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efectos políticos del atentado

El afortunado drama de Cristina

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Vuelco. La “desgracia con suerte” de la vice ahora alinea a todo el peronismo detrás suyo. | Ernesto Pagés

Estalló un asombroso fenómeno desde que el fiscal Luciani alegó contra la corrupción de Cristina Fernández: se aceleró el proceso político de la Argentina hacia 2023. Casi una anticipación. Y se empezaron a borronear alternativas: adelantamiento electoral, eventual suspensión de las primarias (PASO). Pocos días después, ese cambiante escenario se trastornó con exagerada velocidad por el intento criminal contra la vicepresidenta, desatando un vértigo violento: la viuda de Kirchner pasó de culpable judicial a víctima de un magnicidio, estrella única de los titulares. 

Ella, que no había advertido al que le gatilló sin éxito para matarla, como tampoco lo habría notado su custodia, se fue incendiando luego al descubrir la dimensión del episodio y observar las morbosas consecuencias del atentado fallido. Como se sabe, lo que “pudo ser” suele ser más desquiciante que lo que fue. 

Al mismo tiempo, agradeció una salvación casual  que no tuvieron otros dirigentes en el mundo, de Palme a Kennedy, sin olvidar a Juan Pablo II o a Reagan. Ventajas de vivir en el subdesarrollo, donde las pistolas se traban, no disparan. También, para una creyente como ella, nunca como ahora se justifica esa escenografía que la rodea con estampitas, santos, vírgenes y otros amuletos católicos. Si no sirven sus guardaespaldas físicos y pagos, hay otros celestiales que la protegen mientras se persigna y algunas veces hace una donación. 

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Quizá la vice deba abandonar sus cariños cercanos y apelar a la seguridad profesional

Se alteró Cristina, un comprensible manojo de nervios, temores que nunca se habían contemplado y el enfrentamiento con el realismo mágico de aquellos que decían cuidarla, quienes en vez de mirarla a ella durante las manifestaciones debían concentrarse en quienes se acercaban a rodearla. Prevención elemental, básica, observada hasta por un neófito en cualquier cancha de fútbol, donde los agentes policiales miran la tribuna en lugar de concentrarse en el partido. 

Curioso: esta penosa obviedad, entre otras graves, ni siquiera provocó una renuncia aunque se afirma que buscan reemplazantes en el área. Quizás la vice deba abandonar sus cariños cercanos y apelar a la protección privada, profesional, como ya hizo con la atención de su salud y con sus defensores en los tribunales. Le cuesta: sería una forma de rever el mensaje del Estado eficaz con el que suele pregonar. 

Al margen de mirar estos descuidos, ahora le toca lidiar con la transformación de un hecho delictivo en una categoría política que no había imaginado, su ascenso en la escala competitiva, elaborar su “desgracia con suerte” en los diez días que han conmovido el mundo de Cristina.

Sin rumbo muy claro

 Antes de poner distancia y meditar en el Sur, sin hablar ni escribir, hubo que consultar a Cristina por la realización de un acto propio en Plaza de Mayo para reivindicarla y, en particular, imponerle a Alberto Fernández un decreto de feriado nacional que dejó al país sin clases y a las castigadas pymes pagando un jornal doble si necesitaban que sus trabajadores concurrieran al empleo. Exagerado homenaje. 

La secta cristinista consideraba imprescindible esa medida: la población debía advertir la gravedad de un cataclismo sin fin en el caso de que la vice hubiera sido asesinada en la agresión. 

En ese trasiego de urgencias, Alberto F se disipó en la bruma: ya venía cascoteado por el ascenso de Massa, el derrumbe de su reelección y su inutilidad para mediar en las causas judiciales de su compañera de rubro. Ahora se tambalea para llegar al pase del mando en diciembre del año próximo. Aunque se hinque a cumplir todas las instrucciones, se ha vuelto un estorbo para el liderazgo personal de Cristina. Se lo han dicho. 

Tampoco le sienta disfrazarse de vocero de sí mismo, como si fuera el doble de Gabriela Cerruti, al acusar o embarrar a periodistas y medios, jueces y opositores por el nonato crimen de Cristina. Puede hasta propiciar la búsqueda del autor intelectual, la secreta mano de quien guió al amateur ejecutor de Cristina. Si hasta plagia en declaraciones a su ministro del Interior, Wado de Pedro, quien se vendía como un amoroso del diálogo y ahora reparte mordidas venenosas: se quitó la piel de cordero. Aun así, al Presidente no le alcanza el hilo del carretel, el puente está demasiado lejos y a Cristina las circunstancias la pusieron demasiado cerca. Ya no es solo candidata para los comicios del 2023.

Alertas provinciales. Dilema también para gobernadores, en especial vestidos de poderosos en los últimos tiempos, aquellos que suponían convocar a comicios en sus provincias separándolas del evento nacional bajo la bandera “despegarse de Cristina”. Lógico: en general, casi todos los oficialistas reúnen mayoritarias opiniones favorables, sus distritos están en calma y podrían reelegirse. Se asustan, en cambio, del componente tóxico que las encuestas le atribuyen al kirchnerismo. 

Pero ahora, por el fenómeno no deseado que levantó a CFK, empezaron a congelar sus propuestas: han descubierto que no les suma divorciarse de ella y que la polarización es rígida en casi todo el país. Amaina, en cambio, ese propósito de alterar el calendario electoral, ya que tampoco parece fácil la suspensión de las PASO alegando que el país no necesita tal cantidad de elecciones. Sería, como se sabe, una movida a favor del oficialismo y en contra de la oposición, aún sin un líder definido y que espera ese acontecimiento para develarlo. 

"Salvar a Cristina" y dinamitar todo el Poder Judicial

Para la suspensión se barajan números, la suma de libertarios e izquierda para esa iniciativa del Gobierno, un juego que en ocasiones olvida los intereses en ciertas provincias. Difícil un acuerdo y, si se alcanzara, a los opositores les queda la llamada a una interna exclusiva, como la de Fernando de la Rúa con Chacho Álvarez, en la que salió para presidente quien ganó y para vice su segundo. Lo que indica cierta falta de sentido fomentar un revuelo institucional para repetir la experiencia de una fórmula cruzada o combinada. Inútil intento: ya todos saben que pierde la elección el que se divide.

Cristina y su drama ahora alinean al peronismo sin haber hecho un mérito para cumplir ese deseo: le tocó en la rueda de la fortuna. En todo caso, ese fenómeno se logra por obra de un trasnochado marginal que semejó al personaje de Robert De Niro en “Taxi driver”, modelo que deshecha buena parte de la sociedad tentada por la ilusión conspirativa. 

Si se cambiara a Macri por Cristina sería lo mismo: los otros no creen. No solo es partidaria la sospecha, también ocurrió con el suicidio de Yabrán o el accidente del hijo de Menem. El tema del montaje cinematográfico prende en algunos propios y no es tema único de las mamis a la salida del colegio. Sin argumentos, tal vez. Aunque la ineficiencia brutal, sea del Gobierno para cuidar a su vice o la del alucinado personaje que no le salió ni el tiro del final.

Todo “trucho”, como un país qué tal vez se exponga a una etapa de radicalización al rojo vivo, demasiado previa a las elecciones. Finalmente, los escraches son plurales y empezaron con uno solo, individual, dirigido. Después crecieron sin que se dieran cuenta los participantes, como le sucede a la propia Cristina con su suerte.