INTERNACIONAL
una guerra sin final

Nagorno Karabaj, el primer crujido de la Unión Soviética

La lucha entre armenios y azeríes fue la primera que estalló en la ex URSS tras la Glasnost de Gorbachov. Aún no se firmó la paz.

Lucha. Una madre llora a su hijo muerto.
| Cedoc

Desde Stepanakert

Hacia fines de los años 80, los intentos de Mijail Gorbachov por darle un “rostro amable” a la URSS comenzaban a revelar la multitud de tensiones étnicas, territoriales y de todo tipo que el régimen soviético había sofocado durante setenta años. El primero en estallar de esos conflictos fue el de Nagorno Karabaj,  un remoto enclave armenio en Azerbaiyán.
Anexado en 1921 a Azerbaiyán de un plumazo desde Moscú por los líderes bolcheviques, Nagorno Karabaj (Arzah para los armenios) tenía una población mayoritariamente armenia y un significado simbólico muy importante, ya que allí se ubican los monasterios más antiguos de este pueblo, el primero en constituir una nación cristiana, en el 301.

La Meca. “Para los armenios, Nagorno Karabaj es como Jerusalén para los judíos o La Meca para los musulmanes”, dice el presidente de la que hoy es una república no reconocida por ningún país, a excepción de Armenia, Bako Sahakyan.
Según los historiadores armenios, el enclave fue otorgado a Azerbaiyán porque Lenin y Stalin querían extender la revolución a la vecina Turquía, heredera del Imperio Otomano, ya que los azeríes son turcomanos. “Fue realmente el primer conflicto que emergió con la Perestroika y la Glasnost, a pesar de que la poblacion armenia mantuvo vivos sus reclamos de fusión con la república de Armenia y en diversas oportunidades el Soviet Supremo de la URSS se ocupó del tema”, dice el politólogo argentino
Mario Nalpatian.

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Contexto. Pero esta guerra sólo se entiende en el contexto del conflicto entre armenios y turcos a la luz del genocidio de cuyo inicio este mes se cumplen cien años. La guerra entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave se extendió entre 1991 y 1994, y provocó al menos 30 mil muertos, según
diversas fuentes. La guerra no concluyó con un tratado de paz: sólo rige un cese del fuego violado con regularidad y que provoca cada año unos treinta muertos, según el ministro de Defensa de Nagorno, Movses Hakobyan.
“Desde 1994, el territorio se ha abocado a la tarea de construir un Estado democrático”, en el que ya se han realizado varias elecciones, dice el presidente Sahakyan, mientras la economía “ha crecido a un ritmo del 10% anual los últimos diez años”. La república se financia 50% con créditos de Armenia y recibe ayuda de la diáspora. Confía en su ejército, dice el ministro Hakobyan, en el que deben servir todos los jóvenes durante dos años.

Junto con la paz, queda pendiente la difícil cuestión de los refugiados, los armenios expulsados de Azerbaiyán y los azeríes que debieron abandonar Nagorno, al menos un millón de personas. El presidente Sahakyan lamenta que Azerbaiyán aún mantenga a sus refugiados en campos, mientras que los armenios expulsados de Bakú han sido integrados en Nagorno.
Sólo un tema inquieta en Nagorno –y en Armenia–: las importantes ventas de armas que Rusia ha realizado en los últimos años a Azerbaiyán.

 

“El genocidio no se repetirá”

“No hay ninguna posibilidad de que el genocidio se repita. Armenia tiene su propio ejército y nosotros en Nagorno Karabaj tenemos el nuestro”. Movses Hakobyan, el ministro de Defensa del territorio que proclamó su independencia de Azerbaiyán en 1994, explica a los periodistas, en ropa de combate, que los armenios ya no serán víctimas de pogroms y masacres como las que sufrieron a lo largo de los siglos y que llegaron a su máxima expresión en 1915 bajo el Imperio Otomano, que abrió una herida que aún permanece. El presidente armenio, Serzh Sargsyan, lamenta que Turquía, heredera del imperio responsable del genocidio, no haya asumido su responsabilidad, como sí lo hizo Alemania con el nazismo. “El genocidio armenio aún no terminó. En la medida en que Turquía no reconozca su responsabilidad, el genocidio se sigue produciendo”, dijo a los periodistas durante un seminario realizado en Erevan para presentar la conmemoración de este año. La masacre de al menos 1,5 millón de personas, la tercera parte del pueblo armenio que vivía bajo el Imperio Otomano, será recordada con gran despliegue, al cumplir un siglo. La ceremonia principal, a la que asistirán, entre otros, Vladimir Putin y François Hollande, será el 24 de abril, centésimo aniversario de la detención de renombrados intelectuales armenios en Estambul, punto de partida para una sucesión de deportaciones forzosas y asesinatos que se extendieron hasta 1923. “Un genocidio como el armenio, sin resolver, no sólo es un hecho doloroso para nuestro pueblo, es un peligroso antecedente”, al que siguieron el Holocausto, Ruanda o Camboya, explicó el presidente Sargsyan. “No se trata de una obsesión del pueblo armenio. Mantenerlo en la memoria es fundamental”, advierte el jefe de Gabinete del gobierno armenio, Vigen Sargsyan, que recordó la célebre frase de Hitler cuando, poco de la invasión nazi de Polonia, en septiembre de 1939, arengó a sus oficiales para que desplegaran toda la crueldad posible contra los civiles, aun mujeres y niños. “Después de todo, les dijo Hitler a sus hombres, ¿quién se acuerda del genocidio armenio?”.

 

El armenio argentino

El taxista que apenas habla inglés pero cuando escucha el nombre levanta el pulgar y suelta un “good people”; la politóloga que agradece “los empleos que creó acá”; el político de Nagorno Karabaj que agradece las computadoras que donó para las escuelas y la guía que exagera: “¿Argentina para nosotros? Maradona, Messi ... y Eurnekian”. Al llegar a Erevan en avión, un argentino que haya volado alguna vez reconocerá un isologotipo que le es familiar, el de Aeropuertos 2000, la empresa de Eduardo Eurnekian que, entre las decenas de terminales aéreas que gestiona en el mundo, lo hace también con el de la capital armenia.

Decir Eurnekian en Armenia es como decirlo en Argentina. La presencia económica de sus empresas es muy importante. Además del aeropuerto, participa en uno de los principales bancos, administra el correo y tiene viñedos, entre otras actividades. Su grupo da trabajo, en total, a más de 6 mil personas, en un país de poco más de tres millones de habitantes. Ha hecho también importantes donaciones y llevó a dirigentes de Nagorno Karabaj a ver sistemas de riego en sus campos del Chaco. Si en Argentina Eurnekian puede lucir sin dudas el apodo de “el armenio”, no sucede lo mismo en Erevan donde, claro, es “el argentino”, pero no tanto: Anna Barseghyan, una politóloga armenia, no duda al ser consultada sobre el empresario: “Sí, claro que lo conozco, es un importante hombre de negocios armenio de origen argentino”.

 

PERFIL viajó a Armenia y a Nagorno Karabaj invitado por la Comisión del Centenario del genocidio armenio-Filial Buenos Aires.