DOMINGO
Reportaje

Mario Pergolini: "Si acá quemaran 10 mil autos nos quedaríamos sin gobierno"

Creó y conduce “Caiga quien caiga” y “Algo habrán hecho”. Maneja los tiempos del humor político con tanta soltura como los de la historia argentina. Produce programas de televisión para HBO, Fox, Discovery, TNT, TF1 de Francia y la BBC de Londres. Y elige la calidad antes que el rating.

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2005 | Mario Pergolini. | Santiago Cichero

Efectivamente. Es probable que ni él mismo ni Felipe Pigna esperaran las mediciones que han acompañado a Algo habrán hecho. Sin embargo, el hecho de haber ganado en una franja horaria tan competitiva como la de los lunes a las 22 hs. demuestra también que algo está cambiando en el público televisivo.

—Yo creo que uno no puede trabajar nada más que con una industria que necesita generar audiencia a cualquier costo —explica Pergolini—. Si fuera así, ¿dónde está la jerarquía del producto o la intención que cada uno pone en las cosas? Gracias a Dios hacemos dinero con nuestros productos pero no es la única meta. Yo no digo que sea sencillo hacer cosas populares porque realmente no lo es. Es muy difícil tener el ángel, el enganche, el momento necesarios... Pero hay que percibir cosas que, a veces, uno no percibe. No en vano hemos puesto este producto en el aire. ¡Algo habrán hecho es un programa con exteriores grabados hace un año! Es muy raro, hoy, en la televisión argentina, que esto ocurra. ¡Yo planifico un programa de cuatro horas que recién puedo poner en el aire un año después! Y en una televisión que está utilizando al público como elemento artístico (que es el elemento más barato que se puede utilizar porque usa a gente que está deseosa de salir en televisión, a la que no se le paga sueldo, donde no hay un control artístico). Si alguien nos da la posibilidad de poner en el aire este tipo de producto como Algo..., bueno, ahí vamos. ¡Esto somos nosotros! Esta mezcla de ficción, de documental pero también somos “Caiga...” o La liga o E24.

Mario va y viene en su oficina en cuyas paredes vemos, entre esbozos de dibujos animados y recuerdos varios, un enorme póster de Perros de la calle, la película en la que Tarantino inventó esos hombres de negro que ha institucionalizado entre nosotros CQC.

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—Una obra de teatro filmada... –acota Pergolini con el mismo entusiasmo con que lanzó este oscuro “uniforme” que acompaña las situaciones más desopilantes de Caiga quien caiga.

Pergolini: "¿Quién no recuerda el autito para Lady Di o el Decamerón para el entonces presidente Clinton?"

—Bueno, y a pesar de tanto éxito, ¿cómo es eso de que te vas a mudar de canal porque no soportás la presencia de Tinelli?

—Lo de la presencia es medio simbólico –explica Mario–. Yo creo que él hace un tipo de televisión que nosotros no hacemos. Y cuando digo nosotros, me refiero a Cuatro Cabezas. Dentro de ese contexto, nos es muy difícil tener una figura tan grande y tan importante como Marcelo. El determina ciertas cosas en el canal en el que trabaja. Lo “tinelliza”, y esto uno puede tomarlo para bien o para mal. Nos es muy difícil –dentro de los productos que hace Cuatro Cabezas que van dirigidos a un público muy concreto– convivir con una figura tan importante, repito, que modifica en parte la pantalla.

A nosotros no nos sirve de nada que Marcelo nos entregue su público porque no es nuestro público

—A lo mejor, desde lo rápido, se puede analizar así: “Este tipo odia a tal y le hace la guerra en todos lados. Basta que aparezca en un sitio para que el otro se mude a la otra punta”. Pero no es tan así. Este es un hecho de negocios y de entender que uno va a una gente y que no todo es bueno. Que no siempre es bueno que te entreguen 30 puntos de rating. Ni siempre es bueno lo que más mide. Y esto no es un juicio valorativo mío. Creo que si Cuatro Cabezas tiene la posibilidad de tener otras ofertas en un contexto donde le sea más cómodo trabajar..., bueno, tiene que hacer uso de eso. Entonces, vuelvo a la visión rápida: nos vamos porque viene Marcelo. Pero, en realidad, es lo que Marcelo significa, lo que puede llegar a producirle (y te repito que lo que nosotros creemos no es la verdad absoluta) a la pantalla de Canal 13. También creo que Telefe está dejando un poco el público popular que tuvo para girar hacia un público distinto, más cercano al que, durante años, tuvo Canal 13.

Sobre el escritorio de Mario hay fotos de familia, toda clase de productos electrónicos (él tiene un manejo ágil y talentoso de la computadora) y, para completar, una deliciosa y remozada radio con válvulas que conserva sus atributos originales.

—Hace muchos años, cuando Cablevisión compartía el piso superior de la calle Honduras con los telares de la industria textil de Eurnekian, Mario se ocupaba de la música de Radio América y también, ¿cómo olvidarlo?, escribía unos lindísimos poemas.

—Por supuesto. Te digo que tenía entonces, también, la secreta idea de escribir cuentos o pequeños poemas para radio. En realidad, lo que quería era leerlos al aire pero no me daba la cara. Tenía mucha vergüenza. Ya, en aquel tiempo, tenía un programa que se llamaba Malas compañías y andaba muy bien pero, vos sabés como son esas cosas, a los varones entre 19 y 20 años nos daba mucho pudor confesar: “¡Estoy haciendo poesía!”.

—¡Pero no! A mí me pareció divino que un chico de esa edad tuviera sensibilidad como para sentarse a escribir algo que no es lo usual...

Mario se acomoda en el sofá ubicado a lo largo de un ventanal que separa la oficina de un pequeño jardín frondoso.

—Mirá, yo era un chico muy introvertido, muy fantasioso. Hasta te diría que lindando con la mentira cuando fui más grande. Mentiroso compulsivo... Todo mal. La fantasía todo el tiempo termina modificando la realidad. No tuve muchos amigos. Siempre fui de estar apegado a una sola persona o dos amigos, nada más. Eso sí, escuchaba mucha música.

"Vengo de una formación de música clásica a través de mi padre..."

—¿Por qué tu padre?

—Mi papá fundó el Coro de Junín. Durante mucho tiempo tocaba varios instrumentos. En casa se escuchó siempre mucha música clásica. De hecho, uno de mis primeros trabajos fue ordenar la discoteca de Radio Clásica cuando salió como la FM de Radio Argentina. Me contrataron para armarla por épocas y estilos. Por eso, mi formación es más bien clásica. También me empujaban mucho a la lectura. Quizá mi padre era un poco tirano. ¡Qué sé yo! Me hacían leer Erich Fromm, El arte de amar, a los quince años. Y a la noche, cuando volvía, mi papá me preguntaba: “¡Bueno, ahora decime de qué se trata!”, y la verdad es que eso se volvía medio tedioso. ¡Una formación pretoriana y bien italiana donde sopapo y rectitud van de la mano!

—¡Mangia che ti fa bene! Como decía Sofia Loren en Filomena Maturano mientras le daba un coscorrón al chico...

—Sí, sí...y como dice ahora mi mamá: “¡Cada sopapo que te di, te lo tenías merecido!”.

—¿Tu mamá también era música?

—No. Es una mujer de clase media baja que me dio el tango, el escuchar mucha radio. La AM prendida todo el día en casa. Un ama de casa que se dedicó a la familia. ¡Mi mamá era de las señoras que se vestían para venir al Centro! Aún hoy, para ella, es todo un operativo. Por ejemplo, si vamos al teatro, le digo a mi mujer: “Vestite bien porque mamá va a venir toda empilchada” (Se ríe con cierta ternura).

—A pesar de ese hogar rígido, Mario se independizó rápidamente.

—A los dieciséis empecé a trabajar en radio –explica–. Me rateaba del colegio para ir a la radio. Mi hermana mayor, en cambio, era más organizada. Hoy es instrumentadora quirúrgica. Como ves, sacando los hobbies de papá con respecto a la música, nada que ver con los trabajos del resto de la familia. Papá también pintaba, escribía cuentos y siempre insistía con aquello de la obligación de leer.

—Qué curioso que, habiendo sido una obligación tan insistente, no les hayas tomado idea a los libros...

—En eso soy igual a mi padre. Nosotros, con mi mujer, todas las noches les leemos un capítulo de algo a los chicos. Mi hijo que está en 6º grado creo que es el único de todo el curso que lee. Ahora tiene ya la costumbre de tomar un libro por la noche y leerlo. Lo que me parecía un poco tirano como obligación hizo que, cuando tenía diecisiete o dieciocho años, hablara en forma diferente de como lo hacían mis amigos, encaraba a las chicas distinto y podía conversar con los adultos de temas que los otros chicos no podían tocar. Así que creo que todo eso me sirvió y no me dio ningún rechazo.

—¿Tu hijo mayor sabe que escribías poemas?

Pergolini se ríe francamente.

—Tomás, que tiene ahora 12 años, ¡también escribe poemas! Luego viene Matías. Está por cumplir 7 años. Me encanta ir a una librería con ellos...

—Pero, por ejemplo, ¿qué compra Tomás, “Harry Potter”?

—Empezamos con cosas más básicas. Cuentos fantásticos para chicos... Lo importante es leer y eso se aprende en la casa. Si ves que tu papá le dice a tu mamá: “Mirá este libro que me compré”; si ves que hay libros sobre la mesa a disposición de cualquiera; si te tomás el trabajo de leerles a los chicos... bueno, el camino está hecho. Gracias a la saga de Potter hemos leído otros libros de hadas y hechiceros que han sido muy buenos. Cuentos irlandeses de gnomos y brujas que, gracias a Dios, puedo volver a leer con mis hijos.

También la imagen de Pergolini está muy ligada al cine:

—¿Es cierto que sos un loco del cine?

—La verdad es que soy esa clase de espectador bastante comercial. Tengo que admitirlo. Las superproducciones me apasionan. De hecho, cada vez que escribo las aperturas de Caiga..., pienso en una superproducción re-americana! Me gusta Tarantino o Los siete pecados capitales... Me gustan cosas grandes –admite con absoluta franqueza–. A veces, cuando veo películas tranquilas francesas..., bueno, yo prefiero otro cine. Yo sé que, por ejemplo, Agnes Joui está haciendo cosas interesantes como El gusto de los otros. El cine francés entendió que, dentro de su independencia, también podría abrirse un poco más hacia las cosas que se están haciendo. Además, tienen otros problemas...

"Si en la Argentina quemaran diez mil autos, nos quedaríamos sin gobierno..."

—Guy Sorman hablaba del autismo de los políticos...

—Y cuando Chirac dice: “Han fracasado los planes sociales”, es una frase como de otro planeta. Te repito: aquí, por lo menos, caería un gobierno. Es una comparación muy rara. Nosotros hacemos Caiga quien caiga en muchas partes del mundo. En España, en Italia y también en Francia. Y en Francia nos fue bien casualmente por eso: porque no podían creer que alguien pudiera pararse, incluso frente a un primer ministro, y decirle cosas como decimos nosotros. Hablando de lo que sale al aire, nos preguntábamos si un gobierno, o un Estado tan democrático y tan librepensador como Francia, dejaría salir al aire chistes sobre lo que está sucediendo ahora allí.

—¿Cómo se eligió el “CQC” francés?

—Siempre intentamos buscar un socio local porque CQC depende mucho de la idiosincrasia del lugar. Y esto es complicado para un extranjero. Ni siquiera viviendo allí durante años. Salvo en ciudades muy cosmopolitas como Nueva York e incluso Israel, en donde nos es más sencillo hacerlo. Así, entonces, con nuestros socios locales intentamos darle todo el know-how del programa pero el control lo ejerce la productora local, porque son los únicos que entienden de qué se ríe su publico. Por ejemplo yo, a veces, no me río con el CQC español. Y eso que está batiendo récords de audiencia en España. Indudablemente, el que nos está haciendo la traducción a la idiosincrasia local lo está haciendo muy bien.

—¿Y en Italia?

—El CQC italiano tiene, por supuesto, a una mujer al frente –se ríe–. La acompañan dos hombres. Está hecho en un escenario enorme, gigantesco ¡y a los gritos! Pero es el más parecido al argentino porque la realidad política es muy semejante. Allí hay jueces corruptos, el primer ministro es totalmente criticable, se estiró la cara, después desaparece y, cuando vuelve, dice que nada que ver, ¡que no se tocó ni una arruga! O sea, el CQC italiano se nos parece mucho por las líneas políticas que rompe. El español se ríe de sus reyes, de sus vizcondes, del mismo Dios. El israelita es el más fuerte de todos. Casi heavy metal. Allí hay chistes de centro ortodoxos religiosos y no religiosos. Es algo muy raro observar a los CQC en el mundo. El chileno no es tan conservador como creíamos. En Chile, intentamos buscar gente parecida a la estructura que tenemos nosotros. Gente de radio que no esté pegada a un guion, que pueda improvisar y, para nosotros, es fundamental que hablen uno o dos idiomas porque lo que menos queremos es que las cosas no se entiendan. Odiamos el chiste de que alguien le habla a, no sé, a un japonés en castellano y que, por supuesto, no te contesta. Por eso siempre buscamos gente que haya estudiado. Si es posible, universitarios y que sepan un par de idiomas.

—¿No te impresiona que tu invento, tu creación, esté así difundida por el mundo? ¿No es una experiencia fascinante?

—¡Lo que más me gusta es cuando pasan los títulos rapidísimo y por fin veo en letras, en pantalla “Mario Pergolini”! –se ríe como un chico–. Sí, es algo muy loco porque ya hace nueve años que estamos en España y nueve años atrás pensar que un programa argentino se podía exportar... ¿qué te puedo decir? al Uruguay, ya era una locura.

"Hoy estamos haciendo alrededor de quince programas en todo el mundo"

—Trabajamos para HBO, para Fox en Estados Unidos, para Discovery, para la BBC. También, para TF 1 de Francia. En distintas cosas, claro. Desde programas periodísticos, pasando por documentales o programas raros como Proyecto 48 para TNT.

—¿No te parece, a veces, que estás viviendo toda una historia que no es la tuya y que, al mismo tiempo, aparece en una pantalla como una película?

—A mí me causa gracia cuando voy a los distintos países a ver nuestros programas y alguien me dice: “¡Hola!, ¡yo hago de vos!” (con una sonrisa se queda pensando y asiente): Sí, es raro. También les pasará a otros. Yo me acuerdo de Piglia, cuando hicimos la película Plata quemada, que decía eso: lo raro que le parecía ver a sus personajes caminando, hablando. Y yo le decía: “¡Qué loco! Si lo estuviste escribiendo...”. Pero la verdad es que tenía razón. A mí, si lo pienso, me impacta ver los CQC extranjeros, las cámaras que se mueven igual, la escenografía también. Sí, es loco ver lo que para vos fue un momento fantasioso convertido en algo tan concreto. O cuando ganan premios en España, en Cannes... llama la atención. Europa está muy ávida de ideas. Parece que se les agotaron un poco dentro de su círculo vicioso. Y, entonces, salen a buscar. Creo que cualquier chico que tenga ideas buenas en América Latina tiene grandes probabilidades de que se las acepten. Es un momento bárbaro para ingresar al mercado europeo. Sin embargo, pasado este fenómeno, se va a volver a muchas cosas. Incluso el cine argentino está recuperando un nivel que había perdido intentando hacer cine americano.

—Los jóvenes están aprendiendo que las grandes películas de Antín, o “La cifra impar”, de Torre Nilsson...

—Claro. La película del rey, de Sorín. Los jóvenes que parecían inclinarse por el cine americano, después de haber visto cable, cine con sonido 5.1, etc., ahora están produciendo realizadores que filman con una conciencia social que el cine argentino siempre tuvo y que se había perdido un poco. Incluso, la comedia, que se había perdido.

—Bueno, Woody Allen también se salió del sistema. ¿Cómo te ves frente a ese cine?

—Mirá, guardando las distancias, esos pequeños engendros (y ahora lo aclaro) de modernidad, de ser independientes desde el concepto de Woody Allen, es un poco lo que tomamos nosotros en esta empresa. También lo logran las productoras que hacen otro tipo de cosas. A mí el cine de Allen me encantaba. Después, con el tiempo, le perdí un poco de admiración porque, bueno, ha filmado mucho y las películas comienzan a parecerse. Pero lo que siempre me gustó es que ¡tiene tantas cosas cercanas a la Argentina! Su intelectualidad de clase media; el psicoanálisis; la obsesión con los remedios; la familia, especialmente la familia judía...

—Volviendo a ustedes: ¡han logrado algo ante lo cual hay que sacarse el sombrero! El Gobierno habla con ustedes.

—En eso Kirchner es vivo –piensa Mario–. Ha anulado el entorno. El único que habla es él. Pero si vos te fijás, cada vez que nosotros le preguntamos, tiramos tres preguntas zonzas para llegar a la pregunta del golpe. Y él, aunque parezca distraído, siempre está atento y cuando le hacemos la pregunta en serio, no nos responde. Nunca nos ha contestado en serio. Y fue muy vivo en eso de “Subí al auto”; “Vení, entrá a mi despacho”. Los actos son él. El orador es él. Es un poco raro, ¿no? Un presidente debería delegar un poco más y confiar en sus segundas líneas.

"Kirchner ha anulado el entorno. El único que habla es él"

—Quizás éste es un país al que le cuesta preparar dirigentes...

—A mí lo que me asombró, al hacer estos documentales sobre historia argentina, es advertir que la clase dirigente nunca estuvo a la altura de las circunstancias. Ni siquiera los que se habían preparado. ¡Terminaron siendo cipayos! –se ríe estruendosamente–. ¡Es un término de los 70! Pero hasta el viejo Jauretche lo decía. En este país no se ha educado dirigentes. Yo no dudo de las buenas intenciones de nadie pero ninguno de los que ejercieron esa cosa enorme que se llama poder tuvo preparación para hacerlo.