Pobreza y Pandemia

La cuarentena de los indigentes sin techo, la otra cara del coronavirus

Ellos no tienen un hogar donde quedarse. La calle es su hogar y en este recorrido fotográfico cuentan en primera persona sus miedos y sus reclamos.

"Ciudadanos del Olvido" como viven y sobreviven la cuarentena a la intemperie Foto: Pablo Cuarterolo

La pandemia de coronavirus y la cuarentena van dejando postales a lo largo del mundo y hay una que siempre, sea el país que fuera que la pone frente a nuestro ojos, estremece. Las de los indigentes y los sin techo.

Mientras el aislameinto se va flexibilizando de a poco, la foto repetida sigue siendo la de las calles desiertas aún en metrópolis superpobladas e incluso en la tan mentada hora pico, bajo un paradojal “visible silencio” cubierto de moradores que no tienen el privilegio de cumplir con el #QuedateEnCasa. Sencillamente porque no la tienen.

Son los indigentes sin techo, los homeless como se les llama quienes lo prefieren en inglés. Aquellos a los que la cuarentena los encontró en su hogar, temporario o fijo, pero su único hogar: la calle.

Perfil recorrió esas calles en algunos barrios porteños, donde unos duermen en plazas, otros en umbrales de negocios o de bancos, o donde encuentren un espacio en donde poner sus huesos... Y son de las pocas personas, sobre todo por las noches, que se ven en las callecitas de Buenos Aires que, como escibió alguna vez Horacio Ferrer "tienen ese qué se yo..."

Pero hoy no es hora de tango ni de poesía. Desde que se declaró el aislamiento social obligatorio, las calles vacías (ahora no tanto desde la nueva etapa de cuarentena administrada anunciada por el presidente Alberto Fernández) siguen dejando en blanco sobre negro una triste realidad: la cuarentena de los olvidados.

Allí están Monica y Lorenzo, que acceden a dejarse fotografiar por nuestro fotógrafo Pablo Cuarterolo. Ellos viven en la calle, alrededor de los puestos de libros de Parque Rivadavia. Pero ese no era su lugar, y mucho menos su habitación... El asfalto comenzó a ser el dormitorio de esta pareja apenas comenzó el aislamiento social obligatorio, aquel 20 de marzo, y las changas de las que vivían desaparecieron de la mano del covid-19.

Un video con las mejores imágenes de la pandemia

“Nosotros vivimos de changas, y eso ya no existe. Antes estábamos en un hotel que nos cobraba 1.500 pesos la noche, pero sin changas es imposible, así que decidimos dormir en la calle”, dice Lorenzo.

A su lado, Mónica asiente y aclara: “Sabemos que están los paradores oficiales, pero lo que nosotros queremos es que el gobierno porteño nos dé una mano repartiendo viandas de comida. Nos parece gracioso y peligroso que los paradores para la gente de la calle sean una alternativa porque ahí duermen entre 100 y 150 personas. Por un lado dicen que hay que mantener el distanciamiento social pero a la gente de la calle la mandan toda junta un galpón de 150 personas donde uno no sabe con quién comparte espacio ni cuál es la realidad de salud de cada uno”, explica.

Lorenzo, por su parte, suma un detalle que muchos de los sin techo mencionan: “Además, en los paradores te roban casi todo lo que tenés, te vas a duchar y cuando volvés tus cosas no estan”.

Claros de pensamiento y muy conscientes de la realidad de esta maldita pandemia, Lorenzo y Mónica siguen su rutina de buscar comida y rogar que alguna changa milagrosa les salve el día. Pero, eso sí, Lorenzo no descuida una de sus pasiones, el deporte y a diario se las rebusca para hacer su rutina de abdominales...

El gobierno porteño lleva habilitados varios nuevos centros de contencion, como hoteles y polideportivos (se habilitaron al menos tres), además de los refugios habituales. Y aseguran que pese a haber llevado ya a muchos “sin techo” (más de 500 al menos en la primera etapa de cuarentena), quedan miles.

Según datos oficiales, 1.146 personas vivían en las calles de Buenos Aires en 2019. Pero los no oficiales (de varias organizacioneS no gubernamentales), cantan otras cifras: Aproximadamente 7.520 en toda la provincia de esta Argentina que a fines de 2019 tenia 35,5 % de pobres, de los cuales un 8 por ciento estaba en la indigencia.

Seguimos recorriendo las calles y allí está Gabriel, que nos cuenta algo de su historia: “No siempre viví en la calle, pero hoy no tengo otra opción. Hace 6 meses que me deportaron de República Dominicana”, explica.

Con casi 3.000 contagios, Argentina cumple un mes en una cuarentena sin precedentes

Es que allí vivía con su pareja (no estaban casados) y trabajaba como supervisor a cargo de un local de comida, pero la policía de migración lo sorprendió y al no tener los papeles en regla lo deportaron a la Argentina.

“Yo pensaba trabajar, juntar plata y volver a Dominicana, porque me asesoré bien y como a mí no me firmaron el pasaporte al deportarme, después de un año ya no queda registro de mi deportación y puedo volver y trabajar... Pero bueno, me agarró lo del coronavirus y no tuve mas remedio que volver a la calle”, dice resignado.

Desde este lunes, barbijos obligatorios en colectivos y trenes de todo el país

Gabriel, además, coincide con sus “vecinos de la calle” en ciertas exigencias de las autoridades que a lo sumo “carecen de sentido común”. “La verdad, el gobierno nos exige, a todos, pero especialmente a nosotros, lo de la calle, que andemos con barbijo cuando no tenemos para comer.La prioridad es la comida, no podemos pretender tener un barbijo porque es algo caro, cuesta entre 90 y 130 pesos y no es nuestra prioridad. Los que tenemos uno es porque nos los regalaron los enfermeros o los vecinos que se acercan”.

Así, a medida que uno camina las calles con ellos y charla con ellos, quedan en evidencia dos certezas que, quizás sin decirlo con esas palabras, dejan claro en cada diálogo, para quien lo quiera leer y sin mucho "entre líneas": Ellos no le tienen miedo al coronavirus, sino al hambre. Cortito y al pie... La otra es que, sin duda, se sienten más seguros en la calle que en un parador.

Par concluir, allí está Marta. Estamos en avenida Rivadavia, en el barrio porteño de Caballito. Ella duerme todas las noches en el umbral de un local que está al lado del edificio de nuestro fotógrafo, Pablo. Y como él mismo nos cuenta, “Marta es una vecina más. Siempre la vas a ver deambulando por Rivadavia con un chango de supermercado y durmiendo en el mismo umbral del mismo local, en Avenida Diaz Velez y Acoyte".

Marta deambula por el barrio, "suele pedir comida en la iglesia de Caacupé -sigue Pablo-. Los vecinos le llevan comida y es una ferviente lectora, pero no es fácil para entablar un dialogo, eso se complica... Sin embargo, por lo que se sabe en el barrio, parece que fue docente. Y debe ser así. Siempre, cuando no está caminando y cargando sus bolsos, la vas a ver leyendo un libro con pasión".

A los vecinos de Marta no les molesta su presencia, como no les molesta que duerma en ese umbral. "Ya es una vieja conocida del barrio”, cuanta Pablo después de fotografiar a su vecina de la calle.

Por lo general, los hoy por hoy “ciudadanos olvidados de la cuarentena” también coinciden en que así como el gobierno porteño debería hacer más por ellos, la gente es muy solidaria, y quizás más aún en esta pandemia. Ellos se la rebuscan para conseguir comida por los locales del barrio y siempre hay un vecino generoso que les acerca algo.

“La gente es buena y nos ayuda” dicen Mónica, Lorenzo, Gabriel y, aunque sin hablar, Marta, que, silenciosa, vuelve a cargar sus bultos bucando el pan suyo de cada día por la calle, la única casa en la que puede quedarse.

Marcela Tarrio

Fotos. Pablo Cuarterolo