Pasamos dos semanas con peleas, represión, muertes, encarcelamientos y grandes disturbios que aumentaron las desavenencias internas del propio gobierno. En ese entrevero perdimos a una ministra de la Mujer, Género y Diversidad y a dos ministros varones: el de Desarrollo Social y el de Trabajo. Parece necesario aclarar cómo mientras en la provincia de Buenos Aires se excedió la policía al “controlar” a los hinchas de fútbol, en la provincia de Río Negro se desalojaron las propiedades ocupadas por comunidades mapuches apresando a mujeres. En La Plata el exceso de la policía fue una nueva demostración de la falta de capacidad de las fuerzas de seguridad de actuar y evitando los excesos. En Río Negro el principal problema fue el haber tomado prisioneras a siete mujeres, una con un embarazo muy avanzado, otras dos con sus hijos pequeños y a las otras cuatro las trasladaron a la cárcel de Ezeiza que es de máxima seguridad. Traslado que desencadenó la mayor crítica que obligó a desandar lo hecho.
Durante estos hechos de violencia se estrenó la película Argentina, 1985 y es un éxito. Nos alegramos de que así sea, especialmente frente a la represión, la muerte y el abuso de poder que hemos vivido antes y ahora. Porque el principal valor que tiene la película es mostrar cómo a pesar del dolor frente a la represión, persecución y muerte que vivimos en la dictadura, y desde antes, por parte de los que representaban al gobierno de turno, como la triple AAA y los movimientos guerrilleros, como Montoneros y ERP. Porque la violencia y persecución en contra de aquellos que piensan diferente empieza por parte del gobierno. Como siempre, el gobierno no era un bloque homogéneo, pero tenía en su interior a los sectores que creen que se debe exterminar a aquellos que piensan diferente. Pensamiento igual al de los militares durante la dictadura.
Argentina, 1985 cuenta a su modo, sin ceñirse exactamente a la realidad porque es una película, no un documental, un hecho que reivindica el poder juzgar por parte de la Justicia hechos gravísimos de violencia y no por acción directa aplicando mas violencia. El gobierno tenía el poder que podría haber ejercido en forma violenta, pero no creía que esa era la forma. Demostró que en democracia se hace justicia sin violencia, sin ocultar la realidad ni tergiversarla. Porque también una forma no violenta aparentemente es el indulto, pero en ese caso, no se conoce la verdad y se “perdona” aunque ninguno de los que cometieron esos atropellos pida disculpas. Esto queda claro en la película y también queda claro, aunque no se insista y a veces hasta parece que no se quiere recordar, que esto fue posible porque había un gobierno que se propuso juzgar los hechos y devolver al pueblo la verdad y la confianza en sus instituciones, capaces de castigar sin violencia. Porque Alfonsín no estaba solo, lo acompañaba todo el gabinete de ministros que firmaron el decreto y el partido radical, así como otros partidos que acompañaron. No así el principal opositor en la contienda electoral, el partido justicialista. Partido que tampoco quiso integrar la Conadep, esa comisión que permitió conocer la verdad, buscando en los testimonios de quienes quedaron venciendo el miedo a la represalia que todos sentían. Por eso es una película para que vean los jóvenes y adolescentes que vivieron en épocas de democracia y que no pasaron esos años negros que nos tocó vivir. También porque esos jóvenes hoy viven estas represiones como algo normal, no reconocen que es la Justicia la que debe indagar en busca de la verdad y que no es a través de la defensa por mano propia que se resuelve el castigo, solo crea más violencia. Además, que recuperen el valor de quienes sin estridencias nos guiaron en ese camino de la búsqueda de la verdad y el castigo. Alfonsín y sus ministros lo hicieron posible, ahora nos toca a todos conservarlo y no dejarnos engañar.