La inflación en Venezuela está tan desbocada que el país eliminará cinco ceros del bolívar este mes en un vano esfuerzo por restablecer su poder de compra. ¿Hay alguna forma de frenar la hiperinflación? En realidad, sí. Pero es casi seguro que el presidente, Nicolás Maduro, no recurrirá a ella.
El arma es el dólar estadounidense. Maduro podría reemplazar el bolívar con el dólar. Los venezolanos entregarían la moneda nacional casi sin valor, que sería destruida, cambiándola por dólares según los fondos restantes del Gobierno, a aproximadamente el tipo de cambio no oficial de hoy. Esto terminaría con el acaparamiento y restablecería los incentivos para ahorrar e invertir.
Hay precedentes. Ecuador adoptó el dólar en el año 2000 y rápidamente la hiperinflación -definida como una inflación del 50 por ciento mensual o más- desapareció. Los precios se disparan porque el Gobierno sigue imprimiendo dinero. Si se deja de imprimir dinero, nadie puede subir los precios, porque no hay dinero fresco para pagar más por las cosas.
El profesor de la Universidad Johns Hopkins, Steve Hanke, economista al que acuden los países que buscan estabilizar sus monedas (clientes anteriores incluyen a Argentina, Rusia y Zimbabue) y defensor de la dolarización desde hace mucho tiempo, argumenta que Venezuela debería seguir ese cambio de inmediato. "Hay miles de cosas que tienen que hacerse", dice. "Pero lo único que debe hacerse de inmediato es establecer la estabilidad. Quien lo haga será un héroe nacional".
Francisco Rodríguez, consejero de Henri Falcon, el contrincante de Maduro en las elecciones presidenciales de mayo, coincide. La dolarización confiere credibilidad inmediatamente en la lucha contra la hiperinflación, dice Rodríguez, economista jefe de Torino Capital LLC en Nueva York.
Entonces, ¿por qué Maduro no lo hace? En primer lugar, significaría abandonar una moneda bautizada con el nombre del libertador de Venezuela y reemplazarla con la de su enemigo más poderoso. Maduro se enfureció con la idea cuando Falcon la planteó en la campaña, equiparándolo con una rendición de soberanía.
Venezuela también podría terminar con la hiperinflación cambiando a otra moneda estable como el euro. Pero eso obligaría al país a ceder el control de la política monetaria y cambiaria. Así que si, por ejemplo, los precios del tipo de crudo de Venezuela cayesen significativamente, las autoridades no podrían amortiguar el golpe mediante la reducción de tasas de interés o la depreciación de la moneda.
La pérdida de flexibilidad es un problema para Ecuador y otras naciones que han adoptado el dólar, entre ellos El Salvador y Panamá, así como para los dispares países de la eurozona unidos por la política monetaria del Banco Central Europeo. La dolarización "ralentizaría nuestra capacidad de crecimiento, porque reduciría la competitividad", dice Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, una empresa consultora en Caracas.
Terminar con la hiperinflación no facilitaría que Venezuela pague las importaciones de alimentos, medicinas y otros artículos cruciales. No aliviará la aplastante carga de deuda externa. Y no aliviaría la tensión febril en la otrora próspera nación, donde un ataque de drones cargados de explosivos durante un desfile militar a principios de agosto hirió a oficiales pero no alcanzó a Maduro.
El economista Ricardo Hausmann, acérrimo detractor de Maduro que fue ministro de Planificación de Venezuela en la década de 1990, llama a la dolarización un "espejismo", y dice que las prioridades deberían centrarse en relajar el control del Estado sobre la economía y asegurar el alivio de la deuda y la ayuda extranjera.