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El campeonato del cambio

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Vuelco. De Primarias a la primera vuelta, la sociedad pasó del liberalismo al Estado protector. | cedoc

La mayoría de los esfuerzos intelectuales que logran fundamental relevancia masiva, parecen participar de un torneo por demostrar quién consigue observar con mayor rapidez aquello que podría indicarse como un cambio en la sociedad. Algo de esto puede ser expuesto con la creación teórica incesante de nuevas generaciones, que con nombres de letras (Generación Y o Z), parecen cada cuatro o cinco años revolucionar el modo en que todo un universo social debería encomendarse a la relación con este acumulado específico de jóvenes; y algo similar sucede con el consumo general de medios o las relaciones de pareja, las prácticas sexuales, o las formas de viajar. De este modo, serían buenos y generarían atención quienes señalarían cambios en sus detalles analíticos, y desatendidos aquellos que no tendrían novedad para compartir con algún público posible. Así, la sociedad sería un organismo sin Estados, sino un mero transcurrir de sucesos.

La política, a través de sus episodios electorales, hace de esto una ética incesante de abuso de combinaciones complejas en la que el uso de la idea del cambio es fundamentalmente una herramienta para explicar todas sus tragedias, y a través de estos supuestos cambios ajustar expectativas decepcionadas evitando acercarse a alguna posible verdad. El cambio, como idea, es especialmente un enorme e interesante parche a la ignorancia.

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Cualquier esfuerzo por describir una alteración a un Estado que se encontraría previamente definido, pero ahora modificado, requiere un esfuerzo equivalente por dar cuenta de esa situación aparentemente evidente que ahora habría dejado de ser un molde para operaciones sociales. Los conceptos sociológicos vinculados a los debates sobre la modernidad o la posmodernidad han ofrecido herramientas conceptuales de llegada sencilla para su uso indistinto en diversos espacios de interacción en los que la idea de “liquidez” ha jugado un rol preponderante. La nueva sociedad sería menos rígida, blanda y por lo tanto líquida, como oposición a sus anteriores formas más ajustadas, rígidas y estables. Los trabajos serían solo por un tiempo, las relaciones de pareja solo momentáneas, los derechos sociales más acotados y las personas de este modo resultarían arrojadas a un destino sin ninguna contención social, y los partidos políticos, como un caso más de este problema, sin aparente base de sustentación. Quien describe así a la sociedad no ofrece como guía para el mirar más que fragmentos que solo son unidos por relatos del cambio incesante. Con el mecanismo de colocación de la atención en los cambios, y no en la estructura o en condiciones de posible continuidad, se obtienen consecuencias de enorme relevancia que interponen limitaciones fundamentales en los modos de atención en el observar del análisis. Algo queda sin ser observado ya que se incurre bajo estas condiciones en un tratamiento exagerado de los momentos, de los instantes, es decir, de los presentes como instancias de sorpresas que modifican algo sin nunca llegar a sitios fijos. Si bien los presentes podrían actuar como una dimensión del tiempo sin reflexión, como una forma de llamar a la cotidianidad irreflexiva en un sentido de derrotero sin alteraciones, en estos casos son el escenario de supuestos incesantes cambios. Al no prestar atención en el conocimiento de los componentes de las estructuras, cada nuevo episodio es absorbido como una novedad que modifica al mundo para siempre. Los análisis de las elecciones se destacan en este tipo de tratamientos.

Con la sola distancia de dos meses, la sociedad argentina habría pasado de dar un paso conceptual hacia el liberalismo, para abandonarlo a las ocho semanas gracias a la devolución del IVA en la compra de alimentos. Aunque puesto en secuencia se exprese de un modo evidentemente reduccionista y apurado, no se encuentra en nada alejado de una parte importante del tratamiento periodístico que el resultado de las PASO y de la ahora primera vuelta pudo atestiguar como formas imprudentes de asignación causal a fenómenos complejos como estrategia de descripción. Si la sociedad es de este modo tan laxa en sus componentes y por lo tanto orientada al cambio, todo lo que es de un modo, podría velozmente ser de otro. El inconveniente es que la mayoría de estas descripciones carecen de lo que Max Weber dio en llamar como “neutralidad valorativa”. El cambio, en el contexto que sea, es bueno si acuerda con mis opiniones y es malo si las contradice. El domingo pasado había algunos felices y otros tristes, pero casi ninguno ocupándose de los datos.

Al mismo tiempo, bajo estas condiciones supuestas de alteraciones recurrentes se pasa con facilidad a un componente algo optimista en relación a la potencialidad de ejercer acciones para intervenir en cambios siempre disponibles. Al no haber de este modo estructuras, todos podrían procesar acciones para cambiar cosas haciendo de esto un acumulado riesgoso de expectativas, y agregando ahora, no solo como valiosos a aquellos que estudian los cambios, sino a los que los producen. Los “cambiemistas” podrán dar charlas, ser entrevistados y escribir libros; para los otros, los que no tienen novedades, nada habrá de ser interesante que pueda ser considerado del mundo hacia ellos y podrá no prestárseles atención.

El ruido Milei

Las ilusiones respecto a los cambios, en especial por estar basados en la exageración de su chance, estimulan especialmente la imaginación de escenarios basados pocas veces en criterios cognitivos y más en preferencias personales. Sobre estas ilusiones se imaginan futuros justamente ilusorios cuya concreción en general no suceden, y es ante esto que se reacciona. La furia ante el resultado de la primera vuelta y la ausencia de espacio para el análisis se basa en criterios de tipo morales, es decir de preferencias personales de lo considerado bueno o malo, pero sin dejar terreno a la posibilidad de elementos basados en datos. Las elecciones son un episodio específico dentro del sistema político que nuclea a millones de personas en un mismo día seleccionando a quién votar. La complejidad de este acumulado de acciones simultáneas, ya solo por su mismo volumen, merece un tratamiento más nutrido que la asignación de sentido basado solo en componentes de dinero del Estado, pero que de nuevo es tomado como un caso de cambio. Cambia hoy y podría cambiar de nuevo, igual que cambia el que lo describe y el que pregunta.

Para los fanáticos del cambio habrá ahora un nuevo episodio para desplegar conceptos ilusorios basados en sus expectativas personales. Para muchos ahora con menor esperanza y para otros con mayor. Pero de nuevo, todos otra vez listos para contar el nuevo mundo sin que se sepa de qué se trata este mundo que bajo estas condiciones, permite que todo se transforme.

*Sociólogo.