Un día de agosto de 1944, unos jóvenes del municipio valenciano de Buñol decidieron interrumpir un desfile con lo que tenían a mano: asaltaron una verdulería y arremetieron a los tomatazos. El evento pasó de ser reprimido por la policía a, seis décadas después, convertirse en una atracción turística impulsada por la municipalidad. Miles de personas se reúnen en Buñol todos los años para arrojar hasta 120 toneladas de tomates y festejar en las calles.