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Última cena con Guzmán

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Fulminante. La Vicepresidenta mira con intensidad a Guzmán durante un anuncio sobre la renegociación de la deuda. Finalmente logró sacarlo del juego. | presidencia

Mientras el ex guerrillero Gustavo Petro, primer presidente de izquierda de Colombia, elegía como ministro de Economía de su país a un economista de la Universidad de Columbia y discípulo de Joseph Stiglitz –José Antonio Ocampo–, en la Argentina se despide a Martín Guzmán, con credenciales y perspectiva económica similares. 

Es que esta tercera ola de izquierda latinoamericana que encarnan Boric en Chile y Petro en Colombia está signada por la moderación socialdemócrata que el ministro de Desarrollo de la provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque, dio por concluida pocas horas antes de la renuncia de Guzmán (“la fase moderada está agotada”, “el ciclo de Guzmán es un tema terminado, verá él con su conciencia qué quiere hacer y el Presidente definirá, no tenemos mucho para esperar por ese lado”).

Y mientras Cristina Kirchner en su acto de ayer en Ensenada decía: “Melconian piensa más parecido a Guzmán” sobre el déficit fiscal, Martín Guzmán le renunciaba al Presidente en una coincidencia temporal simbólicamente desafiante con la vicepresidenta, algo que no podía haber estado premeditado con más que pocas horas de anticipación porque el viernes Guzmán había anunciado su viaje a Europa para renegociar la deuda con el Club de París sin pensar en renuncias.

La carta de despedida de Guzmán vuelve a desafiar a Cristina Kirchner marcando que su visión, y no la de la vicepresidenta, es la correcta para la Argentina. Concluye Guzmán su despedida diciendo: “Con la profunda convicción y la confianza en mi visión sobre cuál es el camino que debe seguir la Argentina, seguiré trabajando y actuando por una Patria más justa, libre y soberana”. Avisa Guzmán que su saga pública no termina aquí.

Mientras en todos los medios se comenzaba a difundir la noticia de la renuncia de Guzmán, cambiando el foco del interés del discurso de Cristina Kirchner en Ensenada por el de la renuncia del ministro, desde el escenario la vicepresidenta seguía castigando a su presidente, quien el día anterior, en el acto de la CGT, había dicho que el poder no estaba en la lapicera sino en poder convencer. Ella apeló al Manual de conducción política de Perón leyendo la página 73, donde el líder decía: “Yo no persuadía con palabras, porque las palabras poco persuaden. Yo persuadía a la gente con hechos y con ejemplos”. 

Y siguió: “Perón no largó nunca la lapicera” y con ella firmó (creó) el estatuto del peón rural, el aguinaldo, las vacaciones y la Constitución de 1948. Si Cristina tuviera hoy ella misma la tan mencionada lapicera: ¿qué hubiera hecho diferente con la economía de lo que hizo Guzmán? Es lo que le pregunté a Martín Guzmán hace diez días en una cena privada que compartimos junto con Gustavo González.

¿Emitirá más y tendrá más déficit fiscal para generar un salario universal complementario, como mencionó en su discurso de ayer? A eso sí se opondría Martín Guzmán, quien aspiraba a ir reduciendo el déficit fiscal y no lo opuesto.

No es casual que se originara en el Senado la media sanción de leyes como la ampliación jubilatoria a 800 mil personas que no tienen aportes y el alivio fiscal que beneficia a 4 millones de autónomos y monotributistas. 

Guzmán sí apoyaba las leyes que aumentaban impuestos pero no aquellas que aumentan los gastos. Tampoco es casual que la mención de Cristina a Guzmán en su discurso de ayer en Ensenada haya sido diciendo que la visión del déficit fiscal de Guzmán es similar a la de Melconian (a quien recibió a propósito). Ella, al contrario, abogó por desacoplar el déficit a la inflación: “No creo que el déficit fiscal sea la causa de la inflación estructural desmesurada y única en el mundo que tiene la Argentina”.

Reducir el déficit o no reducirlo es la cuestión que separa aguas entre la vicepresidenta y el ex ministro. Quien acepte conducir el Ministerio de Economía tendrá un desafío ciclópeo, con la ya definitivamente empoderada jefa de la coalición gobernante pidiendo más déficit y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional pidiendo que se reduzca.

Las menciones obvias se orientaron a otro Martín, Redrado, a quien se asocia a Sergio Massa. Mínimamente, la salida de Guzmán es también un triunfo para Massa y una incomodidad para Daniel Scioli, recién asumido, quien hoy se encuentra sin  saber con quién tendrá que hacer pareja. La difusión del nombre del elegido es inminente porque no se hará abrir a los mercados sin conocerse al sucesor de Guzmán.

Otro que estará preguntándose con quién tendrá que hacer pareja es el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, quien también fue criticado por el kirchnerismo, aunque no de la forma personalizada en que lo hizo Cristina con Guzmán.

En la cena de hace diez días con Guzmán nos quedó claro a Gustavo González y a mí que el ex ministro, primero, no iba a dejar de responder cada nuevo dardo del kirchnerismo; y segundo, que tiene vocación política y con solo 39 años quiere seguir actuando en la esfera pública (“de ser ministro de Economía a hacer política”). Como de otra forma también dice en su carta de despedida, a él no lo fueron a buscar sino que trabajó buscando ser elegido ministro de Economía.

Que en los medios cercanos al kirchnerismo hayan dedicado las primeras horas tras la renuncia de Guzmán a denostarlo diciendo que su acto de renuncia mientras hablaba la vicepresidenta era infantil demuestra cuánto confrontaban con él. 

Mérito de Guzmán ser criticado con igual intensidad por el kirchnerismo y la oposición.