La cuarentena producto de la pandemia de coronavirus llegó sin pedir permiso. Hasta el fin de semana del 14 y 15 de marzo pasado, el debate era si debían suspenderse las clases… y el fútbol.
Hoy parecen haber pasado cinco meses y no cinco semanas desde aquellas polémicas con final conocido: la parálisis casi total de los movimientos y la economía.
Pero las medidas preventivas, que ahora son sometidas a revisión por sus efectos no deseados de la inactividad, también colaboran en ir delineando un mapa con las lecciones económicas que va marcando a fuego y que también ayudan a sostener que, en este campo, nada será igual cuando la normalidad asome en el horizonte.
Cómo ganarle al coronavirus sin arruinar la economía
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El efecto cigarra: la moraleja de la hormiga y la cigarra viene a la mente a cada rato. En las emergencias, los que están mejor preparados son los que, justamente, más invirtieron, controlaron sus gastos y revisaron sus prioridades durante los “veranos” anteriores. El sistema de salud, las bases de datos y la infraestructura de logística urbana no se pueden armar de un día para otro.
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Lo económico es un aspecto de un todo: discusión que parece semántica, pero se vuelve cruda realidad cuando las soluciones pasan por controlar un aspecto de la vida social y pretender que no afectará la actividad económica en su conjunto. El aislamiento termina afectando no sólo lo que paraliza directamente sino toda la cadena de valor social.
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Descubrir el mapa real: las medidas de emergencia y la invitación a adherir a ayudas, permisos y subsidios, además de desnudar los cuellos de botella en el sistema informático oficial, ayudan a dibujar mejor la realidad. Muchas veces camuflada en subestimaciones o en desidia estadística, emerge con toda su fuerza cuando la subsistencia está en juego.
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¿Quiénes agregan valor? No es una pregunta retórica cuando se trata de dar prioridades y asignar recursos a los distintos sectores. Cuando la manta es corta, los que están al tope de la lista son los que más pueden aportar. Es un concepto dinámico porque varía según la percepción que se tenga de parte de la sociedad. La salud se extraña cuando no está, el acompañamiento en la soledad y la protección cuando se percibe el caos.
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Cambio de prioridades: la deuda era el problema número 1 a vencer para el Presidente y su equipo…hasta el primero de marzo. En el último mes, la emergencia sanitaria colaboró a que dejara de serlo. Aún con un beneficioso acuerdo, los problemas económicos agravados por la pandemia urgen una política orientada a resolver su contingencia. Además, si es aceptada o rechazada la propuesta oficial, de todos modos, no habrá erogación de fondos en el próximo año, al menos.
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El cambio manda: sin pedir permiso, el escenario da un giro de 180 grados y lo que se creía intocable, se diluye. Casi no hay tiempo de elaborar el duelo por el lugar de confort que supimos conseguir y ahora el esfuerzo se concentra en encontrarle otra salida, en darle vida a l a sustentabilidad diaria. Las organizaciones económicas y sociales pasaron del paradigma del trabajo presencial al virtual en una semana. Todo puede cambiar, la oposición sólo sirve para ganar algo tiempo. ¿Están todas las estructuras listas para afrontar cambios repentinos? ¿Se pueden preparar para ello?
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Un sistema fiscal al rojo: quedó al descubierto que los ingresos públicos dependen del nivel de actividad, pero los gastos son rígidos. No hay ningún fuelle en el caso de derrumbe impositivo, dado el nulo nivel de ahorro fiscal, la bajísima tasa de inversión susceptible de ser reprogramada y haber agotado el crédito nacional e internacional para financiar déficits corrientes pasados. Una debilidad estructural que desnuda la incapacidad para planificar y considerar prioridades en los gastos del Estado a realizar.
Ante tamañas dificultades, Argentina debe trabajar la virtud de la resiliencia: la capacidad de superar adversidades y salir fortalecido de estos desafíos.
Convertir a los problemas en lecciones para modificar lo que no funciona en el nuevo contexto, aprender a encontrar datos fehacientes que nos den información relevante para poder actuar con un menor margen de error.
Y, sobre todo, asimilar que en economía al menos, las prioridades se marcan de antemano o la realidad lo hace despiadadamente de un plumazo.