Analizar la semana política se volvió un ejercicio aburrido, porque no se encuentra nada que nos aventure a soñar que estamos en camino de salida de la larga noche de frustraciones y desencantos. Esa oscuridad nos impide construir, porque en la agenda política actual, la tarea de dirigentes y analistas que protagoniza el debate público es descalificar, tamizando todo en el propio colador de ideas. Siempre con una soberbia moral de unos y otros que hace casi imposible pensarnos como un país.
Se devalúa no solo la alternativa de acordar, sino, sobre todo, la posibilidad de las diferencias enriqueciendo un destino común. Lo binario reduce la realidad a blanco y negro, y todo lo demás queda afuera. Cada uno de los temas de la agenda pública se lee diferente según de qué lado estés. Y ya deja de interesar. O se hace demasiado previsible.
Faltan originalidad, frescura e ideas. Pero el problema no es solo que faltan, sino que las que están ahí (que lo están), alguien o algún sector se encargará de matarlas en la lógica perversa de cancelar lo diferente.
La renuncia de la primera ministra neozelandesa, Jacinta Arden, argumentando que había dado todo lo que sentía que tenía para dar, y que ahora iba a dedicarse a su familia y a otras cosa, nos sorprendió. Se puede darlo todo en un lugar y, después, elegir otro, no perpetuarse. La renuncia no es abandono, es reconocer que todo tiene un tiempo, y que siempre hay otro u otra que puede hacerlo distinto.
Una mirada a nuestra dirigencia política, empresarial, sindical, agraria, etc., etc. nos evidencia los mismos nombres de siempre. Hay razones, y todas tienen su valor y validez. Sin embargo, la Argentina se sigue hundiendo. ¿Cómo se hace para renovar esos liderazgos sin caer en un ataque a la política, sino tan solo para salvarla?
Cada vez que la televisión enfocaba a Lionel Scaloni, se lo veía hablando con su equipo. Siempre con otros. Su liderazgo fue muy analizado este tiempo por lo diferente. Hay algo entre ese DT y la renunciante mandataria neozelandesa que lleva a creer en nuevas formas de conducir.
Pero ella, y cada uno de los presidentes de los países del mundo, particularmente los de nuestra región que estuvieron en Buenos Aires estos días en la reunión de la Celac, la tienen muy difícil. No importa cuáles sean sus ideas, ni siquiera sus motivaciones. Empezás a caminar, lo hacés bien, más o menos, o mal, y no te dan tiempo. Te matan. Baste mirar la gran cantidad de críticas que enfrentaba Ardern en su país, o cualquiera de los regionales.
Hay una sociedad empoderada, en la que las causas parciales tienen tanta voz y poder, que se complica el ejercicio de la política, y la construcción de una voz nacional común.
¿Cómo se hace para articular el desorden natural de quienes se sienten con derecho a que sus intereses sean representados? Las instituciones democráticas interpeladas. Sin una épica, sin sentimiento y sin confianza, el rumbo se precia errático. Gobernar es ejercer la soberbia del poder de los que piensan como yo, y oponerse es ejercer la soberbia de impedirlo todo a fin de ser el próximo.
América Latina no tiene destino en los debates globales si no está unida. Pero esa unión requiere que se piense en intereses regionales por sobre el colador de las propias ideas. El problema es que en cada país hay miradas radicales sobre esos intereses. ¿Cómo se hace entonces para construir? En una charla, la embajadora de Chile, de militancia comunista, dirigente sindical, profesora de filosofía, respondía a una pregunta de este tema con la determinación de una gran dirigente: la región requiere que nos unamos con hechos concretos; no importan las ideas de sus gobiernos. Cuánta esperanza genera que ella dijera tal cosa. Hay funcionarios y funcionarias que lo creen; necesitamos que protagonicen.
Cada jugador de la Selección, cuando hablaba en el micrófono, refería a su familia, a su barrio. Algunos de ellos con más vida afuera que en Argentina, sin embargo, habían empezado en un club de su ciudad y sentían la celeste y blanca en el alma…, como nos pasó a cada argentino y argentina en el mundo. Quiere decir que hay masa para hacer este pan. Los argentinos, las argentinas tenemos el sentimiento y creemos en esa raíz.
Traducir el sentimiento en confianza es un trabajo de artesanos que requiere dirigentes con coraje. Que se animen a estar en cualquier lado, incluso fuera de las propias fronteras. ¡Tantas y tantos argentinos que lo hacen todos los días! Y, sin embargo, no logramos una acción colectiva.
La llamada “avenida del medio” no logró aún espacio político con volumen. Sin embargo, está en la sociedad e inclina en general la votación buscando una moderación que la política no ofrece. Quizás no se trate de estar en el medio para amontonar a los de siempre que quedan afuera, sino algo diferente y superador. Con nuevos dirigentes, mezclados con los que ya son y no les permiten emerger, y con los que están, pero que podrían animarse a dar un paso al costado y empujar desde lugares distintos. Que no reniegue de lo anterior. Que no culpe al gobierno anterior o al anterior del anterior, sino que se pare sobre las partes que cada uno hizo bien. Que se anime a intentar nuevos rumbos. Que no laven sus ideas, sino que se animen a sumar otras y resignificar las propias con otras miradas.
Dirigentes que se dediquen a construir ese puente roto con la sociedad, que convoque a millones de argentinos entonando a gritos: “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, vamos a hacer todos ese gran país, que soñaron nuestros héroes y hoy debemos construir”.
Pese a todas nuestras dificultades y contra todo interés de división de quienes han hecho un gran negocio de la polarización y la división de los argentinos, hay una nueva melodía en el aire. Ojalá contagie a toda la política, a los medios, a la sociedad. Nada me saca el color azul y amarillo de la piel cuando tenemos que enfrentar al rojo y blanco. Pero el sentimiento de la celeste y blanca permite que ame a Julián Álvarez tanto y más. Que el celeste y blanco tiña la política y la carrera electoral.
* Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA.