INTERNACIONAL

‘Alegre celebración de la vida’

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Es la primera vez que un Papa aborda el tema de la ecología en el sentido de una ecología integral (por lo tanto que va más allá de la ambiental) de forma tan completa.
Gran sorpresa: elabora el tema dentro del nuevo paradigma ecológico, cosa que ningún documento oficial de la ONU ha hecho hasta hoy.
Fundamenta su discurso con los datos más seguros de las ciencias de la vida y de la Tierra.
Lee los datos afectivamente (con inteligencia sensible o cordial), pues discierne que detrás de ellos se esconden dramas humanos y mucho sufrimiento también por parte de la madre Tierra. La situación actual es grave, pero el papa Francisco siempre encuentra razones para la esperanza y para confiar en que el ser humano puede encontrar soluciones viables. Enlaza con los papas que le precedieron, Juan Pablo II y Benedicto XVI, citándolos con frecuencia. Y algo absolutamente nuevo: su texto se inscribe dentro de la colegialidad, pues valora las contribuciones de decenas de conferencias episcopales del mundo entero, desde la de Estados Unidos a la de Alemania, la de Brasil, la de la Patagonia-Comahue, la del Paraguay. Acoge las contribuciones de otros pensadores, como los católicos Pierre Teilhard de Chardin, Romano Guardini, Dante Alighieri, su maestro argentino Juan Carlos Scannone, el protestante Paul Ricoeur y el musulmán sufí Ali Al-Khawwas.
Los destinatarios somos todos los seres humanos, pues todos somos habitantes de la misma casa común (palabra muy usada por el Papa) y sufrimos las mismas amenazas.
El papa Francisco no escribe en calidad de maestro y doctor de la fe sino como un pastor celoso que cuida de la casa común y de todos los seres, no sólo de los humanos, que habitan en ella.
El texto y el tono de la encíclica son típicos del papa Francisco y de la cultura ecológica que ha acumulado, pero me doy cuenta de que también muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene siendo pensado y escrito principalmente en América Latina. Los temas de la “casa común”, de la “madre Tierra”, del “grito de la Tierra y del grito de los pobres”, del “cuidado”, de la “interdependencia entre todos los seres”, de los “pobres y vulnerables”, del “cambio de paradigma”, del «ser humano como Tierra” que siente, piensa, ama y venera, de la “ecología integral” entre otros, son recurrentes entre nosotros.
El espíritu tierno y fraterno de San Francisco de Asís atraviesa todo el texto de la encíclica Laudato sí. La situación actual no significa una tragedia anunciada, sino un desafío para que cuidemos de la casa común y unos de otros. Hay en el texto levedad, poesía y alegría en el Espíritu e indestructible esperanza en que si grande es la amenaza, mayor aún es la oportunidad de solución de nuestros problemas ecológicos.
Me gustaría acabar con las palabras finales de la Carta de la Tierra que el mismo Papa cita (n. 207): “Que nuestro tiempo se recuerde por despertar a una nueva reverencia ante la vida, por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por acelerar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida”.

*Teólogo y ecólogo. Este texto es el fragmento de un capítulo del libro en italiano Curare la Madre Terra, EMI, Bologna 2015.

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