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nada cambia

Qué nos dice la historia de los años electorales

Cada año electoral parecería que se renueva la fe y la esperanza, como decía Daniel Scioli.

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Macri-CKF. Dos candidatos con gran caudad de votos que no ofrecen nada nuevo. | cedoc

Cada año electoral parecería que se renueva la fe y la esperanza, como decía Daniel Scioli. Pero esta vez ni las elecciones lograrán que los argentinos tengan una mínima esperanza de algo mejor en un futuro cercano. Los dos candidatos con mayor caudal de votos no ofrecen nada nuevo; tanto Mauricio Macri como Cristina Fernández seguirán con su estilo y sus propuestas sin ofrecer las soluciones que el país requiere.

De todos modos, más allá de la coyuntura, la pregunta es qué significa la posibilidad de votar cada dos años. Cuando se elaboró la primera Constitución Nacional en 1853, la idea era ofrecer una alternancia gubernamental de acuerdo con una de las condiciones que supone el sistema republicano, es decir, la renovación periódica de las autoridades. En este sentido, poder elegir a nuestros representantes –ya sean diputados o senadores– periódicamente nos da la posibilidad de quitar a aquellos que no hacen bien su trabajo y reemplazarlos por otros que ofrezcan una alternativa superadora. En el caso del presidente, si bien originalmente no había reelección inmediata y su período se extendía a seis años, el principio es el mismo; aquel que no hace bien las cosas, afuera luego de cumplir su mandato.

Al renovar las cámaras por mitades o tercios, según el caso, nos da la posibilidad de utilizar un sistema de premios y castigos para aquellos que hacen bien o mal su trabajo. El problema surge cuando la oferta es siempre la misma y los que están ocupando sus asientos en el Congreso, en un año electoral, dedican sus esfuerzos exclusivamente a renovar su banca. Como en ambos casos existe la reelección indefinida, el incentivo de los legisladores está puesto en retener su escaño más que en ocuparse de aquello para lo que han sido elegidos, entre otras cosas, defender los intereses de los ciudadanos y controlar al Poder Ejecutivo.

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Así las cosas, cada año electoral se nos presenta como un año perdido, sumado a ello que los mismos de siempre –utilizando los recursos del Estado– se dedican a hacer campaña, prometiéndonos que, de ser elegidos, van a hacer aquello que no hicieron a lo largo del mandato que llega a su fin. Cuando uno los escucha parece estar viendo una película en blanco y negro, que ya está gastada de tantas veces que se repitió. Las mismas caras, las mismas promesas y el mismo final. Cada cuatro años parece que el país se juega la vida, que es ahora o nunca, y que los mismos que nos llevaron a esta situación ahora sí nos van a sacar de ella.

Para obtener la tan ansiada reelección –o, en el caso de los que en su momento quedaron afuera, cuando pretenden volver a entrar– no tienen reparo en hacer alianza con quien sea, el aliado o el enemigo de ayer puede ser una buena escalera para subirse al triunfo de hoy.

El denostado rival del pasado, por arte de magia, se convierte en un aliado indispensable para sumar algún votito adicional. Exactamente lo mismo sucede con los candidatos a presidente: si bien Fernández no se manifestó públicamente, sí lo hacen sus voceros, prometiendo que, de ganar, esta vez las cosas serán diferentes a lo que hicieron en su mandato anterior (aunque no aclaren en qué sentido serán diferentes). Por su lado, el actual presidente hace exactamente lo mismo, en su caso pide cuatro años más para hacer lo que no se animó a hacer desde que asumió la presidencia.

Lamentablemente, este panorama no es nuevo; cuando uno observa un año de elecciones desde el retorno de la democracia en 1983, lo que ve es bastante similar y, de alguna manera, ello explica la situación en la que se encuentra el país. Desde hace cuarenta años tenemos los mismos políticos, los mismos partidos (salvo por la irrupción del PRO en los últimos diez años), las mismas propuestas y los mismos resultados. Ante este panorama, no parece que el futuro nos depare algo mejor en el horizonte. Por qué habría de hacerlo, si hacemos siempre lo mismo con los mismos políticos. En la medida en que no se elija una verdadera alternativa superadora, este año electoral será como los otros y nos ofrecerá los mismos resultados, al menos eso es lo que se aprecia desde una mirada de la historia reciente del país.

 

*Profesor de la Universidad del CEMA.