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Opinion

Algunos recuerdos que pueden resultar incómodos

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Cuando Graciela Fernández Meijide se enteró que una delegación de la CIDH llegaría al país, no pudo ocultar sus temores. “¿Se atreverían los familiares a vencer el miedo y el escepticismo para denunciar las desapariciones?”.

El terror imperaba en la Argentina de 1979. Presentarse públicamente ante un organismo internacional, suponía riesgos. Sin embargo, al ver la cola de tres cuadras en la Avenida de Mayo, donde funcionaba la Comisión, supo que la visita era un éxito. Las más de cinco mil denuncias que fueron formuladas recorrieron el mundo y dejaron claro que la dictadura argentina era la más feroz y criminal del Cono Sur.

¿Quién acompañaba a esas familias que buscaban a sus hijos? Nadie. Eran cinco mil almas solitarias. Un año antes, millones de argentinos habían salido a las calles para celebrar el triunfo en el Mundial de Fútbol. La Plaza de Mayo aclamó a Videla que se dio el gusto de levantar los brazos y agradecer a la multitud.

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Tres años más tarde otra gigantesca manifestación celebró a otro general, Leopoldo Federico Galtieri por desatar una guerra contra la segunda potencia militar de Occidente. ¡Qué curiosa es la historia! La sociedad salía a la calle abrazada a las banderas de la patria para cantar por los goles de la patria, por la guerra de la patria, y olvidaba que miles de compatriotas estaban en las cámaras de tortura o en el fondo del mar. Porque saber, lo que se dice saber… todos sabían.

Otro recuerdo incómodo. ¿Cuántos acompañaron en la plaza a los miembros de la Conadep, presidida por Ernesto Sabato, cuando se entregó el informe final al presidente Raúl Alfonsín, informe crucial para poder juzgar a los principales responsables de la matanza? Poquitos, éramos muy poquitos. Un puñado de almas solitarias.

¿Y por qué vino una comisión de la OEA y no de  la ONU, una voz más poderosa en el mundo? Porque Cuba votó en contra de que se investigaran los crímenes en Argentina; junto a la URSS declaró que aquí no había dictadura. Solo un gobierno autoritario.

Las 5.580 denuncias presentadas hace cuarenta años en la Avenida de Mayo, fueron hechas en la soledad y el silencio de una sociedad indiferente. Aunque no tan indiferente: pegadas en las lunetas de muchos autos se declamaba que “Los argentinos somos derechos y humanos”.

Me pueden reclamar, es Justicia, que fue una gigantesca multitud la que salió en defensa de la democracia cuando Aldo Rico y sus carapintadas intentaron boicotear a la naciente democracia. Es verdad. Aquel día se comprobó que la libertad ya era patrimonio de la sociedad y que nadie estaba dispuesto a rifarla.

Pero si traigo esas tristes imágenes es porque hay que seguir machacando en la memoria de los argentinos, una y otra vez hasta el cansancio,  porque hay episodios que no pueden ser barridos bajo la alfombra. El “pueblo” participó en gestas tan nobles como indecentes.

*Periodista y escritor.