Desde La Habana
El apretón de manos entre el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el jefe guerrillero Rodrigo Londoño (“Timochenko”) fue un logro personal del papa Francisco. Así lo confirmaron a PERFIL fuentes del arzobispado de La Habana, que mantienen en reserva la “triangulación diplomática”, como la llaman, entre los guerrilleros y el gobierno. El otro lado del triángulo sería el Vaticano.
El arzobispado hierve de actividad diplomática y parece una una oficina de la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
“Sin la rotunda obstinación del Papa en conseguir una señal concreta de parte de la presidencia colombiana –dice a PERFIL un religioso de alto perfil diplomático en La Habana– no hubiera sido posible tener esta disponibilidad de parte del presidente Juan Manuel Santos a pasar por aquí. Fue sólo por él que Santos se atrevió a tanto”.
Sólo la participación en el proceso de Francisco hizo posible la actitud de Timochenko, el líder de las FARC. “No es un paso pequeño de su parte fotografiarse, en guayabera, junto al presidente. Esta mesa de negociaciones es una guerra de nervios para ambas partes, y Timochenko se juega su credibilidad frente a los suyos en mostrarse al mundo junto a Santos”, asegura el religioso.
Eso explica las resistencias de otros líderes guerrilleros. PERFIL pudo saber que uno de los más críticos es Pablo Patatumbo, comandante del Bloque Occidental, quien acusa en privado a Timochenko de “apretar la mano de quien mandó a matar a nuestra gente”.
Dudas. De todos modos, más allá del optimismo por el principio de acuerdo que podría poner fin a más de cincuenta años de violencia política en Colombia, aun permanecen muchas dudas.
Pocos pueden explicar qué significa, por ejemplo, el proceso de “dejación de armas de parte de las FARC”, o qué pasos concretos deberá dar la guerrilla para reinsertarse en la vida política civil colombiana. ¿Qué quiere decir que los guerrilleros se concentren en zonas de desarme con verificación internacional? ¿Quién puede dar las garantías de seguridad que los guerrilleros piden, si ellos mismos admiten que la razón por la cual no quieren dejar las armas de una vez es que no confían en la posibilidad de seguir vivos si se desarman?
¿Y cómo puede el gobierno estar seguro de que los guerrilleros sentados a la mesa de negociación en La Habana sigan manteniendo el control de cada uno de los frentes activos en Colombia a lo largo de los próximos meses?
Los guerrilleros que están en la capital cubana son parte de la guerrilla activa, pero están bien lejos de la selva.
Sin embargo, pese a tanta incertidumbre en los detalles técnicos (que en este caso son también políticos) de la negociación que queda para desarrollar, se respira un aire de entusiasmo entre todos los negociadores.