1975 aproximadamente. Son grupos que no logran del todo consolidarse como un actor político relevante, diría que por un conjunto de razones. La principal, probablemente, sea el contexto de recrudecimiento represivo legal e ilegal cada vez mayor, que dio un salto cualitativo con el horror de la dictadura. Y en esa coyuntura represiva ya no hay mucho espacio para una especie de resignificación del peronismo vinculado a una izquierda revolucionaria. Luego también podrían mencionarse las propias tensiones con la Organización, y las dificultades para aparecer como un sector alternativo a Montoneros a los ojos del resto de los actores de la coyuntura.

La Cúpula de Montoneros
Slipak analiza las críticas y cuestionamientos internos que surgieron desde Montoneros hacia su Conducción Nacional.

—En Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia usted también analiza el devenir de una organización que se estructuraba en base a la dualidad lealtad/traición de sus militantes. ¿Por qué cree que perdura hasta el día de hoy esa imagen tan monolítica de los militantes de las organizaciones políticas armadas de los setenta cuando, en verdad, podían presentarse muchos más matices?

—En verdad, efectivamente, si uno recoge los testimonios advierte que existieron un montón de posiciones diversas que no pueden reducirse a categorías duales. En relación a las ideas de lealtad y de traición que atravesaron el espacio de Montoneros, habría que decir que se vincularon a distintas tradiciones que se evocaron y reconstruyeron en el espacio. Para empezar, la propia matriz peronista. Hay investigadores que han trabajado sobre el problema de la lealtad y la expresión de la lealtad en el peronismo. Y Montoneros, al situarse en el peronismo, trae un poco esa matriz. Es algo que opera muy fuertemente en uno de los grupos disidentes, que se denomina Juventud Peronista Lealtad, en relación a esta idea de lealtad propia de la matriz peronista y de la lealtad a Perón, en un momento en que la línea oficial de Montoneros se estaba enfrentando cada vez más explícitamente con él. Otra cuestión tiene que ver con cómo opera la idea de traición en el imaginario revolucionario más general que Montoneros recoge. En Montoneros, muchos de los desacuerdos o las críticas que venían desde los propios militantes estaban mal vistos, y, en casos extremos, fueron tildados bajo la idea de traición. En lugar de dar lugar a esas críticas y de tratar de gestionar las diferencias de otra manera, hubo una concepción en la que se trataba de negar o censurar esas críticas. En sus propios códigos de conducta Montoneros tenía contemplado el delito de traición, que era usado ambiguamente para diferentes situaciones, pero que en general se asociaba a la idea de dar información en tortura, subestimándola como método de deshumanización sistemático que no tiene que ver con las reacciones individuales, que son inimaginables y que no se pueden juzgar, por cierto. Por último, habría que agregar que la palabra traición sobrevoló de manera compleja las experiencias de los sobrevivientes al terrorismo estatal. Esto tiene que ver con los modos en que la línea oficial de Montoneros articuló la idea de heroísmo con el sacrificio llevado hasta las últimas consecuencias, es decir, la pérdida de la vida.

—En Discutir Montoneros desde adentro. Cómo se procesaron las críticas en una organización que exigía pasión y obediencia usted también demuestra que las disidencias y cuestionamientos internos estuvieron siempre presentes en el interior de la organización, analiza incluso ejemplos concretos que obligaron a sus dirigentes a enfrentar esas contradicciones. ¿La idea de que Montoneros fue una organización verticalista y que sus líderes estaban alejados de la base podría representar, entonces, una forma de responsabilizar a esa dirigencia de los errores cometidos para no involucrar en ese destino de fracaso político al resto de la organización?

—Yo trabajo en el libro las dificultades para establecer algunas críticas, que recojo de los testimonios y las entrevistas que generosamente me dieron ex militantes, y de lo que veo en las publicaciones partidarias oficiales y disidentes. Eran, fundamentalmente, dificultades para plantear desacuerdos. Analizo cómo en muchos casos esos desacuerdos fueron traducidos en términos de problemas disciplinarios. Eran desacuerdos sobre, por ejemplo, cómo debía articularse la actividad legal con la actividad clandestina militar. Los grupos que intentaron dar la discusión recibieron respuestas que tenían que ver básicamente con la cuestión disciplinaria. Esto tiene que ver con que, a pesar de que Montoneros era una organización que buscaba y aspiraba a hacer una transformación societal, al mismo tiempo el espacio se articulaba verticalmente. Es decir, existían tipos de vínculos jerárquicos y órdenes respecto de cómo debían hacerse determinadas cosas, cuáles eran las próximas acciones a desarrollar, cómo debía militarse políticamente. Ahora bien, en relación a parte de la pregunta que usted me hace, uno de los elementos que yo analizo en el libro son las figuras interpretativas de los disidentes, es decir, cómo interpretaron el derrotero de Montoneros y cómo estaban tratando de, al mismo tiempo, refundar ese espacio. Una de esas figuras interpretativas tuvo que ver con asumir que los problemas de Montoneros en ese momento respondían a los errores de la cúpula montonera, es decir a los errores de la Conducción Nacional, lo cual generaba en cierta medida una suerte de imagen de la organización partida entre una cúpula dirigente responsable por los errores y el resto de la militancia, que estaba desentendida respecto a esos errores. Claro que, como en cualquier espacio político, sobre todo un espacio jerárquico, los lugares de decisión son distintos y las responsabilidades son distintas. Pero la interpretación de la cúpula como única responsable opacaba, al mismo tiempo, la común pertenencia de todos los militantes al espacio. Entonces esa idea de ver a la cúpula burocrática militarista como responsable de los errores en el devenir de Montoneros fue una propuesta interpretativa que provino de muchos de estos grupos disidentes, quienes, desde ya, buscaban refundar en términos identitarios su propio espacio y continuar con el proyecto revolucionario.

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Slipak es autora de una gran producción de trabajos académicos que analizan el devenir de Montoneros.

—En Las revistas montoneras. Cómo la organización construyó su identidad a través de sus publicaciones usted muestra que Montoneros se basó en relatos, construcciones, concepciones y discursos para otorgarle un sentido colectivo a sus acciones. ¿Por qué cree que ha sido tan importante la construcción de este sentido colectivo en la organización Montoneros?

—Es una muy buena pregunta. Esa construcción de sentido me parece fundamental, no solo en el espacio montonero, sino en cualquier espacio de pertenencia político que pone en juego relatos respecto de sus propios orígenes, relatos sobre quiénes son en la coyuntura, con qué actores tienen conflictos, y que proyecciones a futuro tienen. La construcción hermenéutica sobre el pasado, el presente y el futuro me parece fundamental en cualquier identidad en general y en Montoneros en particular. En ese libro lo que hice fue tratar de identificar, precisamente, cuáles eran esas narraciones sobre el pasado que se daban sobre, por ejemplo, el peronismo durante el siglo veinte. Es una cosa que me parece fundamental porque también era una tradición que estaba siendo muy interpretada en los setenta en el país. Como sea, ese libro, si bien tiene un capítulo donde trabajo dos publicaciones disidentes, está más enfocado a reconstruir el relato oficial que Montoneros hizo de sí. En mi segundo libro, en cambio, traté precisamente de desarmar ese relato oficial, o más bien tratar de mostrar que había otros relatos que discutieron ese relato oficial.

—En Armas revolucionarias. Discusiones sobre la violencia en los grupos disidentes de Montoneros de los años 70 usted intenta problematizar, desde una perspectiva teórico-política, el vínculo conceptual entre violencia y política en las identidades insurgentes de esa época. ¿Cuáles fueron las diferencias, si es que las hubo, que presentó el movimiento armado peronista en relación a las organizaciones armadas de izquierda en la Argentina?

—En verdad, en ese artículo yo trabajo con los distintos grupos disidentes de Montoneros en relación a los sentidos que dieron sobre la política y la violencia. Es decir, es un artículo vinculado a mi último libro. Sobre el vínculo entre política y violencia, quisiera decir que, según mi investigación, a pesar de las críticas que hicieron, la violencia como práctica política nunca fue desestimada por los grupos disidentes Montoneros. Legítima en determinadas circunstancias. En todo caso, hubo disidentes que cuestionaron el uso de la violencia que la Conducción Montoneros estaba proponiendo en ese momento y buscaron repensar de un modo distinto el vínculo entre política y violencia. Lo que resulta comprensible teniendo en cuenta que estamos hablando de grupos que constituyeron en el marco de una subjetividad revolucionaria armada.

—En El Pueblo de la Independencia. Los sentidos del pasado en la organización Montoneros usted se propone recorrer los sentidos que sobre el pasado, y sobre el periodo de la Independencia en particular, articularon las principales intervenciones de Montoneros desde su aparición pública en mayo de 1970. ¿Por qué cree que Montoneros siempre pugnó por establecer vínculos muy presentes con cierta parte de la historia argentina?

—Es una muy buena pregunta. Hay una dimensión importante de Montoneros que tiene que ver con recuperar y proponer una lectura de las décadas anteriores argentinas. Creo que hubo un interés por posicionarse en relación también a los debates sobre la historia argentina que se estaban dando en el momento. Esto no fue, desde luego, homogéneo en toda la organización. Pero habría que recordar que El Descamisado, una de las revistas partidarias oficiales, le dedica una historieta que ocupa varios números a trabajar la historia argentina, retomando un discurso afín al revisionismo historiográfico y a autores de lo que se denominaba la izquierda nacional.

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Slipak sostiene que la violencia como práctica política nunca fue desestimada por los grupos disidentes Montoneros.

—Después de haber investigado durante tantos años Montoneros, ¿qué significa ahora para usted Montoneros y qué representó haber estudiado a esta organización tan preponderante para la historia reciente argentina?

—En mi formación como investigadora, que comenzó con las tesis de maestría y de doctorado, y que continuó después en los años de investigadora del Conicet, estuve abocada a la organización Montoneros. Así que es una organización que se convirtió en mi objeto de estudio de los últimos años. Trato, sin embargo, de establecer una lectura de Montoneros que analice problemas teórico-políticos más generales, por ejemplo, cómo se articula la violencia y la política, cuándo la violencia es vista como una práctica legítima y de qué modo, cómo se reciben pero al mismo tiempo se reconstruyen las tradiciones que se dicen heredar, particularmente el peronismo, cómo se construye la norma al interior de los espacios de pertenencia, qué especificidades tuvo la subjetividad revolucionaria armada. Entonces, si bien Montoneros es mi objeto de investigación empírico, trato al mismo tiempo de restituir algunos de los problemas analíticos de los estudios políticos y de la teoría política sobre la violencia, la política, las tradiciones, las subjetividades y las revoluciones.

—Esta sección se llama Agenda Académica porque propone brindarle a docentes e investigadores un espacio en los medios masivos de comunicación para que difundan sus trabajos. La última pregunta tiene que ver con el objeto de estudio: ¿por qué decidió especializarse en estudios sobre Montoneros y la violencia política en la historia reciente?

—Desde ya que los temas que trabajamos los investigadores e investigadoras tienen que ver con la sociedad de la cual surgimos. Empecé a trabajar estos temas con la reinstalación de los años setenta en el debate y en la agenda política durante el ciclo kirchnerista. En otras palabras, mi investigación acompañó los propios desplazamientos memoriales que tuvo la sociedad argentina con respecto a ese pasado de los setenta. Además, habría que decir que se trata de temas de historia reciente, que es también historia del presente. Historia que nos atraviesa hoy día permanentemente. Por eso me parece importante reconstruir y estudiar analíticamente las voces de esa época.