COLUMNISTAS
tarea de todos

Organizar la esperanza

La Scaloneta y su juego colectivo pueden ser un modelo para una idea de comunidad.

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Celeste esperanza, Lionel Messi. | Pablo Temes

Después del partido de Argentina e Italia, estamos todos contentos. Vamos al Mundial con más confianza. La Scaloneta funcionó colectivamente. Hay equipo.  

¿Podemos asimilarla a nuestra dirigencia? En Argentina el poder está disperso en muchos actores (jugadores), lo que complejiza la articulación y el acuerdo, y el juego colectivo. Individualmente, argentinos y argentinas logramos triunfos y reconocimientos varios. Pero como país, como pueblo y nación, cada vez nos disgregamos más.

En los muchos encuentros que se realizan en universidades y espacios del tercer sector o de organismos internacionales, los dirigentes refieren a esa necesidad de recrear la confianza para funcionar colectivamente. Lo dicen, lo expresan, coinciden. Pero no ocurre.

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El Presidente habla de unidad, pero se refiere a la oposición como “enemigo”, cuando el país necesita como nunca de unos y otros. Suena difícil atravesar este momento en el que se anuncia que las tarifas, el transporte, la energía suben, si no confiamos en el rumbo y si no vemos en nuestros dirigentes la vocación de hacerlo con el que está en frente de sus ideas. Suma incertidumbre escuchar y leer voces que dudan de si se firmó algo o no con el FMI, si se cumplen o no las metas acordadas, y si todavía tenemos que esperar algo de ahí para conocer el rumbo esquivo que nunca se anuncia.

Ya está demostrado que no se puede encontrar el camino con una sola coalición. Y que amalgamarse para ganar, cuando no se estructura una base sólida de acuerdo, no es más que prolongar la agonía de la desarticulación.

¿Cómo logró Scaloni vencer la lógica individual e imponer la lógica colectiva para que todos trabajen, para que cada uno saque lo mejor de sí? Claro, en el fútbol es más fácil porque la meta es compartida. Solo si hay gol ganamos todos. Pero cuando yo soy más grande si piso al otro que es parte, no gana nadie. Habrá más ricos, pero también más excluidos. Y habrá menos país.  

Frente de Todos, Juntos por el Cambio. ¿Cómo no vamos a perder la confianza en la dirigencia si los nombres se devalúan así. ¿Qué todos están en el frente? ¿Qué juntos nos traen el cambio?

Reforma del Poder Judicial y la boleta única son quizás necesidades institucionales, pero ¿se puede dar ese debate en medio de esta crisis? ¿Qué confianza genera la posición de los distintos bloques respecto de que sus votos están direccionados a convencimientos sobre que es una mejora institucional? Resulta difícil creer que se intenta mejorar la democracia. Desconfiamos pensando que son artilugios para pelear espacios. Probablemente muchos diputados y diputadas lo estudian seriamente. Pero ¿qué es lo que gana? ¿Por qué creer?

Y los y las ciudadanas tenemos nuestra parte también. Porque dirigentes y dirigidos tenemos razones para desconfiar. No me van a pasar la pelota, entonces yo no la voy a pasar. Y así estamos. En lo opuesto a nuestra selección. Desconfiando unos de otros. Metiendo algunos pases solitarios que benefician a pocos. Y viendo protagonizar la escena política a aquellos que encarnan una grieta cuyo horizonte, casi único, es la silla, el espacio de poder.

Nos está ganando la desazón. Como letanía repetimos sucesos que se multiplican para hacernos sentir que no hay salida: la creciente tentación de algunos jóvenes por irse a probar afuera trabajos que nunca harían en su país; la decisión de cobrar en el exterior; la de trabajar y/o emplear en negro; la de postergar sueños que requieren recursos que ya no se tienen; la de cambiar lo que se consume, o el colegio o incluso la universidad. El dólar y la inflación (la desvalorización absoluta y creciente de nuestra moneda) son el síntoma de una profunda desconfianza en lo que nos une, que ya nos ganó el alma e impregna cada día el rumbo de nuestras vidas.

Quizás podamos ampliar la mirada y el ánimo con el empujón de ver que la Selección empieza a lograr colectivamente que se articulen los talentos. Y poner el foco en funcionarios y funcionarias que trabajan con vocación y convicción las 24 horas del día. Que quizás no están del todo de acuerdo con el comportamiento de sus dirigentes (oficialistas y opositores), pero que creen que vale la pena seguir dando la pelea adentro. Que quieren que se genere esa posibilidad de construir un rumbo, pero que no se detienen en trabajar en lo que les toca. Gracias a ellos y a ellas hay algunas políticas de Estado, gracias a ellos y a ellas, quienes protagonizan tienen aciertos, gracias a ellos y a ellas, algunas medidas se corrigen, salen mejores… gracias ellos y a ellas, queda esperanza.

Quizás podamos poner el foco en esos empresarios, trabajadores, dirigentes de sectores sociales y políticos en ambas coaliciones convencidos de que ya no hay más lugar para seguir especulando. Los hay, aunque no están protagonizando.

Un frente con todos juntos para el cambio. ¿Se podrá? No se puede reemplazar la pelea por el poder. Va de suyo con la política y tiene su legitimidad.  Pero es tiempo de tener el coraje de dejar temas fuera de la disputa por el poder. Se dice, se expresa, se habla, se sostiene. Salvo algunas minorías con soberbia y moralidad de sentirse los únicos buenos, la mayoría de la dirigencia está dispuesta. Que suceda. Que se unan todas esas iniciativas dispersas, de la sociedad civil, y de algunos o algunas dirigentes locales o nacionales que promueven el arraigo en sus territorios, el desarrollo de la bioeconomía, la industria cultural, el conocimiento, la formación, la cultura del trabajo, la economía circular, una política del cuidado, etc., etc. Que protagonicen esos funcionarios y funcionarias que no descansan haciendo su trabajo y sosteniendo lo que todavía queda en pie gracias a ellos y a ellas.

Protagonizar una mirada de futuro implica saber que el acuerdo total y la homogeneidad es imposible. Y que la única manera de recrear la confianza en lo que nos une es que todos miremos ese horizonte y estemos dispuestos a poner lo que sea para alcanzarlo en el lugar que esté, gobierno u oposición, dirigente o ciudadano o ciudadana. Volver a confiar en que somos una comunidad, donde todos y todas importan. Como importan nuestros ríos, nuestras tierras, nuestro aire. Argentina celeste y blanca, bien celeste y bien blanca si es necesario, pero en una misma bandera.

No se trata de optimismo o de pesimismo. Lo importante es recrear la confianza, requisito para la esperanza. Pero la esperanza de los pueblos no surge de un acto de fe individual. Es el resultado de una construcción política ampliamente integradora e inclusiva. Por lo tanto, la esperanza de los pueblos también se organiza. Tenemos que organizar la esperanza de los argentinos.

*Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA.