El presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Kirchner y el ministro de Economía Sergio Massa encabezarán mañana domingo el acto de inauguración del gasoducto Presidente Néstor Kirchner. Esa foto intentará expresar algo más que el resultado de la trabajosa unidad de la coalición detrás de la candidatura de Massa, sobre quien, por primera vez desde la construcción del Frente de Todos, en 2019, se ha desplazado el centro de gravedad del peronismo. El acto en Salliqueló, en la provincia de Buenos Aires, mostrará también la impronta que el ministro de Economía buscará dar a su campaña, de la que dio un adelanto no menor ayer con su abordaje al paro de los empresarios del transporte. No son muchas las opciones disponibles para Massa en términos de discurso, considerando el contexto económico adverso. Pero para mañana se ha inclinado por una puesta matriz peronista: 9 de Julio, independencia, autonomía energética, soberanía nacional. Un principio orientador que lo proyecte y lo aleje de las urgencias.
En los días previos al acto en Salliqueló, Economía anunció la postergación hasta fin de mes de vencimientos con el FMI por US$ 2.600 millones del programa de facilidades extendidas acordado durante la gestión de Martín Guzmán. Ya lo había hecho en junio, mediante un movimiento avalado por el organismo que permite a sus deudores reunir pagos en una sola fecha con el fin de reducir costos. Los compromisos de este mes coinciden con la difícil negociación que Economía mantiene con técnicos del organismo en procura de un anticipo de desembolsos para apuntalar las reservas del Banco Central. Los analistas registran un rojo de entre US$ 3.500 y US$ 5 mil millones, con el menor nivel de reservas brutas de los últimos 9 años, como informó PERFIL dos semanas atrás. En las reuniones virtuales, el desacuerdo central gira sobre la exigencia del FMI de que la Argentina acelere el ritmo de devaluación de su moneda. Una varias veces anunciada misión técnica del equipo económico a Washington sigue en veremos.
El gasoducto, además de gas, transporta la ilusión de la recuperación
Principal negociador, Massa ya ha inaugurado un discurso respecto al Fondo más acorde a las necesidades de la campaña. “Tenemos que salir de la dependencia: dejar de mendigar cada 5 o 10 años dólares al FMI, ser soberanos y tomar nuestras propias decisiones”, dijo días atrás en un acto en San Andrés de Giles. En un encuentro en la Cámara de la Construcción, el ministro también había hablado de la necesidad de pagarle al FMI, “sacarlo de la Argentina para que no vuelva nunca más”. Contó también que el organismo había presionado para que se detuvieran las obras del gasoducto Kirchner. “El Fondo decía ‘no pongan el gasoducto en el gasto del primer semestre porque puede esperar. Ustedes tienen que cumplir la meta’”, dijo Massa.
Estamos frente a una retórica nestorista. Pero se sabe que la de Kirchner ha sido la gestión que más compromisos saldó con el organismo: el 3 de enero de 2006 canceló en un solo pago US$ 9.800 millones, la totalidad de la deuda argentina de entonces con el organismo multilateral. Fue después de largas negociaciones que incluyeron una cesación de pagos de hecho.
Massa y la Argentina no están ni cerca de conseguir cancelar hoy nada. La deuda argentina con el Fondo Monetario es varias veces la de 2006 y la economía no genera los dólares que necesita, pero el ministro ha decidido hacer frente con espíritu indómito a una campaña desafiante. Lo hemos visto ayer: la plasticidad que le conocemos acerca como otras veces a Massa a aquel primer kirchnerismo que, a pesar del nombre del gasoducto, pertenece a un momento de la historia reciente olvidado.
El caño que se inaugurará mañana, además de gas, transporta a la Argentina a la ilusión de una recuperación. Es ahí donde Massa quiere que miremos.
El gasoducto representa en efecto, una oportunidad no sólo de reducir la factura energética, sino también de exportar gas a Brasil, a Bolivia, a raíz del declino reciente de sus yacimientos, y de abastecer a un mundo sediento, resultado de la guerra en Ucrania y el bloqueo a las exportaciones rusas. Esto último, por el momento nada más que una ilusión: la exportación demandaría la construcción de una planta de licuefacción que, según los expertos, supone inversiones por miles de millones de dólares.
El mercado está haciendo a su manera una apuesta por la recuperación: títulos soberanos a la suba y creciendo y riesgo- país en los 2 mil puntos, acciones en alza, pese a la caída del jueves. “Estamos volando”, dice un empresario importante, que pide reservar nombre y actividad. Encarna la expectativa de un sector para el que la definición de los candidatos, básicamente el del peronismo, no podría haber resultado más tranquilizadora.
La expectativa parece estar mejor justificada en los sectores altos que en los bajos
Ese optimismo contagia. El índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella, difundido días después de que se anunciaran los candidatos, trepó en junio 9,1 puntos respecto del mes anterior y 6,9 puntos interanual. Suele haber una relación entre el comportamiento del índice y la suerte de los gobiernos. Es necesario reparar en un detalle, que vincula este registro con la reacción en los mercados: “El incremento –dice el informe– es mucho más fuerte en los hogares de mayores ingresos que en los de menores”.
Este dato se emparenta con el reciente análisis de la consultora ExQuanti en base al informe de Evolución de la Distribución de Ingreso del Indec conocido a finales de junio y que ya han reflejado otros medios: en un contexto de caída acelerada de los salarios, entre enero de 2022 y enero de 2023 los ingresos de los sectores bajos y medios cayeron respectivamente un 7,3% y un 6,3%, contra una caída del 3,9% de los ingresos de los sectores altos. Según las proyecciones, esto habría redundado en un nuevo aumento del índice de pobreza, que conoceremos a finales de septiembre, tras el retroceso experimentado en 2022, como contó días atrás en Clarín Ismael Bermúdez.
La expectativa de una recuperación económica aparece mejor justificada entre los que más ganan que entre los sectores medios y los menos favorecidos.
Si parece haberlo logrado con el mercado, ¿podrá Massa producir esta vez un cambio significativo en las expectativas del votante peronista? Es uno de los principales retos que tiene por delante el ministro.