El 1° de Mayo se conmemora la lucha de los mártires de Chicago por mejorar la vida de los trabajadores. Hoy, más de un siglo después, la pandemia deja al descubierto la penosa situación en la que se encuentran los trabajadores argentinos, acelera un proceso de degradación de larga data y facilita un ajuste que ya estaba previsto.
Hoy, más de un siglo después, la pandemia deja al descubierto la penosa situación en la que se encuentran los trabajadores argentinos
Los primeros perjudicados por el aislamiento fueron quienes carecen de ingresos estales. Por un lado, los desocupados (8,9%), a quienes se suman los subocupados demandantes de trabajo (9,5%). Por otro, los asalariados informales (35,9%), que sufren mayor presión para aceptar las condiciones que su empleador les impone, y son más vulnerables al despido o la rebaja salarial. Finalmente, los monotributistas, en su mayoría asalariados encubiertos, que constituyen el 8,53% del total de trabajadores. Todas estas situaciones suman más del 50% de la fuerza laboral. Para este grupo el gobierno ideó el Ingreso Familiar de Emergencia. Pero un subsidio de 10 mil resulta insuficiente para sostener a una familia. Ni siquiera alcanza la canasta básica alimentaria, que mide la indigencia y que en febrero se ubicó en $16.785.
Le pagarán un plus a los empleados legislativos por la Emergencia Sanitaria
Los trabajadores en blanco no están mucho mejor. Quienes deben seguir trabajando en actividades esenciales, en muchos casos no cuentan con los elementos de protección necesarios. Esto es muy evidente en el sector más vulnerable, los trabajadores de la salud. No por nada somos el país con mayor porcentaje de empleados de salud entre los contagiados. Hay todo otro grupo de trabajadores que están arriesgando su salud y no por ocuparse en actividades esenciales, sino porque el gobierno amplió cada vez más el listado de excepciones a la cuarentena. Quienes se encuentran ocupados y registrados en el sector privado, están sufriendo un duro ataque. El decreto que prohibía los despidos y suspensiones es letra muerta. El caso más conocido es el de Techint, pero se contabilizan alrededor de 5.400 cesantías y no se impidieron las recesiones de contratos a término. Las suspensiones tampoco se prohibieron porque se habilitaron acuerdos con sumas no remunerativas menores al salario. Esto se facilitó con el acuerdo entre el gobierno, la UIA y la CGT. Los estatales no están mucho mejor: en muchas provincias hay retraso de pagos y en algunas, como en CABA, se amenaza con pagos escalonados.
El acuerdo que permite las reducciones salariales viene a agravar la pauperización que sufren los trabajadores. El nivel salarial ya se encontraba deprimido por la depreciación del salario frente a la inflación. Para graficar: en el cuarto trimestre de 2019 el 70% de los ocupados percibía ingresos menores a 30 mil pesos, o sea por debajo de la línea de pobreza. Todo este panorama se agrava con la postergación indefinida de las paritarias en varios sectores, mientras la inflación se acelera y el control de precios no existe. La realidad es que este panorama no está tan lejos de los planes de ajuste que tenía el gobierno: aumentos de sumas fijas por decreto, prohibición de cláusulas de revisión y aumentos exclusivos a las categorías más bajas.
La pandemia deja en evidencia las condiciones que debe soportar la clase obrera bajo el capitalismo, y las agrava
El proceso de degradación que la pandemia y los sucesivos ajustes aceleran tiene una historia más larga. El salario real promedio se ubica en la mitad que en la década del 70. El trabajo en negro no desciende del 30% hace tres décadas. Las formas de contratación precaria crecen cada vez más. El desempleo no logra erradicarse y, bien contabilizado, no desciende de los dos dígitos. Las condiciones de trabajo empeoran con sucesivas reformas laborales y renegociaciones de convenios flexibilizadores. Por eso, este penoso panorama no se debe exclusivamente al coronavirus. Más bien, la pandemia deja en evidencia las condiciones que debe soportar la clase obrera bajo el capitalismo, y las agrava. El Día Internacional de los Trabajadores, es un buen momento para recordar que la lucha por una vida mejor sigue vigente.
*Socióloga y Dra. en Historia. Investigadora de Conicet y miembro del Ceics – Razón y Revolución.